Hace no muchos días le
comentaba a un amigo que me gustaría publicar aquí un artículo sobre el sentido
común. Ponerle un título algo así como “¿Para cuándo el sentido común?”. A
veces cuando esto sucede suelo tomar notas de ocurrencias, de textos que he leído
y que recuerdo, de lo que pienso o pensaron otros sobre el particular, etc.
Imposible, a su vez, dejar de rumiar y meditar sobre estos temas que salen al
encuentro, que brotan no sé cómo ni de dónde.
En esas andaba cuando se
me cruzó una vieja idea leída. Quise recordar el concepto de la vocación de las
naciones que explicaba en España
inteligible Julián Marías, libro que leí recién salido. Pensé que también
las naciones son llamadas, de algún modo: tienen una vocación, vivían de
unas trayectorias recorridas y otras posibles por recorrer para cumplir
debidamente con lo que deben ser. ¡Y se me cruzó un vídeo de don Julián
hablando de esa obra y de esa idea! Magnífico poderlo escuchar: no se me había
ocurrido que hubiera grabado tantos vídeos sobre temas capitales, para mí, y de
los que he sabido y pensado a partir de sus palabras escritas y leídas.
Me enfango y disfruto
con un vídeo donde se habla de la verdad y de la importancia que tiene esta en el desarrollo personal
y social. Y me doy cuenta de que debo cambiar el título de mi artículo posible
y en proceso: “¿Para cuándo la verdad?”. Si ustedes ven el vídeo
del que les doy enlace, comprenderán aún mejor, espero, mis razonamientos.
Habla don Julián de qué
piensa él sobre el siglo XXI. Resumiendo: hay que decir la verdad. Será capital
la verdad como fundamento del siglo si se desea una vivencia decente. Hay que
buscar la verdad. Se debe renegar de la mentira. Escribe Baroja en sus
memorias: “Algunos me han achacado como algo pueril el entusiasmo por la
verdad, por lo que me parece a mí la verdad. (...) Yo siempre la he buscado a
mi modo, con la limitación natural del temperamento". Me sumo a Baroja, yo
también: me repugna vivamente la mentira. La mentira está en el principio de
las crisis económicas, familiares, sociales, etc.; creo que también en las
personales. Cristo dijo de sí que era la Verdad y san Juan lo recoge en su
evangelio: “yo soy el camino, la verdad y la vida” (14:6). El Demonio, sin
embargo, es el padre de la mentira: mal negocio.
La verdad nos dice
Marías supone reconocer la realidad. Esta la podremos ver desde distintas
perspectivas, que diría Ortega, el maestro: la veremos parcialmente, desde
alguna de sus facetas, pero no por ello podemos dejar de reconocer que la
verdad es realidad al margen de mí. El reconocimiento de la realidad será lo
que me permita andar en verdad y saber a qué atenerme. La vida sobre una
realidad falsa, fraudulenta, adulterada es una vida precaria, desorientada,
indecente por impresentable, como afirma Marías.
Los idealismos acunaron
el relativismo: “mi verdad”, “tu verdad”… y así que “toda opinión es respetable”.
Esto es tanto como afirmar que idéntico es el diagnóstico del médico que el del
lego en la materia. “¿Acaso no va a respetar mi opinión?”, espeta el necio
azuzado por su ignorancia. Recuerdo ahora un libro de Ratzinger, antes de ser
Benedicto XVI, sobre la relatividad que a todo alcanza, a toda la realidad sea
de la índole que sea (lo busco en la biblioteca: Fe, verdad y tolerancia).
Cuando todo es relativo,
cuando todo es igualmente válido es porque nada tiene verdadero valor. La vida
se torna frágil y precaria. Se vive en la inautenticidad. La realidad es la
piedra de toque de toda verdad en la vida cotidiana, incluyendo por supuesto la
irrealidad y la irracionalidad como realidades incluso cotidianas. La
equivalencia y permutabilidad de los valores determinan una imbecilidad
generaliza, el vaciamiento de todos los gestos y acontecimientos. Todo termina
dando igual. Y donde todo vale, repito, es porque nada vale. Toda desorientación se empieza a solucionar con la búsqueda
de la verdad, con la vivencia en la verdad genuina. ¡No olvidemos -no olvido-
que tendemos a engañarnos para respirar por nuestros caprichos!
Ojo y aquí voy y enlazo
de nuevo con Marías y con el sentido común… quería hablar de España, de los
nacionalismos y eso ya tendrá que ser en la siguiente entrada.
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