31 de enero de 2013

LOS GIRASOLES CIEGOS (V), del estilo y uno.



Silla thonet, Número 14.

        Me voy enfriando con Los girasoles ciegos… Les he dedicado más entradas de las que tenía previstas. Miro en mis notas y aún tengo mucho material que debiera elaborar para exponerlo en unas entradas, mas…

         Ya fue suficiente del contenido tendencioso, para mí, y creo que demostrado, pero sin escándalo: supondría Méndez que era su hora, era su momento, era el “ahora nos toca a nosotros”, o algo así.

       Algo escribí de la estructura, que me pareció ciertamente acertada como los cambios de focalización, si no hubiera sido porque la intensidad y el color de la luz siempre fueron los mismos, el sustrato ideológico viciado, el mismo. En fin. Méndez se disfrazó y celó de distintos personajes, pero ciertamente el individuo era siempre el mismo: distintos collares, el mismo perro.

       Al hilo del léxico empleado, me acuerdo de mis alumnos. Esos mis alumnos queridos, por ejemplo, de 1º de bachillerato que me preguntaban el otro día, ante un poema de nuestro Nobel Juan Ramón, qué significa vereda, esquila…, ¡y doy clase en un pueblo, no en Nueva York! Me pregunto qué cara pondrán al leer algunas palabras incluidas en la obra –no se olvide que es lectura obligatoria en Andalucía para alumnos que pretenden acceder a la Universidad-: Atiplada, silla thonet, comentarios salaces, lenitiva, tabardo, moharra, bejuco, trizada, falleba, pecio, caterva, achicoria… Sin rubor reconozco que nunca antes oí calificar a una silla de thonet, mas ya he aprendido ya qué es una silla silla Viena bentwood, qué una Número 1 o una Número 14 (¡asombrosa la historia de Michael Thonet! Internet muestra miles de artículos sobre este señor y sus sillas. Todos los días son días de aprender). Aunque rime, ¡qué le vamos a hacer si produce cacofonía!, lo de amistad celante, otro palabro de Méndez, Dios me perdona, es adjetivo… ¡pedante! ¿o sencillamente fuera de lugar?

      En esta línea no me gustaría dejar de señalar el texto siguiente, que me produce risa. Es tal la deformación ridícula a la que somete Méndez la prosa del hermano Salvador que no alcanza la ridiculez buscada, sino la payasada increíble del aprendiz de cómico que no pasa de tonto: “Las oraciones se me hacían interminables, las ceremonias religiosas ya no provocaban en mí la desazón que todo pecador debe sentir ante los ojos de Dios, y, créame, Padre, que, de todas las lecturas de la Sagrada Biblia, de todas mis horas piadosas, sólo quedaba una frase de los Salmos en mi memoria: Son tus pechos dos crías de gacela paciendo entre azucenas”. El texto que cita Méndez no es de los Salmos, sino del Cantar de los cantares (4, 5)e ignoro si es un juego (más abajo comentaré otro), un error, un guiño, una burla al lector, así como el dar azucenas por lirios... en la traducción. Algo de todo esto hay en el Fausto de Goethe.
         Si ridículo es el texto citado, no lo es menos que por meterse en camisa de once varas confunda lebrato con gazapo. Eugenio Paz, el joven que mataba a discreción fascistas desde los tejados, ¡pero por ser fascistas carecía de importancia!, contó a Juan Senra que: “había sobrevivido en Brunete trillando la parva en el verano, arando durante el frío y sembrando avena antes de que comenzaran las lluvias de primavera. Nunca había ido a la escuela pero sólo con mirarlas sabía distinguir las gallinas ponedoras de las que sólo servían para caldo, qué oveja iba a tener un parto atravesado y qué galgos servían para cazar gazapos sin matarlos”: los galgos no cogen conejos, Eugenio, parece mentira que hayas estado toda la vida en el campo, leche. Los galgos corren liebres y la cría de la liebre no es el gazapo, sino el lebrato, ¿y tú eres del campo de toda la vida? Bien cierto es también, que al mejor cura, señor Méndez, se escapa un pedo.

         En su afán hiperbólico e irreverente se mete Méndez él solito en la caja de las cucarachas. Lo siento: Cuenta que para cazar palomas cogían “todo lo  que pudiera atraerlas: migas de pan, trozos de oblea que comulgantes desaprensivos guardaban después de las misas, cucarachas, chinches, posos de achicoria e incluso mondas de patata a las que alguien renunciaba para poder canjearlas por algo más necesario que el alimento”. Sentado en su silla thonet ignora que las palomas no comen cucarachas, lo de los chinches es una necedad sin paliativos ni lenitivos y lo de las obleas… una maldad ofensiva e innecesaria, una pura imbecilidad que entronca directamente lo formal con lo tendencioso y ofensivo ya hablado de la novela en su conjunto.

1 comentario:

  1. ¡No hay como tener cultura y formación! Me dice mi amigo Rafael Ballesteros que esta era la quinta entrada y yo la numeré como IV... ¡Este tío es un lince, leche! Gracias Rafael...

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