Madrid. 3 de mayo de 1936. Se hace correr la patraña –hoy se diría un fake, un bulo– de que monjas, curas y catequistas estaban dando caramelos envenenados a los hijos de los militantes de izquierdas para eliminar estas proles izquierdistas extensas. Se aseguraba que eran varios los niños fallecidos e incontables los ingresados en la casa de socorro y hospitales.
La especie no era nueva. Esta patraña anticlerical, anticatólica, ya se había empleado en otras ocasiones. Desde 1834 se la conocía en Madrid. Entonces se llamó “el mito del veneno” que dio lugar a la conocida como “matanza de frailes”; se ensayó también en el mismo Madrid en 1931. Por Madrid era más fácil hacer correr las noticias mentirosas. La del día 3 de mayo del 36, según Rivas Gómez, el bulo lo promovieron en una reunión en el Retiro madrileño el día 1 de ese mes un grupo de socialistas y comunistas exaltados. Esta noticia provocó el ataque de forma indiscriminada a los católicos: clérigos, religiosas, laicos… El motín que corrió como reguero de pólvora por Madrid provocó el incendio a varias iglesias (según dice un profesor universitario de historia, es verídico, estas lumbres las hacían por el frío reinante –¿¡en mayo en Madrid!?– y quemaron los bancos para calentarse, pero se les fue la mano con la gasolina: ¡lo escribo en serio!), se apuñaló a sacerdotes, hubo heridos por balas, linchamientos, dos muertos. Se arrimaba leña para julio de ese año: quizá también hizo frío aquel julio en Madrid. Los dos muertos fueron socialistas: uno por balas de los guardias cuando querían evitar que le prendieran fuego al convento de los Paúles en García de Paredes; el otro muerto fue fruto de su inepcia incendiaria en el manejo de la gasolina y el fuego.
Es curioso que la
prensa que dio noticias de los sucesos, ocultó la filiación política de los dos
incendiarios muertos y, además, se les enterró con honores militares y
escoltados en su velatorio en el depósito municipal por militantes de las
milicias socialistas. A su vez de forma incongruente, dirigentes comunistas y
socialistas, restaron credibilidad al supuesto envenenamiento con caramelos. Si
era mentira, como sabían, ¿por qué enterraron como héroes a dos criminales?
Casares Quiroga, el
hombre de Azaña al frente del gobierno, quitó hierro a los sucesos,
calificándolos de falsos rumores, hechos sin importancia y omitió la quema de
edificios religiosos. Para la izquierda, tanto esto como la patraña, ¡el bulo!,
de los caramelos envenenados era obra de los fascistas y reaccionarios que lo
habían promovido para incitar a las fuerzas extremistas de la izquierda
socialista y a los comunistas. El ministro de la Gobernación silenció a los
periódicos madrileños para que no dieran noticias sobre estos hechos y, en el ámbito
político, se procuró ponerles sordina.
Obviamente la oposición
al Frente popular: Gamazo, Calvo Sotelo… interpelaron al Gobierno en el
Congreso, entre las interrupciones de los miembros del Frente Popular y los
intentos del presidente de la cámara, Diego Martínez Barrio, por reconducir el
debate y silenciar a la oposición. El socialista Tomás Álvarez Angulo en una
réplica a Calvo Sotelo argumentó que “La culpa la tenéis vosotros, que habéis
mandado con los caramelos a las mujeres”; la Pasionaria y Margarita Nelken –¡dos
grandes demócratas!– apuntaron la idea de que debía retirárseles la
palabra a quienes, toda la oposición, era culpable de lo sucedido en el 34 en
Asturias –el
intento de golpe de los socialistas encabezados por el Lenin español, Largo
Caballero–.
Era cierto que en su intervención Calvo Sotelo explicó, porque era verdad, cómo
los militantes de la izquierda, con la aquiescencia de alcaldes y gobernadores,
actuaban por casi toda España con total impunidad y como si fueran fuerzas del
orden: detenían, cacheaban, registraban domicilios, cerraban iglesias… y el
Gobierno no hacía la vista gorda, sino que se hacía el ciego, siendo cómplice de todas
estas ilegalidades.
Casares Quiroga, en
nombre del Gobierno, tomó la tangente de la demagogia, quiso perder a todos
entre generalidades y asuntos varios, desviaciones de lo tratado. Explicó que
los fascistas estaban representados por los diputados de la oposición en el
Congreso, y que él, incluso apuntó la idea, no permitiría que estos
movimientos, motines, etc. promovidos por los fascistas –hoy
en el Congreso se le llama "ultraderecha"– llevaran a una guerra civil
(ignoraba que esta estaba a la vuelta de dos meses y que duraría tres
interminables años).
Tras la sesión del
Congreso, como es norma, los periódicos subvencionados por la izquierda –también
los había derechistas– proclamaron las consignas lanzadas por sus
correligionarios en el Congreso, lo dicho por Casares…
El nuncio en España,
monseñor Tedeschini, hombre templado, no dejó de quejarse al Gobierno con
información fidedigna y explicó que las autoridades, cuando actuaban, solían
detener a quienes defendían a sacerdotes, monjas… y bienes de la Iglesia y
nunca a quienes los agredían o pretendían hacerlo, y lograban en ocasiones,
prender fuego a iglesias, conventos etc. Incluso, se apoderaban, con la aquiescencia de
alcaldes y ayuntamientos “de iglesias, conventos y colegios católicos, para
instalar en ellos Casas del Pueblo, escuelas laicas, salones de baile; o para
otros fines cualesquiera”. Sin duda, afirmaba Tedeschini, todo ello atentaba
gravemente contra la libertad religiosa, con la indiferencia del gobierno que
no actuaba contra los responsables “públicos y conocidos” de todos estos
desmanes. El gobierno de Casares Quiroga no se mostró en absoluto receptivo a
las quejas fundadas de la jerarquía eclesiástica.
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Toda opinión no es
necesariamente respetable, y a veces es un parapeto de papel de seda, y nulo
baluarte ante la verdad histórica que, por ejemplo, trata este libro con una
documentación y bibliografías indiscutibles. Tengo en la cabeza intervenciones
de políticos que han tratado desde la tribuna del actual Congreso, de forma
tangencial, sobre este momento histórico y no es que hayan mentido,
sencillamente se han dejado llevar por su demagogia, su sectarismo y su
ignorancia, repiten como loros amaestrados, aquello que dicen y de lo que no
saben nada. A veces me pregunto qué leerán nuestros políticos: supongo que nada
o muy poco y argumentarán, como la mayoría, que no disponen de tiempo. No
mienten, les mueve la malicia, pero no pueden mentir porque no saben y, por
tanto, ignoran de qué hablan.
Sinceramente considero
que la historia no se repite, mas estoy convencido que la necedad humana sí se golpea
más de dos veces en la misma piedra.
Seguro que cuanto
sucedió hace 88 años no tenga nada que ver con la España actual, aunque, a un
servidor, humildemente, muchos de los hechos, los modos, los sucesos, se
repiten con otros nombres y otros caramelos, pero lo hacen ineluctablemente.
(La información de lo
que aquí comento ha sido obtenida en la obra de: del Rey, Fernando, Álvarez
Tardío, Manuel, Fuego cruzado. La primavera de 1936, ed. Galaxia
Gutenberg, Barcelona, pp. 158-168).
Me parece, aunque conocida, una buena aportación a la historia. Sólo decirle al autor que hay que tratar con sutileza estos hechos de la pasada historia ya que de alguna forma pueden hacerle el "caldo gordo" a Zapatero. El auténtico maligno de lo que está ocurriendo en la actualidad.
ResponderEliminarPedro, muchas gracias por tu comentario. La Gorda llamaba Delibes en su MADERA DE HÉROE a la guerra civil del 36... Espero no hacerle el caldo gordo a nadie en este sentido y que se distiendan las tiranteces políticas, que no son reflejo de la sociedad española del día a día y alcancemos un presente ilusionante para un futuro aún más ilusionante y mejor.
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