Si queremos saber de
algún suceso en el que no estuvimos, no nos queda más remedio que acudir a
fuentes que nos den cuenta y razón de ello. Estas fuentes conviene que sean
bien elegidas porque pueden ser, por mucho motivos, más o menos fidedignas,
tendenciosas o incluso falsas. A veces, quien no sabe es como quien no ve y,
por tanto, acude a lo que tiene a mano, a lo que puede, que no a lo que le
gustaría o a lo mejor. Uno siempre querría beber en venero fiable y verdadero (“conozco a muchos
que mienten, pero a nadie a quien le guste ser mentido”, san Agustín), aun a
sabiendas de que la realidad es polifacética y puede ser mirada desde distintas
perspectivas… El error no es una mentira. Las llamadas fake son mitos
que se oponen al logos, puro relato interesado sobre la realidad, que siempre
es verdadera.
Muchas realidades
históricas las hemos aprendido a medias y a matacaballo desde que empezamos en
la enciclopedia de Álvarez hasta los sucesos que estudiamos, mal que bien, en
años posteriores. Me temo que siempre fue una construcción frágil e inestable. Profundizar
en estas realidades no es posible en un bachillerato y no todos podemos ser
especialistas en Historia, en todas las historias. No queda, por tanto, más
remedio que volver, si se tiene interés en algún momento o pasaje histórico,
sobre él y añadir más o menos lecturas hasta satisfacer nuestra curiosidad e
interés.
He publicado aquí ya
algunas entradas que tienen su origen en Fuego cruzado. La primavera de 1936 de Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío.
Recomiendo ese libro, del que hoy hago un resumencillo general para quienes no
sepan lo ocurrido en la primavera de 1936 en España.
*
* *
El libro que hoy
comento cubre el espacio temporal que media entre el 17 de febrero al 17 de
julio de 1936. Lo que los historiadores han denominado la primavera del 36,
como un período de tiempo con unidad histórica propia.
De modo, muy resumido,
puedo decir que los autores cuentan cómo entre esas dos fechas, desde la
proclamación de la victoria de las elecciones del 16 de febrero por parte del
Frente popular: una amalgama de partidos de izquierdas, unidos para hacerse con
el gobierno, encabezados por Izquierda Republicana, de Azaña, hasta partidos en
absoluto democráticos como los socialistas, comunistas, anarquistas, etc.
Las gentes de la
izquierda, enardecidas y crecidas, incitadas por sus partidos y sus sindicatos,
se lanzan a la calle para reclamar el cumplimiento inmediato de lo firmado en
la constitución del citado Frente gubernamental. Lo primero que se exige es la
aprobación y cumplimiento de la amnistía a todos aquellos que habían intervenido
en el llamado golpe del 34 en el que principalmente los socialistas habían
participado con Largo Caballero (el Lenin español) al frente en un proceso
violento, la Revolución de octubre del 34, con la intención de derrocar al
gobierno legalmente constituido (el gobierno radical-cedista, gobierno de derechas,
que dio pie al llamado por las izquierdas el bienio negro).
Las exigencias de las
izquierdas no solo alcanzan a la petición de la liberación de todos los presos
políticos, sino de todos aquellos que pudieran ser de izquierdas, comunes, etc.
Todos ellos, sean quienes fueren, debían ser repuestos en sus empleos, oficios,
etc. por parte del Gobierno que, además, debía pagar a todos ellos los sueldos
desde octubre del 34 hasta febrero del 36.
Se exige el
reparto de las tierras, lo que provoca revueltas, manifestaciones, ocupaciones
de fincas, etc. en el medio rural, donde enardecidas y radicalizadas las masas
consideran que ha llegado la hora de actuar contra el fascismo, la monarquía,
los miembros de la Iglesia y, en general, contra los propietarios (grandes o
pequeños) de empresas y fincas. No era el momento de cumplir la ley sino de
tomarse la justicia por sus manos. Se exige también que todos los
funcionarios y estamentos sean republicanizados: desde las fuerzas del
orden, la justicia, los empleados estatales, etc. y expulsados todos aquellos
que fueran sospechosos de actuar contra la República que fue creada y era, por
supuesto y naturalmente, de izquierdas, por y para las personas de esas
ideologías, y en absoluto democrática.
No se ha de olvidar que
las dos Repúblicas españolas (v. Jorge Vilches) no fueron una opción y forma de
gobierno que diera pie a unas realidades democráticas, sino un medio de
revolución para alcanzar unos gobiernos revolucionarios y, en la Segunda República,
un sistema de gobierno socialista semejante al establecido en Rusia: un espacio
utópico y feliz donde el hombre alcanzaría la felicidad sin término y carente
de problemas. El fin de la República era dejar atrás la decadencia nacional
española provocada por los problemas derivados y creados por las fuerzas
opresoras. Tras la problemática victoria en las citadas elecciones del
16 de febrero, será el jefe del gobierno Manuel Azaña y el presidente de la
República Niceto Alcalá-Zamora; ambos, digamos, no eran en absoluto amigos.
Salvador Carreras,
ministro de la Gobernación en el gabinete de Azaña, desde el primer momento se
muestra incapaz de mantener el pulso a los desmanes que se producían cotidianamente
en la España nacida de las elecciones. Azaña lo sabe y es consciente de ambas
realidades: Salvador Carreras es un inepto y la violencia va en aumento y
descontrolada, como confiesa en sus memorias personales. Tanto Azaña como su
ministro, en público, niegan a diestro y siniestro los desmanes que se están
produciendo: los minimizan y sistemáticamente, según ellos, los culpables,
incitadores, provocadores, violentos, etc. son las fuerzas fascistas de las
derechas; las izquierdas exigen la ilegalización inmediata de estas, siendo
estas el objeto del ataque de aquellas; y así ocurre con Falange Española en
marzo de ese año y sus dirigentes fueron encarcelados (característico de las
izquierdas, siempre, es laminar a la oposición, hacerla desaparecer),
Los atentados, los
tiroteos en las manifestaciones, los simulacros de entierros por parte de la
izquierda de miembros de la derecha (el de Gil-Robles era un clásico), las
atribuciones de los miembros de los partidos de izquierdas (actúan como una
policía paralela: cachean, detienen, registran hogares, etc.), asaltan casas de
derechistas o sedes de sus partidos, queman iglesias… Todo ello con la
aquiescencia del Gobierno que no quiere contrariar a los socialistas, principalmente,
que no habían querido entrar en el Gobierno y así no poner en peligro el
gobierno del Frente Popular.
Alcalá-Zamora sabe que
Azaña le miente y engaña. No lo informa de lo que está ocurriendo en España.
Los políticos derechistas en sus intervenciones en el Congreso aumentan el
número de muertos y heridos en las calles y otro tanto hacen los izquierdistas
(los autores del libro, sin embargo, llevan cuenta cabal hasta donde los documentos
lo permiten de cuántos muertos, heridos, etc. hay en España esta primavera). El
infierno, los peores, los provocadores, etc. son los otros. La verdad de la
documentación nos dice que los falangistas tienen su comandos de actuación, tal
y como los tenían las Juventudes socialistas con sus miembros también
uniformados y armados. Esa documentación demuestra que más fueron las
izquierdas que las derechas las provocadoras de la mayoría de los
enfrentamientos. La llamada Revolución del 34 dejó en manos de ciudadanos
indocumentados muchísimas armas que salieron a las calles en esa primavera para
ser disparadas en este momento y en las manifestaciones, enfrentamientos,
atentados, etc., sin que el Gobierno pudiera y menos aún quisiera atajar lo que
estaba sucediendo.
Las fuerzas del orden
que se reducían a la Guardia Civil y la Guardia de Asalto carecían de los
medios y la formación necesaria para contener a miles de manifestantes contra
los que habían de enfrentarse, a veces, menos de una docena de hombres. La
Guardia Civil, que actuaba en las zonas rurales, se veía envuelta en la negra
historia, en el falso relato, de que eran los instrumentos de los oligarcas y
terratenientes contra los jornaleros que siempre buscaban la justicia y el pan
que se les había negado durante el bienio negro y durante “siglos”; situación que
ahora ellos pensaban subvertir. En las ciudades la Guardia de Asalto se
encontraba con los mismos problemas, pero al haber sido un cuerpo creado
durante los primeros balbuceos de la Segunda República parecía no tener la mala
fama dada a la Guardia Civil, aunque la Guardia de Asalto se manchó no poco con
el suceso de Casas Viejas (1933). Los enfrentamientos entre la ciudadanía
armada, de un bando y otro entre ellos, contra las fuerzas del orden, la
radicalización de las posturas, fueron un cóctel mortal de necesidad para
muchos miembros de estos grupos citados y que Fuego cruzado investiga
minuciosamente y con datos y documentación, insisto.
Tanto la Iglesia como
sus miembros son señalados como fuerzas reaccionarias contra la que las turbas
(los dominados) atentaron sin complejo ninguno porque ellos conformaban también
parte de ese conglomerado del poder (los dominadores) que venía sojuzgando al
pueblo “durante siglos”. Las iglesias, los conventos, las residencias, los
edificios… “católicos”, insisto, y sus miembros fueron objetos de un sinnúmero
de atentados de todo tipo y así, haciendo desaparecer todo vestigio de ellos, decían,
se alcanzaría una nueva España. Monseñor Tedeschini, nuncio del Papa en España,
una vez tras otra, se queja, protesta… en sus escritos ante el gobierno por lo
que está sucediendo. Según los autores de la obra lo hace sin exagerar los
hechos, bien documentado, sabiendo de qué habla, pero todo ello no es óbice
para que el gobierno le conteste que es un problema de las provocaciones desde
el púlpito de algunos curas, de la actitud del clero en general y de su apoyo a
los poderosos. “Los otros” siempre tienen la culpa y la responsabilidad.
*
* *
Servidor, como el pobre
Antonio Machado, también se para a distinguir las voces de los ecos. Hace uso
de los medios de que dispone: lee, relaciona hechos con documentación, compara
lo que unos dicen con lo que otros argumentan… y, a servidor, los ecos de
aquella primavera del 36 les suena como lo que España vive en estos años del
llamado sanchismo, donde otro Frente Popular gobierna. Servidor ni quita ni
pone, solo pretende servirle a usted…
Insisto en que le
recomiendo el libro, que es denso y extenso, pero ahí está la obra cargada con
su documentación y sus explicaciones.
Aprender historia, dicen, tiene entre sus beneficios supuestos, no volver a
cometer los mismos errores del pasado; ignoro si es verdad. VALE.
Muy interesante y documentado el artículo de Antonio José Alcalá. Lo sigo siempre.
ResponderEliminar