19 de agosto de 2024

Rey, Fernando del y Álvarez Tardío, Manuel, FUEGO CRUZADO. LA PRIMAVERA DE 1936

 


Si queremos saber de algún suceso en el que no estuvimos, no nos queda más remedio que acudir a fuentes que nos den cuenta y razón de ello. Estas fuentes conviene que sean bien elegidas porque pueden ser, por mucho motivos, más o menos fidedignas, tendenciosas o incluso falsas. A veces, quien no sabe es como quien no ve y, por tanto, acude a lo que tiene a mano, a lo que puede, que no a lo que le gustaría o a lo mejor. Uno siempre querría beber en venero fiable y verdadero (“conozco a muchos que mienten, pero a nadie a quien le guste ser mentido”, san Agustín), aun a sabiendas de que la realidad es polifacética y puede ser mirada desde distintas perspectivas… El error no es una mentira. Las llamadas fake son mitos que se oponen al logos, puro relato interesado sobre la realidad, que siempre es verdadera.

Muchas realidades históricas las hemos aprendido a medias y a matacaballo desde que empezamos en la enciclopedia de Álvarez hasta los sucesos que estudiamos, mal que bien, en años posteriores. Me temo que siempre fue una construcción frágil e inestable. Profundizar en estas realidades no es posible en un bachillerato y no todos podemos ser especialistas en Historia, en todas las historias. No queda, por tanto, más remedio que volver, si se tiene interés en algún momento o pasaje histórico, sobre él y añadir más o menos lecturas hasta satisfacer nuestra curiosidad e interés.

He publicado aquí ya algunas entradas que tienen su origen en Fuego cruzado. La primavera de 1936 de Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío. Recomiendo ese libro, del que hoy hago un resumencillo general para quienes no sepan lo ocurrido en la primavera de 1936 en España.


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El libro que hoy comento cubre el espacio temporal que media entre el 17 de febrero al 17 de julio de 1936. Lo que los historiadores han denominado la primavera del 36, como un período de tiempo con unidad histórica propia.

De modo, muy resumido, puedo decir que los autores cuentan cómo entre esas dos fechas, desde la proclamación de la victoria de las elecciones del 16 de febrero por parte del Frente popular: una amalgama de partidos de izquierdas, unidos para hacerse con el gobierno, encabezados por Izquierda Republicana, de Azaña, hasta partidos en absoluto democráticos como los socialistas, comunistas, anarquistas, etc.

Las gentes de la izquierda, enardecidas y crecidas, incitadas por sus partidos y sus sindicatos, se lanzan a la calle para reclamar el cumplimiento inmediato de lo firmado en la constitución del citado Frente gubernamental. Lo primero que se exige es la aprobación y cumplimiento de la amnistía a todos aquellos que habían intervenido en el llamado golpe del 34 en el que principalmente los socialistas habían participado con Largo Caballero (el Lenin español) al frente en un proceso violento, la Revolución de octubre del 34, con la intención de derrocar al gobierno legalmente constituido (el gobierno radical-cedista, gobierno de derechas, que dio pie al llamado por las izquierdas el bienio negro). 

Las exigencias de las izquierdas no solo alcanzan a la petición de la liberación de todos los presos políticos, sino de todos aquellos que pudieran ser de izquierdas, comunes, etc. Todos ellos, sean quienes fueren, debían ser repuestos en sus empleos, oficios, etc. por parte del Gobierno que, además, debía pagar a todos ellos los sueldos desde octubre del 34 hasta febrero del 36.



Se exige el reparto de las tierras, lo que provoca revueltas, manifestaciones, ocupaciones de fincas, etc. en el medio rural, donde enardecidas y radicalizadas las masas consideran que ha llegado la hora de actuar contra el fascismo, la monarquía, los miembros de la Iglesia y, en general, contra los propietarios (grandes o pequeños) de empresas y fincas. No era el momento de cumplir la ley sino de tomarse la justicia por sus manos. Se exige también que todos los funcionarios y estamentos sean republicanizados: desde las fuerzas del orden, la justicia, los empleados estatales, etc. y expulsados todos aquellos que fueran sospechosos de actuar contra la República que fue creada y era, por supuesto y naturalmente, de izquierdas, por y para las personas de esas ideologías, y en absoluto democrática.

No se ha de olvidar que las dos Repúblicas españolas (v. Jorge Vilches) no fueron una opción y forma de gobierno que diera pie a unas realidades democráticas, sino un medio de revolución para alcanzar unos gobiernos revolucionarios y, en la Segunda República, un sistema de gobierno socialista semejante al establecido en Rusia: un espacio utópico y feliz donde el hombre alcanzaría la felicidad sin término y carente de problemas. El fin de la República era dejar atrás la decadencia nacional española provocada por los problemas derivados y creados por las fuerzas opresoras. Tras la problemática victoria en las citadas elecciones del 16 de febrero, será el jefe del gobierno Manuel Azaña y el presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora; ambos, digamos, no eran en absoluto amigos.



Salvador Carreras, ministro de la Gobernación en el gabinete de Azaña, desde el primer momento se muestra incapaz de mantener el pulso a los desmanes que se producían cotidianamente en la España nacida de las elecciones. Azaña lo sabe y es consciente de ambas realidades: Salvador Carreras es un inepto y la violencia va en aumento y descontrolada, como confiesa en sus memorias personales. Tanto Azaña como su ministro, en público, niegan a diestro y siniestro los desmanes que se están produciendo: los minimizan y sistemáticamente, según ellos, los culpables, incitadores, provocadores, violentos, etc. son las fuerzas fascistas de las derechas; las izquierdas exigen la ilegalización inmediata de estas, siendo estas el objeto del ataque de aquellas; y así ocurre con Falange Española en marzo de ese año y sus dirigentes fueron encarcelados (característico de las izquierdas, siempre, es laminar a la oposición, hacerla desaparecer),

Los atentados, los tiroteos en las manifestaciones, los simulacros de entierros por parte de la izquierda de miembros de la derecha (el de Gil-Robles era un clásico), las atribuciones de los miembros de los partidos de izquierdas (actúan como una policía paralela: cachean, detienen, registran hogares, etc.), asaltan casas de derechistas o sedes de sus partidos, queman iglesias… Todo ello con la aquiescencia del Gobierno que no quiere contrariar a los socialistas, principalmente, que no habían querido entrar en el Gobierno y así no poner en peligro el gobierno del Frente Popular.



Alcalá-Zamora sabe que Azaña le miente y engaña. No lo informa de lo que está ocurriendo en España. Los políticos derechistas en sus intervenciones en el Congreso aumentan el número de muertos y heridos en las calles y otro tanto hacen los izquierdistas (los autores del libro, sin embargo, llevan cuenta cabal hasta donde los documentos lo permiten de cuántos muertos, heridos, etc. hay en España esta primavera). El infierno, los peores, los provocadores, etc. son los otros. La verdad de la documentación nos dice que los falangistas tienen su comandos de actuación, tal y como los tenían las Juventudes socialistas con sus miembros también uniformados y armados. Esa documentación demuestra que más fueron las izquierdas que las derechas las provocadoras de la mayoría de los enfrentamientos. La llamada Revolución del 34 dejó en manos de ciudadanos indocumentados muchísimas armas que salieron a las calles en esa primavera para ser disparadas en este momento y en las manifestaciones, enfrentamientos, atentados, etc., sin que el Gobierno pudiera y menos aún quisiera atajar lo que estaba sucediendo.

Las fuerzas del orden que se reducían a la Guardia Civil y la Guardia de Asalto carecían de los medios y la formación necesaria para contener a miles de manifestantes contra los que habían de enfrentarse, a veces, menos de una docena de hombres. La Guardia Civil, que actuaba en las zonas rurales, se veía envuelta en la negra historia, en el falso relato, de que eran los instrumentos de los oligarcas y terratenientes contra los jornaleros que siempre buscaban la justicia y el pan que se les había negado durante el bienio negro y durante “siglos”; situación que ahora ellos pensaban subvertir. En las ciudades la Guardia de Asalto se encontraba con los mismos problemas, pero al haber sido un cuerpo creado durante los primeros balbuceos de la Segunda República parecía no tener la mala fama dada a la Guardia Civil, aunque la Guardia de Asalto se manchó no poco con el suceso de Casas Viejas (1933). Los enfrentamientos entre la ciudadanía armada, de un bando y otro entre ellos, contra las fuerzas del orden, la radicalización de las posturas, fueron un cóctel mortal de necesidad para muchos miembros de estos grupos citados y que Fuego cruzado investiga minuciosamente y con datos y documentación, insisto.



Tanto la Iglesia como sus miembros son señalados como fuerzas reaccionarias contra la que las turbas (los dominados) atentaron sin complejo ninguno porque ellos conformaban también parte de ese conglomerado del poder (los dominadores) que venía sojuzgando al pueblo “durante siglos”. Las iglesias, los conventos, las residencias, los edificios… “católicos”, insisto, y sus miembros fueron objetos de un sinnúmero de atentados de todo tipo y así, haciendo desaparecer todo vestigio de ellos, decían, se alcanzaría una nueva España. Monseñor Tedeschini, nuncio del Papa en España, una vez tras otra, se queja, protesta… en sus escritos ante el gobierno por lo que está sucediendo. Según los autores de la obra lo hace sin exagerar los hechos, bien documentado, sabiendo de qué habla, pero todo ello no es óbice para que el gobierno le conteste que es un problema de las provocaciones desde el púlpito de algunos curas, de la actitud del clero en general y de su apoyo a los poderosos. “Los otros” siempre tienen la culpa y la responsabilidad.

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Servidor, como el pobre Antonio Machado, también se para a distinguir las voces de los ecos. Hace uso de los medios de que dispone: lee, relaciona hechos con documentación, compara lo que unos dicen con lo que otros argumentan… y, a servidor, los ecos de aquella primavera del 36 les suena como lo que España vive en estos años del llamado sanchismo, donde otro Frente Popular gobierna. Servidor ni quita ni pone, solo pretende servirle a usted…

Insisto en que le recomiendo el libro, que es denso y extenso, pero ahí está la obra cargada con su documentación y sus explicaciones.
Aprender historia, dicen, tiene entre sus beneficios supuestos, no volver a cometer los mismos errores del pasado; ignoro si es verdad. VALE.

1 comentario:

  1. Muy interesante y documentado el artículo de Antonio José Alcalá. Lo sigo siempre.

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