28 de julio de 2024

“En la vejez no me abandones”



Hoy, 28 de julio, es la IV Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, entre quienes ya me sitúo porque con 63 años, se dirá lo que se quiera, se calificará como se pueda, pero uno sabe de qué habla, y cómo se nota que se va acabando la mina al lápiz. Uno se puede sentir mariposa de los campos o ruiseñor de los montes, pero no por eso deja de ser lo que es.

Leo con atención y cariño, lo medito, el escrito enviado por el papa Francisco a todos los que deseen leerlo, servidor entre ellos.

La carta, sin duda, es vibrante y emocionada en torno a esta realidad vital que es la vejez… Iba a escribir inevitable, pero no es así, porque, por los motivos que fueren, son muchísimos quienes no llegan a conocerla, no llegan a viejos y mueren antes: para que la muerte nos alcance se cumple con estar vivo. El santo padre es un hombre ya viejo y experimentado: con verlo y oírlo basta.

Hemos alargado la vida, pero no se nos enseñó a cargarla de sentido. La primera vez que esto leí y lo pensé lo hice al hilo de una lectura de Ortega, quien venía a decir eso, en una sociedad donde son bienes intocables aparentar o ser joven, ser o estar delgado y guapo, ser “rico”, tener “éxito”… son bienes imprescindibles.

¿De qué se ocupan muchos viejos? ¿Por qué hay que enseñarles a llenar su abundante tiempo? ¿Los juegos de mesa y los cuatro entretenimientos canijos tienen el fuste necesario para llevar una vida digna? Cierto que somos muchos quienes, también, más o menos viejos, seguimos cargados de proyectos y en la pobreza de carecer del tiempo que necesitamos (acabo de terminar una entrada para el blog, me pongo con esta, y tres libros empezados me miran: uno desde el atril, dos desde la mesa y alguna obra en el ordenador, que ya tintero no tengo).



Doy gracias a Dios por no haberme sentido nunca solo, aunque aparentemente, podía parecer que lo estaba. Siempre, como el papa dice, he tenido la seguridad de que siempre, conmigo, están Dios y mi ángel custodio con quienes hablo a ratos cuando ando, cuando cazo, cuando viajo, cuando rezo…

Evidente es, como el papa afirma que, si es cierto que Dios está con sus hijos, también hallamos entre muchos viejos (y jóvenes, ahora también) “el miedo al abandono, particularmente en la vejez y en el momento del dolor. […] Mirando a nuestro alrededor no nos resulta difícil comprobar cómo esas expresiones reflejan una realidad más que evidente”. 

Escribe el papa de su experiencia apostólica y vital cómo “muchas veces tuve ocasión de visitar residencias de ancianos y me di cuenta de las pocas visitas que recibían esas personas; algunos no veían a sus seres queridos desde hacía muchos meses”. Lo dice él y es cierto. No necesito decir que también yo lo he comprobado y vivido.



No está uno para enmendar la plana a nadie y menos aún al santo padre. “Las causas de esa soledad son múltiples” y enumera muchas referidas al mundo en su conjunto, mas en este primer mundo, el mundo rico occidental, es norma que la vejez, muy alargada, cuando los viejos apenas nos valemos y necesitamos de la ayuda de otros, esos otros hijos, nietos, familiares cercanos están ocupados en sus empleos y puede que no dispongan de medios para abandonar esos empleos para invertir su tiempo en el cuidado de sus mayores. Es cierto, que nos creamos unas necesidades que requieren de un respaldo económico que agotan nuestras fuerzas y apuran nuestro tiempo y no estamos dispuestos a renunciar a nuestros empleos ni a nuestras comodidades… por atender a nuestros mayores Es el momento de llevar a los viejos al asilo, el moridero, que decía Delibes (animo para el caso a leer La hoja roja del escritor vallisoletano), eso si no se les aplica directamente la eutanasia que alivia las cargas (?) de los estados. Escribe el papa: “la soledad y el descarte de los mayores no son casuales ni inevitables, son más bien fruto de decisiones —políticas, económicas, sociales y personales— que no reconocen la dignidad infinita de toda persona «más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre» (Decl. Dignitas infinita, 1). Esto sucede cuando se pierde el valor de cada uno y las personas se convierten en una mera carga onerosa, en algunos casos demasiado elevada. Lo peor es que, a menudo, los mismos ancianos terminan por someterse a esta mentalidad y llegan a considerarse como un peso, deseando ser los primeros en hacerse a un lado”.

Invita el papa a meditar el pasaje del libro de Rut y el relato de la anciana Noemíque comenta someramente. Los viejos imbuidos de una falsa culpabilidad: ese estar en medio, molestando, gastando medios del común, medicinas, residencias… deciden hacerse a un lado: no encuentran ya sentido a su existencia en una soledad imbatible en apariencia. Rut, antepasada del Mesías, no acepta la invitación de su anciana suegra y se queda con ella en contra de lo socialmente bien visto, en contra de sus intereses, en contra de lo que hará su cuñada Orpá…, que sí se marcha mientras Rut se queda y no abandona a la vieja Noemí…: se ocupa de ella.

Termina el papa su carta con los dos párrafos que reproduzco: “En esta IV Jornada Mundial dedicada a ellos, no dejemos de mostrar nuestra ternura a los abuelos y a los mayores de nuestras familias, visitemos a los que están desanimados o que ya no esperan que un futuro distinto sea posible. A la actitud egoísta que lleva al descarte y a la soledad contrapongamos el corazón abierto y el rostro alegre de quien tiene la valentía de decir “¡no te abandonaré!” y de emprender un camino diferente.

A todos ustedes, queridos abuelos y mayores, y a cuantos los acompañan, llegue mi bendición junto con mi oración. También a ustedes les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí”.

Si al principio puse el enlace de dónde pueden ustedes leer esta carta, ahora, también al final, lo vuelvo a repetir.

28 de julio, Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores: “En la vejez no me abandones” - Conferencia Episcopal Española

 

1 comentario:

  1. Pedro Caballero-Infante29 de julio de 2024, 11:22

    Y todo eso cuando la bicicleta tiene dos ruedas.

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