13 de marzo de 2023

ALCALÁ VENCESLADA-23

 

Ortiz de Lanzagorta, J. L.: BLAS INFANTE. 

                                              VIDA Y MUERTE DE UN HOMBRE ANDALUZ

La realidad es polifacética. Andalucía no tiene solo una perspectiva desde la que ser mirada, porque son muchos los modos de mirarla y los matices que muestra. Es ahí donde radica el sentido de la lectura del libro que hoy comento.

No tanto estoy varado como que he anclado en Sevilla en cuanto a la investigación de Alcalá Venceslada, que sigo desde que la comenzara en el verano del 21. Pateo la Sevilla de 1905 a 1915 que son los años en los que Alcalá Venceslada se mueve por Sevilla: ha terminado su carrera de Filosofía y Letras, sigue estudios de Derecho, busca hacer la tesis, se relaciona con reconocidos escritores sevillanos, se mueve por el Ateneo, acude al magisterio de Rodríguez Marín… y bebe de las fuentes andaluzas que manan en aquellos años de unos y otros. Entre esos otros hallamos a Blas Infante.

Menos que casi nada, como la mayoría, sabía en detalle del llamado “Padre de la patria andaluza”, lo que así dicho poco orienta. Nació en Casares en 1885, es decir, dos años menor que Alcalá Venceslada. Hijo de agricultores, entiendo que dueños de posibles, porque envían a su hijo a estudiar interno a Archidona, lo que no era renglón menor en lo económico. Estudia Derecho en Granada. Y aquí me detengo para hacer una reflexión: el poeta cabrero, Miguel Hernández, era no tanto cabrero por ser un descamisado como por ser hijo de un dueño de una buena cabaña de cabras, etc. como el padre de Infantes lo fuera de tierras… El aura de jornaleros, andarríos, desmallaos, etc. que orla a Blas Infante forma parte de la emoción lastimera y victimista que siempre producen, en la mayoría, las pobres gentes, sean las que fueren.

Desde muy pronto su cercanía al campo, el amor a su tierra, sus lecturas lo llevan por derroteros que aspiran a hacer de Andalucía una región distinta en la línea de los nacionalismos catalán y vasco; aunque depende del momento vital que escojamos. Anhela y pelea por una España federal, en la línea de lo defendido por Pi y Margall. Lucha por los derechos iguales para todos los andaluces, en principio, lejos de los partidos políticos que se le antojan a Blas Infante realidades podridas: como a Miguel Primo de Rivera y a Franco. Los amaños y las mentiras de la restauración, con el turnismo de partidos -no ha mucho he comentado en este blog una biografía de Cánovas, creador del sistema-. Poco a poco va a ir creando instituciones que fomenten la cultura andaluza y quiere extenderlas por toda Andalucía. Es ya notario en Cantillana desde 1910. Su lucha no ceja ni conoce límites. Imbuido de las ideas georgistas, defenderá el reparto de tierras, la desaparición por ese reparto de los latifundios y una Al-andalus que hunde sus raíces en la cultura musulmana (viajará a Marruecos), mantendrá algunas reuniones en Sevilla con nacionalistas catalanes como Cambó, algunas de sus ideas se aproximarán al anarquismo, hablará con José Antonio Primo de Rivera…

En Sevilla se relacionará, principalmente en el Ateneo, con personas que tienen otra visión de Andalucía. La visión de una cultura, con unas costumbres, un léxico, una idiosincrasia distinta de otras regiones españolas, pero integrada en una realidad, con siglos de existencia, que es España. Blas Infante se va alejando de este modo de mirar su tierra y será Ortiz de Lanzagorta, entiendo, quien en su obra delimitará un espacio y otro, haciendo cuasi enemigas, que no rivales ambas visiones, que no complementarias. Es cierto que el grupo del Ateneo bebe de la fuente de Demófilo -Antonio Machado Álvarez-, de Rodríguez Marín y una larga lista que no comparte la visión, digamos politizada de Infantes y sus amigos, pues la suya es una visión que desea investigar, mostrar y ensalzar una cultura apellidada andaluza.

Agitadísima vida la de notario y abogado que cambia su notaría y su bufete en función de avatares personales, familiares. Casado en el 19 con la hija rica de un hacendado sevillano, la familia de Angustias, su mujer, no verá con agrado el enlace con quien tiene vitola de izquierdista revolucionario. Tardarán en tener hijos que llegarán pasado un tiempo: tres hijas y un hijo.

Luchará en los años de la República por alcanzar un Estatuto propio para la Patria Andaluza, que no logrará. Parece que sus trabajos, sus Centros Andaluces, sus manifiestos, sus conferencias, sus escritos en revistas sufragadas por él… iba a dar el resultado esperado, mas no terminó de cuajar. Sus ideas de la Abolición de los poderes centralistas, Andalucía libre y La Federación Hispánica no hallaban eco en las mayorías que él esperaba. Su paso por la política tampoco tuvo el refrendo esperado en las urnas…

Fumador empedernido tiene una de salud quebrantada, también, por sus trabajos, viajes y desvelos… Es sacado de su casa en Coria del Río, donde se había construido una villa que llamó en árabe Dar al-Farah ("Casa de la Alegría") inspirada en la arquitectura de Al-Ándalus donde se trasladó a vivir con su familia en 1933. Tres falangistas lo trasladan junto con otros derechistas, fascistas, descerebrados, asesinos… y no deja de ser lamentable que, una vez más, no serán sus ideas las que lo incluyan en una saca y lo paseen y lo fusilen el 11 de agosto en el kilómetro 4 de la carretera de Sevilla a Carmona. Las rencillas familiares, un pleito que Infante gana a la familia de su mujer, un pariente de estos que es el gobernador de Sevilla en esos momentos y el odio harán el resto. “Infante nos ganó un pleito, pero este se lo vamos a ganar nosotros”, parece ser que dijo don Pedro Parias, tío carnal de Angustias… Así se escribe la historia.

El libro de Ortiz de Lanzagorta, podría poner muchos ejemplos, se me antoja estridente y fuera de lugar, casi desde el título. Sus desvíos literarios en los que el autor se gusta y regodea, están de más; el barroco de tantas y tantas situaciones se me antojan excesivos… Cierto que cada uno hace con lo suyo lo que puede y quiere. Los errores ortográficos y tipográficos son demasiados… Las reproducciones de textos de Blas Infante son muchas y en letras muy pequeñas para un lector que iba de paso y ya es viejo.

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