Ortiz de Lanzagorta, J. L.: BLAS INFANTE.
VIDA Y MUERTE DE UN HOMBRE ANDALUZ
La realidad es
polifacética. Andalucía no tiene solo una perspectiva desde la que ser mirada,
porque son muchos los modos de mirarla y los matices que muestra. Es ahí donde
radica el sentido de la lectura del libro que hoy comento.
No tanto estoy varado como
que he anclado en Sevilla en cuanto a la investigación de Alcalá Venceslada,
que sigo desde que la comenzara en el verano del 21. Pateo la Sevilla de 1905 a
1915 que son los años en los que Alcalá Venceslada se mueve por Sevilla: ha
terminado su carrera de Filosofía y Letras, sigue estudios de Derecho, busca
hacer la tesis, se relaciona con reconocidos escritores sevillanos, se mueve
por el Ateneo, acude al magisterio de Rodríguez Marín… y bebe de las fuentes
andaluzas que manan en aquellos años de unos y otros. Entre esos otros hallamos
a Blas Infante.
Menos que casi nada,
como la mayoría, sabía en detalle del llamado “Padre de la patria andaluza”, lo
que así dicho poco orienta. Nació en Casares en 1885, es decir, dos años menor
que Alcalá Venceslada. Hijo de agricultores, entiendo que dueños de posibles,
porque envían a su hijo a estudiar interno a Archidona, lo que no era renglón
menor en lo económico. Estudia Derecho en Granada. Y aquí me detengo para hacer
una reflexión: el poeta cabrero, Miguel Hernández, era no tanto cabrero por ser
un descamisado como por ser hijo de un dueño de una buena cabaña de cabras,
etc. como el padre de Infantes lo fuera de tierras… El aura de jornaleros,
andarríos, desmallaos, etc. que orla a Blas Infante forma parte de la emoción
lastimera y victimista que siempre producen, en la mayoría, las pobres gentes,
sean las que fueren.
Desde muy pronto su
cercanía al campo, el amor a su tierra, sus lecturas lo llevan por derroteros
que aspiran a hacer de Andalucía una región distinta en la línea de los
nacionalismos catalán y vasco; aunque depende del momento vital que escojamos.
Anhela y pelea por una España federal, en la línea de lo defendido por Pi y
Margall. Lucha por los derechos iguales para todos los andaluces, en principio,
lejos de los partidos políticos que se le antojan a Blas Infante realidades
podridas: como a Miguel Primo de Rivera y a Franco. Los amaños y las mentiras
de la restauración, con el turnismo de partidos -no ha mucho he comentado en
este blog una biografía de Cánovas,
creador del sistema-. Poco a poco va a ir creando instituciones que fomenten la
cultura andaluza y quiere extenderlas por toda Andalucía. Es ya notario en
Cantillana desde 1910. Su lucha no ceja ni conoce límites. Imbuido de las ideas
georgistas, defenderá el reparto de tierras, la desaparición por ese reparto de
los latifundios y una Al-andalus que hunde sus raíces en la cultura musulmana
(viajará a Marruecos), mantendrá algunas reuniones en Sevilla con nacionalistas
catalanes como Cambó, algunas de sus ideas se aproximarán al anarquismo,
hablará con José Antonio Primo de Rivera…
En Sevilla se
relacionará, principalmente en el Ateneo, con personas que tienen otra visión
de Andalucía. La visión de una cultura, con unas costumbres, un léxico, una
idiosincrasia distinta de otras regiones españolas, pero integrada en una
realidad, con siglos de existencia, que es España. Blas Infante se va alejando
de este modo de mirar su tierra y será Ortiz de Lanzagorta, entiendo, quien en
su obra delimitará un espacio y otro, haciendo cuasi enemigas, que no rivales
ambas visiones, que no complementarias. Es cierto que el grupo del Ateneo bebe
de la fuente de Demófilo -Antonio Machado Álvarez-, de Rodríguez Marín y
una larga lista que no comparte la visión, digamos politizada de Infantes y sus
amigos, pues la suya es una visión que desea investigar, mostrar y ensalzar una
cultura apellidada andaluza.
Agitadísima vida la de
notario y abogado que cambia su notaría y su bufete en función de avatares
personales, familiares. Casado en el 19 con la hija rica de un hacendado
sevillano, la familia de Angustias, su mujer, no verá con agrado el enlace con
quien tiene vitola de izquierdista revolucionario. Tardarán en tener hijos que
llegarán pasado un tiempo: tres hijas y un hijo.
Luchará en los años de
la República por alcanzar un Estatuto propio para la Patria Andaluza, que no
logrará. Parece que sus trabajos, sus Centros Andaluces, sus manifiestos, sus
conferencias, sus escritos en revistas sufragadas por él… iba a dar el
resultado esperado, mas no terminó de cuajar. Sus ideas de la Abolición de los
poderes centralistas, Andalucía libre y La Federación Hispánica
no hallaban eco en las mayorías que él esperaba. Su paso por la política
tampoco tuvo el refrendo esperado en las urnas…
Fumador empedernido tiene
una de salud quebrantada, también, por sus trabajos, viajes y desvelos… Es
sacado de su casa en Coria del Río, donde se había construido una villa que
llamó en árabe Dar al-Farah ("Casa de la Alegría")
inspirada en la arquitectura de Al-Ándalus donde se trasladó a vivir con
su familia en 1933. Tres falangistas lo trasladan junto con otros derechistas,
fascistas, descerebrados, asesinos… y no deja de ser lamentable que, una vez
más, no serán sus ideas las que lo incluyan en una saca y lo paseen y lo
fusilen el 11 de agosto en el kilómetro 4 de la carretera
de Sevilla a Carmona. Las rencillas familiares, un pleito que
Infante gana a la familia de su mujer, un pariente de estos que es el
gobernador de Sevilla en esos momentos y el odio harán el resto. “Infante nos
ganó un pleito, pero este se lo vamos a ganar nosotros”, parece ser que dijo
don Pedro Parias, tío carnal de Angustias… Así se escribe la historia.
El libro de Ortiz de
Lanzagorta, podría poner muchos ejemplos, se me antoja estridente y fuera de
lugar, casi desde el título. Sus desvíos literarios en los que el autor se
gusta y regodea, están de más; el barroco de tantas y tantas situaciones se me
antojan excesivos… Cierto que cada uno hace con lo suyo lo que puede y quiere.
Los errores ortográficos y tipográficos son demasiados… Las reproducciones de
textos de Blas Infante son muchas y en letras muy pequeñas para un lector que
iba de paso y ya es viejo.
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