Me desesperaba cuando, al iniciarse una película, mi padre
decía no haberla visto, cuando lo había hecho en mi compañía. Había olvidado
todo. No se enfadaba ni se inmutaba, solía decir que así, de ese modo, si era
buena, la disfrutaba dos veces.
Algo así voy a tener que decir yo con los libros… Cuando
empecé a hacer fichas -antes tuve alguna listilla-, siendo un chaval, estas
cobraban sentido porque mi neurosis me llevaba a leer uno tras otro los libros
de un autor determinado que hubiera en la llamada Casa de la Cultura y que
fuera de mi gusto. Recuerdo que, en una ocasión, cuando había empezado un libro
de Baroja y llevaba unas páginas… recordé que ya lo había leído: no había
olvidado la novela, pero había confundido o borrado el título: hago fichas y
así no me ocurre, pensaría.
Hace unos días compré este libro de
Havel y, buscando hoy otra obra en la biblioteca de casa, y veo que ya la tenía
en su sitio y figura en la base de datos como leída… Llevo casi cien páginas y
si la leí lo olvidé todo: no recuerdo nada de nada. La primera vez que me
ocurre esto en mi vida (ya sí me sucede con películas que no retengo con
exactitud, aunque sé que las he visto y las voy recordando a medida que la
trama avanza). Quizá tan solo sea que creemos que eso que le pasa a la gente
o no nos sucederá a nosotros o, más bien, pensamos que nosotros no somos la
gente.
Dicho esto me centro en el libro. Hace unas entradas, cuando
escribí sobre El poder de los sin poder decía algo así como que me
gustaría saber cómo se había plasmado el ideario y los anhelos de un Havel que
no había tocado poder cuando escribió el citado libro. ¿Cómo le fue cuando sí
lo tuvo, como presidente de Checoslovaquia y de Chequia, después…? No sabía
dónde hallar esta información desde una fuente ajena a él. Estas Meditaciones,
sin embargo, dan cuenta de lo que yo deseaba saber, pero la fuente es él mismo:
es lo que tengo.
Sin duda el refranero es, en general, si no sabio,
experimentado. “Los toros desde la barrera siempre se vieron mejor”. Cuando uno
tiene millones de personas dependiendo de sus decisiones, de las determinaciones
de su gobierno, cuando… Quizá se puede uno hacer idea, muy elemental, con solo
querer dirigir a unas docenas de ellas: realmente muy difícil y siempre se
tiene la tentación de… Dos citas me vienen a la memoria y que rebusco entre mis
notas. Afirmaba Dión Casio de Marco Aurelio que este: “Decía que es imposible
crear a los hombres tal y como querríamos que fueran, pero que había que
utilizarlos a cada uno según la tarea que era capaz de realizar”. El propio
Marco Aurelio, con un sentido tan agudo como realista, de su falibilidad y de su
experiencia, afirma que muchos hombres son incorregibles y “No dejarán de
seguir haciendo lo mismo, ¡aunque revientes!” (VIII, 4). Experiencia común,
recogida por los clásicos, por el refranero, pero… ¡porque siempre lo hay!, uno
piensa que quizá tengas más suerte, más capacidades, más… y que te irá mejor y
te haces idea de que hay más cera de la que hay, de la que arde.
Havel va describiendo en este libro
procesos que vivió como Presidente. Procesos gravísimos y muy dolorosos, como
la separación de Chequia y Eslovaquia, antes de que ocurrirá: lo que pensaba,
lo que deseaba lo que negoció, las ilusiones de millones de compatriotas, los frustrantes
fracasos terminados en el lodazal de la historia. Iniciativas de sus gobiernos,
sueños para su pueblo y su nación. La incomprensión de millones de personas… Él
en este libro va explicándose al margen de su acción de gobierno y da la
sensación de sinceridad -¿qui lo sa?-: los muy chuscos y abundantes
reveses, la incomprensión… de su acción de gobierno. ¿Era posible una política
respetuosa y sin mentir? ¿Eran posibles políticos que fueran a servir a su
patria y no a servirse de ella? ¿Era imposible una política ética? Sin duda él
lo intentó: no me cabe duda, lo creo. Sé que nadie es billete de 500 euros que
a todos gusta y nos conviene y, por tanto, serán muchos sus detractores, pero
seguro que lo hizo bien.
Leo algo sobre la actual Chequia y
tengo la impresión de que es una nación que marcha con ilusión. Entiendo que
debe de tener sus problemas como todas las naciones los tienen, como todas las
personas los tenemos, pero cargar con un arsenal ético para enfrentarse a la
realidad, en los tiempos actuales, en la política actual, es de suyo y ya de
entrada… admirable.
En los tiempos que corren leer a Havel es respirar aire
fresco y limpio de montaña.
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