El título del
libro es tan sugerente para mí que se lo puse a un blog que tuve vivo un
tiempo. Daba en él rienda suelta a mi disidencia y mi rebeldía -y mis enfados- :
creo que el hombre es el perfeccionador perfeccionable y no me resigno a la
realidad en que vivo. Siempre pensé que hay más cera de la que arde; y siempre
se puede hacer si no más, mejor. El conformismo y la apatía me repugnan, y
soportar envilece.
Recuerdo, y debo
tenerlo archivado, que incluso un verano releí esta obra tomando extensas notas
a mano. Entonces no existían los ordenadores. A veces nos planteamos qué se
puede hacer ante un mundo injusto, vil, inhumano… y quienes carecemos de poder
factico alguno bien podemos pensar que hacemos el papel de plañideras,
sufridores y quejicas. Es muy humano, no solo español, como decía Marías,
preguntarnos “¿Qué va a pasar?” y no tanto “¿Qué vamos a hacer?” y menos aún “¿¡Qué
voy a hacer yo!?”. Este libro abre puertas por las que salir cuando se carece
del citado poder.
Este libro,
publicado en un momento crucial de Occidente (Londres, 1979), y por un autor
que sufría en Checoslovaquia la opresión soviética, se editó en España en 1990,
cuando el muro no cayó, sino que fue derribado, que no es lo mismo, en 1989.
Digamos que en esta obra Havel articula posibles actitudes ante la política de
su nación: desde la perspectiva vivida, existencial, del hombre que llegó después
a ser presidente de Checoslovaquia y de Chequia, pero que entonces era un mero autor
de obras dramáticas y un disidente…, que incluso había padecido cárcel.
Vivía Havel en
lo que llamó un sistema de gobierno postotalitario: no se trataba ya de
la dictadura comunista clásica. Caracteriza en la obra a una y a otra, con qué
medios contaban antes y en aquel momento y Havel pretende armar a la sociedad
con argumentos, si se quiere, simples para que semejante entramado hostilmente
inhumano sea derribado. La piedra angular de las dictaduras postotalitarias es
la mentira, que también existe en las democracias occidentales (“solo que el
modo con que manipulan al individuo es infinitamente más sutil y refinado que
el brutal del sistema postotalitario”). Entonces y ahora: la propaganda genera
como normalidad un panorama de ideas falsas que parecen brotar de la intimidad
humana, cuando no soportan una visión limpia a la luz de la verdad… ¡ahí señala
Havel el comienzo! Frente al mundo de las apariencias que forja la imagen de
una realidad urdida por la ideología, se debe oponer la verdad: la coherencia,
que es imposible en aquellos que abastecen y alimentan la mentira. El rey está
desnudo. Muchos lo vemos, pocos los dicen, menos aún hacen algo…, pero al
alcance de todos está la condición de la disidencia: ser un disidente. Este,
para Havel, no tiene una tarea específica distinta de la que realiza a diario
en lo que llama «vida independiente de la sociedad», es decir:
los escritores que escriben como quieren […],
los filósofos, los historiadores, los sociólogos y todos los demás hombres de
ciencia que recorren el camino de la investigación científica independiente y
difunden igualmente sus obras en el «samizdat», si no es posible hacerlo dentro
de las estructuras oficiales o al margen de ellas, o bien organizan discusiones
privadas, conferencias y seminarios los profesores que enseñan en privado a los
jóvenes lo que la escuela oficial les oculta los sacerdotes que en su misión, y
fuera de ella si no se les permite, tratan de educar en una vida religiosa
libre los pintores, los músicos, los cantantes que crean, independientemente de
lo que piensen de sus creaciones las instituciones oficiales […] las distintas
asociaciones de jóvenes que tratan de substraerse a la manipulación y de vivir
automáticamente según el espíritu de su jerarquía de valores, etc., etc., etc.
Se trata tan
solo de vivir en la verdad. No debe olvidarse, no obstante, que esta
postura de franqueza debe pagar los aranceles que cobran quienes permanecen
anclados, asimilados, al sistema, de los conformistas, de los apáticos… a
quienes producirá escándalo. En aquellos años, en Checoslovaquia, suponía la
condena a la cárcel, el señalamiento público, la reducción al ostracismo: la
verdad y vivir en ella no es una actividad gratuita.
El disidente que decide vivir en la verdad rechaza toda violencia por considerarla poco radical. La violencia se queda en lo superficial. La violencia anhela cambiar un programa político, un proyecto gubernamental por otro, pero el disidente, que será tachado de subversivo, lucha por el hombre concreto, aquí y ahora, aunque el alcance de su quehacer parezca limitado, pero busca la defensa de las personas y su derecho a una vida justa y libre. La realidad de esta tarea tiene principios y fines universales: es necesario que sea así porque ese hoy y ahora, ese aquí, es un mañana y un luego y allí… Insisto: no se lucha por un cambio de sistema o de quiénes ocupan los sillones, sino que tiene un alcance muy superior que nace de lo esencial humano.
De igual modo quienes luchan por vivir en la verdad tienen que saberse en el torrente cotidiano del vivir. No sirven sociedades burbujas, culturas paralelas…, sino que esas estructuras paralelas son necesarias para hacer advenir la verdadera vida digna. Me resulta curioso cuántas veces repite Havel la palabra independiente. Así los centros educativos deben ser independientes porque la escuela estatal, se supone, como la Universidad estatal están mediatizadas por el adoctrinamiento… Cuantos hemos padecido el chirimiri a la intemperie comprendemos por qué se llama también “calabobos”: poco a poco va mojando, calando… Así ocurre en la formación, educación en los centros donde hay maestros y profesores doctrinarios que se ocupan del chirimiri ideológico que adiestra el pensamiento, que manipula a sus alumnos, que no son formados en la verdad, sino conformados a las doctrinas de quienes desean perpetuar el mundo de las apariencias y de la mentira donde viven instalados. El dominio de los medios de comunicación y su sesgo ordinario acomodan el pensar de hoy y los centros educativos el de mañana.
La etiología del problema humano y social, según Havel, se halla en una idea que apuntó ya Heidegger: “Nuestra atención se dirige casi inevitablemente hacia lo más esencial: hacia la crisis de la civilización actual en su conjunto, esa crisis que Heidegger describe como la perplejidad del hombre ante el poder planetario de la técnica”. ¿El dictado de la técnica, su imposición, es la que nos ha llevado a la situación actual? No lo sé: se me antoja un diagnóstico simple. Cierto que tanto él como Heidegger hablan de un hombre al que “Solo un dios puede salvar” (Heidegger), un hombre que “no tiene salida no dispone de un pensamiento, de una fe y mucho menos de una concepción política que le permitan ser de nuevo dueño de la situación impotente, observa cómo el instrumento que ha creado le atrapa inexorablemente en su frío mecanismo arrancándole de todos los vínculos naturales (por ejemplo, de su «morada» en el sentido más variado del término, incluida su morada en la biosfera) y le aleja de la experiencia del ser para encerrarlo en el «mundo de la existencia»”. Creo que el aterrizaje del hombre en el mundo de las apariencias, de la mentira, del desamparo… es fruto de la pérdida de su dimensión ética: ¿esa pérdida arranca de la soberbia de un hombre que se cree Dios y se olvida de este, lo mata o…? Si no hay Dios no hay ética; si el hacer u obrar del hombre carece de ética… es porque no es propiamente humano… Se abren de par en par las puertas del mundo al mal. Se acabó la verdad que nos hace libres y con ella el padre de la mentira campa franco con su egoísmo, su codicia, su soberbia, su lujuria…, sus ansias incontenibles de poder. Y la “revolución existencial” de la que él habla ya se produjo hace veintiún siglos, cuando Dios sale al encuentro del hombre y no es recibido en su casa (Juan 1:11). En el capítulo 21 aporta Havel las soluciones políticas concretas que considera pertinentes. Ignoro los detalles concretos de sus gobiernos… ni sabría dónde recabar esa información desde otra fuente distinta a él mismo. No sé qué hallaría en un libro suyo que no he leído, Sea breve, por favor.
Dicen
que Diógenes, de día y con un candil encendido, vagaba por la calle y al ser
preguntado por la causa de semejante tarea respondió: “Busco a un hombre”. El
paralítico evangélico, que nunca accedía a las aguas donde poder curar su
carencia, también al ser preguntado por Jesús responde algo parecido: Hominem
non habeo… Y otro tanto me pregunto yo: ¿dónde los hombres, las mujeres,
las personas… capaces de una tarea como la aquí someramente comentada y apenas
apuntada por Havel?
No hay comentarios:
Publicar un comentario