Hace muchos años, pero no
recuerdo cuándo exactamente, leí por primera vez de punta a rabo Azul de
Darío. Era joven, un bachiller quizás no más. Lo vuelvo a hacer ahora de nuevo enterito.
Entre entonces y ahora solo había leído algún cuento, algún poema suelto de esta
obra. Las sensaciones y memorias que tenía son las que ahora hallo: una
exuberancia léxica y temática excéntricas, excesivas, fenomenales. No, no son
de mi gusto. No lo fueron no lo son.
La prédica del Modernismo traído
por Rubén fue, sin duda, un revulsivo, una renovación necesaria, aire fresco
para la poesía del momento. Valera lo explica en la recepción de su prólogo que escribió para el libro. Sin duda se
renuevan los manidos temas de la poesía infumable del realismo (Campoamor,
Núñez de Arce…), el léxico se tensa y pule, hallamos nuevos brillos e
irisaciones en los temas, pero me quedo con el Modernismo de la segunda hora,
el Modernismo peninsular que ya, domesticado, hallamos en las Soledades.
Galerías. Otros poemas machadianas de 1907, en las Arias tristes de
Juan Ramón, donde la poesía se sosiega y se matiza con la herencia del tardío
romanticismo español de Bécquer y Rosalía, excesivos estos también para mí en
estado puro.
Por razones académicas en la
secundaria y en el bachillerato se habla y cita esta obra, Azul, y mucho
de su autor, Darío: pocos son los alumnos que recuerdan apenas estas referencias.
Sí puedo fijar con certeza absoluta cuándo leí por única y última vez Prosas
profanas: 1986; hice un trabajo académico-escolar, terminaba otra carrera y
estaba entonces en la mili. Se dice de Azul, y su trascendencia, y de la
importancia de Darío en España y su presencia en la Literatura de finales e
inicios del siglo XX, pero no recuerdo nunca haber leído la obra ni como alumno
ni como profesor la leí con mis alumnos: siempre se citó de pasada. Como
profesor sí he leído algunos poemas sueltos como contraste con las obras
citadas arriba de los Machado, Juan Ramón… No más. ¿Imprescindible? Creo que es
excesivo el adjetivo, pero sí necesario, interesante leer en algún curso Azul,
más en cuál… Hoy por hoy en la secundaria los textos clásicos, canónicos o como
quieran llamarlos no son del gusto de los alumnos y el profesorado más busca
este que la lucha contra él en la lectura de una obra “que se quedó de pie”,
que diría Alfonso Sancho. El Quijote, La Celestina, el Lazarillo…
se leen en secundaria y en 1º de bachillerato adaptados…, pero dejemos esta
guerra ya perdida…
No siendo Azul plato de
especial agrado para mí, he disfrutado, sin embargo, releyendo, recordando,
refrescando en las fuentes del Modernismo de Darío.
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