Ser exhaustivo sobre
cuanto sucede en Cataluña requiere unos conocimientos de los que carezco y un
espacio muy distinto al presente. Ya lo han hecho historiadores y pensadores de altura, confianza y fuste. Servidor
deja paso, mas no sin antes echar su pobre cuarto a espadas.
En la obra que aquí se
comentó sobre Eugenio d’Ors se explica con detalle cómo el nacionalismo
catalanista se posiciona en todos los ámbitos sociales con la finalidad de
crear un imperio, como dirá Prat de la Riba, a partir de la patria catalana: “La tierra catalana es la patria
catalana; todas las generaciones la han constituido. De modo que cada nación ha
de tener un Estado, pero Cataluña tiene además una misión imperialista cuyo
marco son los pueblos ibéricos desde Lisboa hasta el Ródano”. En esa línea, sin
desmayo, sin tregua, trabajarán periodistas, historiadores, pensadores,
políticos, profesores, empresarios… de pensamiento nacionalista durante
decenios. Sin prisa, sin pausa, con un plan trazado con mimo, sutil y sútil que no hilvanado, van avanzando
hasta plantear a España innumerables problemas y discordias, escarceos, debates
y traiciones, a lo suyo, que no es lo de todos los españoles y ni lo de todos
los catalanes, pasito, desde sus ideas excluyentes, siempre que España mostró
alguna debilidad o alguna fisura. La meta, inequívoca e inexcusable, la
independencia: los medios no importan, solo el fin. El problema del
nacionalismo catalán no empezó con la declaración de independencia el 27 de
octubre de 2017… Ni era una cortina de humo para tapar la corrupción catalana
de Convergencia y los Pujol… El problema nacionalista ni siquiera tiene su
arranque en la transición de la dictadura de Franco a la Constitución del 78.
La misión de la política es «edificar un mundo compartido», como
escribió Jaspers. Eso solo será posible mediante la palabra; esta permitirá
avanzar hacia un mañana en el que «la dignidad humana coincidiría con la
condición humana en la Tierra» (Hannah Arendt). Hoy, que de modo fehaciente en
España y allende sus fronteras, el populismo y el nacionalismo han unido sus fuerzas,
conviene releer a quienes nos recuerdan que la verdad es necesaria, que el
hombre es el animal que habla, que puede razonar y que debe amar, ¡pero solo se
puede hablar si existe acuerdo con la realidad que es la verdad!
Orwell, que conoció Cataluña, que padeció los nacionalismos, insistió en esa flexibilidad de estos para interpretar la realidad: «Si el líder dice que tal evento no
ocurrió, pues no ocurrió. Si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos son
cinco. Y eso -añadía- me preocupa más que las bombas». El
patriota, continuaba, tiene «devoción por un lugar y una forma de vida que no se quiere imponer»; el nacionalismo, sin
embargo, es «inseparable de una ambición de poder que pretende esclavizar la
vida de todos los hombres».
Para el nacionalismo, esa forma de totalitarismo, no hay
inocentes: el distinto, quien está al otro lado de la tapia, de la alambrada es
un candidato a la reclusión y el
exterminio. Con los totalitarios muere la realidad, el diálogo, la verdad y la
política. El diálogo con el otro es inviable, el entendimiento mediante la
palabra imposible. El yo necesita al otro para existir, expandirse y crecer.
Fuera del diálogo –necesario, constituyente–, lo que resta ya no es humano. El
mal radical es la antesala de esta situación, donde el «querer» se convierte en
«padecer» y el verdugo se perfila como el último hombre, pues es el único que
conserva la condición de sujeto en un sistema basado en una relación asimétrica
con el otro. En una dictadura, el yo sólo se relaciona con el otro para
cosificarlo, justificando de ese modo su dominación y aniquilación. La historia
deviene en naturaleza, regresando a un estado premoral. Es el fin de la
política, la actividad que ha rescatado al hombre del automatismo del instinto.
Las personas, esos animales, racionales, dependientes se reducen a bestias… El
nacionalismo totalitario catalán, entiendo queda retratado.
Caigo en el error: mea culpa. Intento hacer lo que nunca se debiera:
acometer la labor de convencer a quien no QUIERE convencerse.
Termino
estas líneas hoy día 12 de noviembre de 2019, cuando el PSOE llega a un
precario preacuerdo -que he leído- con Unidas podemos… y yo doy fe hoy de lo que veo y entiendo que sucede en Cataluña.
Gracias por su paciencia.
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