2 de abril de 2019

Capella, Jacinto: LA VERDAD DE PRIMO DE RIVERA. INTIMIDADES Y ANÉCDOTAS DEL DICTADOR



Que unas cosas llevan a otras a nadie le cupo duda nunca: es la vida, y así se reaviva la memoria. Leyendo la biografía de José Antonio Primo de Rivera, me llamó la atención un librillo del año 33, La verdad de Primo de Rivera. Intimidades y anécdotas del Dictador, escrito, a juzgar por lo que en él se cuenta, por un periodista segundón, pero muy amigo del Prior, como era conocido sottovoce Primo de Rivera entre sus allegados, un tal Jacinto Capella de quien nunca antes oí hablar.

Ya me advirtieron que el libro no es una joya en casi ningún sentido: no está especialmente bien escrito, ni cuidada ni pensada su estructura, dubitativamente hagiográfico, etc., pero este tipo de obras marginales con aire de rareza siempre me han tentado como lo hacen las veredas poco transitadas: ¿adónde el camino irá?

El autor nos va contando de forma desordenada por medio de anécdotas quién fue Primo y cómo era. La verdad del autor es que de cada una de estos sucesos puntuales quiere sacar unas consecuencias que no siempre parecerán evidentes al lector: una golondrina hace primavera, parece defender. En ocasiones se repiten algunos de los sucesos contados páginas arriba, y  Capella echa mano de ellos, como si de trapo para todo se tratara. El libro, lo digo de una vez, merece la pena leerse porque es simpático y no porque vayamos a aprender gran cosa sobre la vida del Dictador. El periodista tiene cierto gracejo a la hora de contar en el modo en que lo hace, se nota pluma baqueteada en los medios y de ello, sin duda, saca partido.

Jerezano y de familia noble y más que acomodada, fue Primo hombre de carácter flexible, actitud que en varias ocasiones alaba el autor porque considera –y lo comparto- que “La terquedad es solo patrimonio de los orgullosos y de los cretinos” (p. 167) y ninguno de estos defectos tenía el general. Se le consideraba un africanista, con todo lo que esto supondría después, porque en África desarrollo gran parte de su notable carrera militar, aunque estuvo en Cuba, Filipinas y tuvo muchos destinos en la Península: todo ello lo trata Capella de forma muy superficial, haciendo referencia a alguno de sus destinos, con motivo de algo que al pelo le venga, pues la perfecta sensación de la obra es que, como he escrito arriba, está más bien articulada por las ocurrencias del autor, que por una estructura preestablecida: no me extrañaría que el autor la hubiera redactado siguiendo el veleidoso sendero de las papeletas que hubiera escrito para no olvidar anécdotas, sucesos, comentarios, etc.

Capella comenta que el gran defecto del general, bien conocido por todos, era su vicio por el juego, en el que llegó a perder ingentes cantidades de dinero. No deja de ser curioso, sin embargo, que también el periodista califica al Prior de austero, siendo jugador empedernido y despilfarrador… Ya se ve que todos los caminos llevan a Roma.

No fue mujeriego una vez casado, pero sí fue acusado de borracho, cosa que tampoco fue, pues Capella le acompañó en muchísimas y diversas circunstancias y en ningún momento lo vio nunca bebido. Es cierto que en aquella, y hasta no ha mucho, en esta España de machotes siempre como medio de degradación del enemigo se acusó a este de bebedor y maricón (recuérdese, por ejemplo, a Pepe Botella, que no fue bebedor); hoy, bendito sea Dios, por el contrario, ser maricón es un marchamo de buena ley (y es que los tiempos cambian y con ellos las percepciones y parece que también muta la realidad).

Me ha hecho gracia que como Unamuno, ese intelectual que le cayó a Primo, y de lo que nada se habla, sino de modo muy oblicuo, este era tan verborrágico como aquel. Parece que, cuando estaba de buen humor, era muy hablador y que lo hacía con gracia y ocurrencia. Era también grafomaníaco y con lápiz que no con pluma; bien conocida es esta otra faceta del general, pues con frecuencia por boca de ganso –el mismo Capella era uno de ellos- escribe artículos que se publican tal cual en la prensa, firmados por periodistas “amigos”, “conocidos”, “partidarios”… del general.

Como se va leyendo por lo que escribo, no se hallan en el libro realidades de gran calado, que nos describan de cuerpo entero, en su circunstancia a Primo, sino lo que arriba anuncié: anécdotas, sucedidos, ocurrencias… del autor que pretender, sin embargo, revestirse de verdad en torno a Primo de Rivera: generoso, de gran corazón, fiel amigo, sincero, buen gobernante, comprensivo… para su amigo Capella que cuenta cómo lo lloró cuando noticia tuvo de su fallecimiento.

Se comprenderá que el libro, que no es difícil de conseguir, tampoco es que sea obra común, puede facilitar un agradable rato al lector que se interese por esta veredilla marginal en torno al Dictador. Esta obra sin grandes pretensiones es amable.


No hay comentarios:

Publicar un comentario