Todo recuerdo que del rencor vive
se llama odio. Todo recuerdo que el perdón promueve es paz. El perdón lleva al
orden y este a la paz. El rencor activa, agita, desasosiega y trastorna a quien
lo estimula y lo sufre. El rencor no cesa nunca hasta que el objeto de su odio no desaparece,
o muere el rencoroso. Puede ser camino largo, larguísimo y triste, y arduo, y truculento,
y traumático. Quien perdona, lo hace de ofensa verdadera, real, y ni siquiera
necesita la petición del culposo, del ofensor… Y así podríamos seguir por estos derroteros de odio y perdón. Dos amores
fundaron dos ciudades… escribió el Obispo de Hipona… Una de las dos Españas… escribió el poeta sevillano.
* * *
El presidente de España durante
unos meses entre 2018 y 2019, un tal Pedro Sánchez, todo rumboso él, con el
dinero de los españoles y el perdón de estos en su bolsillo se ha ido, casi un
siglo después, más chulo que un ocho, a pedirles disculpas a los españoles que
se exiliaron tras la Guerra Civil.
Nieto de encarcelados en la
guerra por los rojos en Jaén, pariente de paseados
por los rojos en Jaén… insisto en que no tengo por qué pedir perdón ni a los
exiliados de ningún sitio, ni de ningún momento, por motivo alguno. ¿De qué pediré
perdón cuando no he ofendido a nadie? Hacer eso es pacata necedad propia de un
débil mental como Sánchez, el ridículo.
A veces, cuando hablo del exilio,
y lo he hecho durante décadas con motivo de los escritores que se marcharon de
la España franquista, explico con la mayor justicia y verdad que me alcanza. No
fueron ni 500.000 ni 600.000 los exiliados, como muchos repiten mintiendo; ni
todos ellos huyeron de la postguerra, del desacomodo con el régimen dictatorial
que se avecinaba, ni eran todos catedráticos de universidad ni habían recibido
un Nobel, ni escrito Campos de Castilla.
Hoy los datos son bastante fiables y podemos hablar de unos 440 o 450.000
exiliados… Muchos de ellos se marcharon porque el cabeza de familia debía de irse
por motivos de lo más variados: había criminales y asesinos –que los había–,
gente que había hecho sangre y daño aprovechando la guerra; muchos dignos
militares republicanos, de distintas graduaciones, que habían defendido la
causa perdedora. Hubo quienes se
marchaban por sus ideas: Ortega, Marañón, Ramón, Machado… Por sus implicaciones
políticas: Negrín, Azaña… Los hubo que se marcharon por miedo a unos u otros:
Juan Ramón Jiménez y Zenobia por miedo a los rojos (agosto de 1936). Hubo quienes
ya tenían proyectado marcharse y aprovecharon para no volver: Pedro Salinas (que
se fue a Estados Unidos y allí lo esperaba su joven y guapa amante). Hubo
militares que se quedaron y padecieron penas de cárcel: Buero Vallejo… Hubo
escritores que no pudieron exiliarse: Muñoz Seca y Lorca (ambos fueron
fusilados). De aquellos primeros 440.000 que se marcharon muy pronto volvieron
a España, se calcula que un 50% porque, visto lo que sucedía, no tenían nada
que temer.
Los franceses, como buenos
vecinos, con quienes nos odiamos cordialmente, sí que debieran de pedir perdón
a los exiliados que encerraron en campos de concentración en condiciones
infrahumanas. Ellos, que no habían intervenido por intereses varios en la
guerra fratricida recién terminada, que cerraron su frontera en el 46: años del
hambre, del racionamiento, de la autarquía, de muerte… ¿Dónde estaban los
amable vecinos de la libertad, la igualdad y la fraternidad? ¿Dónde está el tal
Sánchez que no se ha presentado en la puerta del Eliseo a reclamar el perdón
que supuestamente, en mi nombre, llevó a los pies de Machado y Azaña como
representantes del exilio español? Y, visto desde hoy, qué culpa tienen los franceses
de la Francia actual de lo que decidieran e hicieran sus gobernantes del año 39
con su presidente a la cabeza, Albert Lebrun, si no me falla la cabeza…
No es bueno quien levanta causas
de odio ya casi olvidadas… No: no es bueno. Me temo que sea una mala persona.
Hoy quienes defienden la Ley de memoria histórica hablan de la justicia que se
hace con los fusilados, los asesinados… ¿de veras existe justicia para ellos? “Porque
con los otro ya se hizo antes”, ¿de veras que se hizo justicia con quienes fueron
asesinados en una cuneta y con sus familias? La justicia es dar a cada uno lo suyo
y la vida no se puede devolver ya hoy a unos y otros y se hace imposible el
castigo en quienes asesinaron, el castigo se quiere infligir e imponer a sus
descendientes… ¿es acaso razonable?
* * *
El odio, como los malos vinos, es
cabezón, testarrón, terco… No lo padezco en ningún sentido. No odio ni a rojos
ni nacionales, ni a franceses ni a Sánchez, aunque ciertamente este, con su
cinismo y su desvergüenza, me pesa como una losa de vino que soporto con
estoicos pensamientos. Cuando un tonto toma una vereda… se acabará esta, mas no
el tonto que sigue y sigue… apasionado en su necedad, imbatible, inaccesible por
el desaliento. Dios nos dé paciencia.
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