8 de abril de 2019

344-CHARLIE-SALIDA- DEJAD QUE LOS MUERTOS DESCANSEN EN PAZ


Todo recuerdo que del rencor vive se llama odio. Todo recuerdo que el perdón promueve es paz. El perdón lleva al orden y este a la paz. El rencor activa, agita, desasosiega y trastorna a quien lo estimula y lo sufre. El rencor no cesa nunca hasta que el objeto de su odio no desaparece, o muere el rencoroso. Puede ser camino largo, larguísimo y triste, y arduo, y truculento, y traumático. Quien perdona, lo hace de ofensa verdadera, real, y ni siquiera necesita la petición del culposo, del ofensor… Y así podríamos seguir por estos derroteros de odio y perdón. Dos amores fundaron dos ciudades… escribió el Obispo de Hipona… Una de las dos Españas… escribió el poeta sevillano.

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El presidente de España durante unos meses entre 2018 y 2019, un tal Pedro Sánchez, todo rumboso él, con el dinero de los españoles y el perdón de estos en su bolsillo se ha ido, casi un siglo después, más chulo que un ocho, a pedirles disculpas a los españoles que se exiliaron tras la Guerra Civil.

Nieto de encarcelados en la guerra por los rojos en Jaén, pariente de paseados por los rojos en Jaén… insisto en que no tengo por qué pedir perdón ni a los exiliados de ningún sitio, ni de ningún momento, por motivo alguno. ¿De qué pediré perdón cuando no he ofendido a nadie? Hacer eso es pacata necedad propia de un débil mental como Sánchez, el ridículo.

A veces, cuando hablo del exilio, y lo he hecho durante décadas con motivo de los escritores que se marcharon de la España franquista, explico con la mayor justicia y verdad que me alcanza. No fueron ni 500.000 ni 600.000 los exiliados, como muchos repiten mintiendo; ni todos ellos huyeron de la postguerra, del desacomodo con el régimen dictatorial que se avecinaba, ni eran todos catedráticos de universidad ni habían recibido un Nobel, ni escrito Campos de Castilla. Hoy los datos son bastante fiables y podemos hablar de unos 440 o 450.000 exiliados… Muchos de ellos se marcharon porque el cabeza de familia debía de irse por motivos de lo más variados: había criminales y asesinos –que los había–, gente que había hecho sangre y daño aprovechando la guerra; muchos dignos militares republicanos, de distintas graduaciones, que habían defendido la causa perdedora. Hubo quienes se marchaban por sus ideas: Ortega, Marañón, Ramón, Machado… Por sus implicaciones políticas: Negrín, Azaña… Los hubo que se marcharon por miedo a unos u otros: Juan Ramón Jiménez y Zenobia por miedo a los rojos (agosto de 1936). Hubo quienes ya tenían proyectado marcharse y aprovecharon para no volver: Pedro Salinas (que se fue a Estados Unidos y allí lo esperaba su joven y guapa amante). Hubo militares que se quedaron y padecieron penas de cárcel: Buero Vallejo… Hubo escritores que no pudieron exiliarse: Muñoz Seca y Lorca (ambos fueron fusilados). De aquellos primeros 440.000 que se marcharon muy pronto volvieron a España, se calcula que un 50% porque, visto lo que sucedía, no tenían nada que temer.

Los franceses, como buenos vecinos, con quienes nos odiamos cordialmente, sí que debieran de pedir perdón a los exiliados que encerraron en campos de concentración en condiciones infrahumanas. Ellos, que no habían intervenido por intereses varios en la guerra fratricida recién terminada, que cerraron su frontera en el 46: años del hambre, del racionamiento, de la autarquía, de muerte… ¿Dónde estaban los amable vecinos de la libertad, la igualdad y la fraternidad? ¿Dónde está el tal Sánchez que no se ha presentado en la puerta del Eliseo a reclamar el perdón que supuestamente, en mi nombre, llevó a los pies de Machado y Azaña como representantes del exilio español? Y, visto desde hoy, qué culpa tienen los franceses de la Francia actual de lo que decidieran e hicieran sus gobernantes del año 39 con su presidente a la cabeza, Albert Lebrun, si no me falla la cabeza…

No es bueno quien levanta causas de odio ya casi olvidadas… No: no es bueno. Me temo que sea una mala persona. Hoy quienes defienden la Ley de memoria histórica hablan de la justicia que se hace con los fusilados, los asesinados… ¿de veras existe justicia para ellos? “Porque con los otro ya se hizo antes”, ¿de veras que se hizo justicia con quienes fueron asesinados en una cuneta y con sus familias? La justicia es dar a cada uno lo suyo y la vida no se puede devolver ya hoy a unos y otros y se hace imposible el castigo en quienes asesinaron, el castigo se quiere infligir e imponer a sus descendientes… ¿es acaso razonable?

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El odio, como los malos vinos, es cabezón, testarrón, terco… No lo padezco en ningún sentido. No odio ni a rojos ni nacionales, ni a franceses ni a Sánchez, aunque ciertamente este, con su cinismo y su desvergüenza, me pesa como una losa de vino que soporto con estoicos pensamientos. Cuando un tonto toma una vereda… se acabará esta, mas no el tonto que sigue y sigue… apasionado en su necedad, imbatible, inaccesible por el desaliento. Dios nos dé paciencia.


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