26 de abril de 2023

394-CHARLIE-SALIDA- 6º de Mundología. Los guiris pululan: ¡OJO turistas!

 


Querido charlie:

Vengo de visitar una ciudad que ahora sería llamada superturística…, es decir: en el superlativo español de toda la vida: muy turística.

Me lo he pasado bomba porque siempre me gustaron y disfruté de ver los títeres y más aún si son de balde. Bien sentado en los márgenes del paso de riadas de turistas… ¡bomba! Con su guía al frente, desordenaditos, casi sin hablar entre ellos, con sus pinganillos, multiformemente uniformados… ¡la leche! Te cuento, charlie.

En las guerras carlistas, lo aprendí escribiendo Escalera de sinvergüenzas, se les llamaba guiris a los cristinos. Pasados de moda los cristinos, se dice y se usa más, lógico, para identificar al no autóctono y en particular a aquellos de allende las fronteras. Ahí está. Aluviones de guiris la mayoría… ¡un lujazo para la vista, para la contemplación! Se aprende la tira dándole al ojo. Lo decía el Bizcocho: “El hombre es un peazo de carne, lo que trabaja es la vista”.

Vamos al estudio sociológico en la asignatura de 6º de Mundología. Observo: Todas las parejas llevan mochilas. Él la carga a la espalda, sin distinción de edades. Ella va con las manos sueltas: bolsos pocos (“Ojo con los nativos que te lo birlan too”, les habrán advertido). El uniforme consta siempre de forma invariable: de calzado cómodo y ropa ligera. La temperatura solo soportable para los naturales del lugar. Rostros generalizados de cierto sofoco. Zapatillas de deporte la mayoría: imposible ver dos pares iguales. Si papá, mamá y niños… todos con zapatillas distintas… Algunas espectaculares: las de ellas, si la usuaria es española, llevan una especie de plataformas que les otorgan diez centímetros suplementarios de estatura y un riesgo del 100% de dar un cepazo de boca que para qué las prisas y adiós a los implantes. Pantalones cortos ellos y ellas, si son guiris americanos; los alemanes, nórdicos e ingleses pantalón ligero de trekking -senderismo en español-; si españoles, blusón amplio y falda holguera; ellos calzones milrayas o semejantes. Abundan las gorras y se ve algún sombrero de modelos variados: panamás, de loneta, etc. Solo algún español joven lleva la gorra con la visera en el cogote. En general, salvo españoles y alemanes, todos los guiris son viejos y delgados. Los españoles tienen pinta de jubilatas y con unas panzas como la mía. Igual los alemanes. ¿Cómo diferenciarlos? Por la estatura, por la tez morena de los naturales del país y rojiza los teutones; y por el calzado: los españoles antes de salir de su pueblo se han comprado unas alpargatas deportivas en una tienda local y las lleva nuevas y recién estrenadas; los alemanes, muchos de ellos, son amigos de llevar los dedos al aire y no son pocos los que usan curiosas sandalias: de cuero, deportivas de goma… Que no falten las botellas de agua que van rellenando en las fuentes: no está la vida para comprar ni agua. En estos grupos no he visto ni un zapato. Alguna bota de senderismo, si son centroeuropeos. Los únicos que así van: Si pareja de homosexuales, muy agarraditos de la mano: manifestación de su orgullo.

Aparte. Hay guiris, por el camino los vi, que salen de unos hotelazos de cinco estrellas. Estos no van en la tribu ambulante de paparazis aficionados, que no ven ni miran ni contemplan, sino solo fotografían para luego verlo de verdad en su casa o, sobre todo, enseñarlo a los amigos… La realidad, parece, solo existe para terminar hecha fotografía. Han aprendido de los japoneses: ¡por cierto!, he visto pocos. Te decía del guiri del taco: hotelazos, vestidos con elegancia, incluso con corbatas ellos, zapatos finos, relucientes… Un mercedes alquilado con chófer a la puerta. Ellos hacen como el florentino: pasan y miran sin detenerse tras los cristales tintados. Gentes aparte.

Hay un grupo intermedio que se mueve en taxi. Muchos taxis que van y vienen. Hay familias que se han contratado solo para ellos un guía. Oigo decir a uno de estos: “Se come bien en general. Más caro o más barato, según el sitio”. Me recuerda al profeta: “¿Mañana? ¡Puee que llueva o puee que no llueva!”. Acierta fijo. Merecerían comentario aparte los guías, pero, ya puestos, que se acomoden en este párrafo: variopintos por sus vestimentas, edades, dispositivos y distintos paraguas a modo de banderín de desembarco para no perderse entre el bullicio y los callejones.



Tropa trotona y arriscada son los niños. Ellos van triscando entre la troupe. Hijos de los más jóvenes, nietos de los más viejos. ¡Ni puñetero caso al guía y ni una mala mirada a nada! ¡Qué coño le importará al chiquillo si la sinagoga es cristiana, musulmana o judía…! ¿Sabe acaso el zagal -y sus padres- qué es una sinagoga y…? Ellos van a lo suyo. Alguno va feliz comiendo helado.

Oído a lo siguiente: Entre el grupo se ven unos tipos macizos por muchas horas de gimnasio. Camisetas de manga corta. Dos tallas inferiores a la suya. Bíceps tatuados. De los hombros les nacen ¡no unas paletillas, sino un jamón de vaca! ¡Todo cecina! También resaltan unas tías no llamativas, sino explosivas: unos senos de 6000 o 10000 € el apaño del tamaño, la tersura y la tiesura. Esos labiazos… ¡Dan miedo ellos y ellas! Si te miran, te perdonan la vida. ¡A ver!

Ha sido por casualidad. Me he sentado justo donde se despide a los grupos. Se deshacen en parejas, por lo general, y después vagabundean sin rumbo por la ciudad con su mapa doblado en la mano. A las 12:00 desaparecen por ensalmo. El sol está muy alto y las torcaces arrullan entre las ramas de los falsos plátanos.

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