1 de septiembre de 2022

Melchora, Fernanda: TEMPORADA DE HURACANES

 


Decía Cela que se extrañaba de aquellos que le colgaron el sambenito de ser el creador del tremendismo, y verdad es que no fue él su iniciador, y se escandalizaban, sin embargo, y se rasgaban sus vestiduras, cuando se había salido no hacía mucho de una guerra fratricida donde no se dejó de tocar ninguna tecla de las teclas más viles del horror: ninguna. Él seguía el principio stendhaliano de pasear el espejo por el camino que, su maestro, don Pío Baroja, aplicó a sus novelas. Así, una obra era, o podía ser, lo que el espejo reflejase, no más. Se guardaba el gallego un razonamiento en la manga y es que se puede pasear el espejo por espacios muy diversos, con inclinaciones muy distintas y etcétera, es decir: que uno escribe lo que quiere o lo que puede y baja las escaleras como le da la real gana.

Algo de esto sucede con la novela Temporada de huracanes. Su autora, me da la impresión, de que ha paseado, y en su derecho está, el espejo por lo más sórdido del vivir mejicano. Quienes estamos lejos y ajenos de esos mundos tanto acá, a este lado del charco, como de allá, quiero decir, de los miserables espacios sociales, de su escoria, donde el viento arroja, arrumba y arrincona lo más roñoso y vil de una sociedad de por sí, por desgracia, escasamente bienoliente… no dejamos de asombrarnos. El viento empuja y la voluntad pone su parte. ¿Pueden existir espacios donde se conciten la miseria económica, moral, ética… en los grados en que Fernanda Melchor nos describe? Estoy segurísimo de que es posible: la mayoría de nosotros hemos visto, aunque, gracias a Dios, no conocido de primera mano hasta dónde puede llegar la indignidad humana en los campos de concentración, y no solo los nazis… El libre albedrío, que no la libertad, pues de esta carecen esas personas, puede llevar a perversiones y modelos sociales, personales, abominables. Por esas realidades ha paseado Fernanda Melchor su espejo.

Nos muestra un submundo del submundo social mejicano donde se dan cita lo peor que nos podamos imaginar: relaciones humanas inhumanas, pues solo puede ser inhumano lo referido a las personas… No son relaciones bestiales de cualquier tipo, no: son relaciones propias de degenerados al borde de la irracionalidad (que también solo puede ser cometida por ser racional), de personas degradadas que se dan entre conocidos, compadres, familia, etc. y donde acampa la escoria moral con absoluta placidez y concordia: “es lo normal”. Drogas, prostíbulos, muerte, crímenes, vilezas, relaciones más que tóxicas, explosivas e infames… van y vienen con absoluta anormal normalidad.



El gran acierto de Melchor, a mi entender, es que ese mundo pringoso y denso por su sustancia, por su esencia, casi diría, es reflejado y contado con un estilo igualmente denso y atosigante desde el punto de vista formal. Utiliza la autora una narrativa que huye de los signos de puntuación común e hila toda su narración a base de una gran economía de estos. Numera ocho capítulos que son un descanso para continuar la peste viva de inmediato. El lector poco atento, imbuido en la narración, no percibe el sentido de esos saltos de capítulos, sino que sigue enredado en un sinfín de expresiones mexicanas ajenas al habla española, en mi caso. Las expresiones, las palabras específicamente mejicanas sorprenden al no familiarizado con este léxico, pero pasadas unas páginas, las que sean, quedan como un soniquete de ambientación que nos recuerda que estamos en México, pero no el México lindo y querido, sino en el México hundido en la miseria por la incultura, la drogadicción, la pobreza, la injusticia…

La trama y el argumento son simples. La singularidad de estos no es otra que la narración continua y entrelazada de lo cotidiano de unos seres Excluidos-autoexcluidos, marginados-automarginados, discriminados-autodiscriminados que eligen el pozo ciego y el estercolero de la sociedad para bañarse en la inmundicia.

Se me ha hecho larguísimo el libro y vomitiva su lectura. Parece que uno aprende, pero no aprende, por lo que se ve, tanto como parece.

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