Lo dijo Dios hecho hombre. Y quien esté
libre de pecado… Pues eso: que todos nos equivocamos. Me recomienda el libro un
antiguo alumno quien, a su vez, ha recibido la sugerencia de alguien que no sé
si es escritora y estuvo en el jurado que otorgó el premio a la obra ganadora
(obra que no he leído). Esta de Giménez le pareció a ella mejor que la ganadora,
más digna del primer premio. ¿Es cuestión de gustos?
Hablo con este antiguo alumno, escritor,
amigo… de las composiciones de los jurados de concursos literarios. Ignoro cómo
se buscan los miembros de estos: quiénes son, cómo son…, qué buscan y premian,
qué saben, qué quieren, qué pauta tienen para valorar una obra…, por qué se
otorga el premio a esta y no a aquella. No lo sé.
Después de tantos años haciendo crítica,
sí crítica de libros, no voy a exponer mi pauta para valorar una obra, porque
depende del tipo de que se trate, pero de forma ligera, diré que para mí una
buena obra es aquella que está bien escrita al menos formalmente (me habla mi
antiguo alumno de obras que ganan premios con faltas de ortografía, solecismos,
etc., que se descalifican solas); en las que hay adecuación entre la redacción
y la finalidad supuesta del autor y la que busca el lector; tiene, al menos,
cierta belleza, cierto interés, es armónica en sus partes y en el desarrollo
del argumento, la estructura, aporta algún bien… y su lectura satisface al
lector (lo que piense el autor es otro negociado: me temo que es raro el autor
que se siente totalmente satisfecho con su quehacer creativo, sea del ámbito
que sea). Me paro, sin perderme, que no quiero, en hermenéuticas y etcétera.
No, esta obra no me ha satisfecho en
absoluto. Razonablemente bien escrita. La autora sabe qué hace, pero a mi
juicio se equivoca en el desarrollo del argumento. La estructura no es
fácilmente discernible para el lector: ¡no digamos ya por un supuesto lector de
10 años!: no es fácil comprender el progreso de la trama porque la autora, se
puede comprobar al leer pocas páginas, parece que se mueve a golpe de
ocurrencias. La sintaxis interna de la misma, digamos, tiene muchísimos
anacolutos. El lector se siente zarandeado de un asunto a otro a golpe de
sucesos…: la vida como a las bestias, le sucede a los personajes: no eligen,
sino que son llevados de continuo. Los hechizos, el fatum los arrastra
al capricho del hada, en este caso, su autora.
Recuerdo una conferencia vieja de
Torrente Ballester (escribir ahora solo Torrente, podría ser
anfibológico; antes, no) en la que hablaba de la fantasía y de cómo esta ha de
tener una coherencia interna para no acabar en un disparate surrealista. En
esta obra lo que simboliza tal o cual personaje, hecho, ocurrencia… da la
impresión de que ha sido creado a posteriori: se le ha asignado una
significación arbitraria. Insisto: el lector se ve empujado y arrastrado, con
los personajes, y su mundo por una especie de daimon… No insisto: me planto.
Para mí, en estos vericuetos, tienen cobijo los cuentos de Vasilisa y la
situación de la historia en algún lugar del espacio ruso (isba, matrioscas,
verstas...), y su happy end…, aunque el lector no sabrá qué había tras
la nieve y el sugerente y extraño título: Voy a contaros la nieve. A lo
peor todo, como la autora escribe en la página 59, “¡Es una idea disparatada!”.
Me ha recordado el Jinete sin Alma, Cara
de Escarcha, al doctor Jekyll y a míster Hyde, con la diferencia de que aquí no
hay mezcla de bien y mal, sino solo un mal representado por el varón, una
especie tristísima de don Juan Tenorio, sin Calderón… El fervorín feminista de
la página 133 da quizá algunas claves de por qué solo los hombres cercanos a
las protagonistas “son buenos” y el resto, todos los varones de la novela, son
malos… Engañan y hacen sufrir a las mujeres, de ahí la ciudad ideal -presente
en la obra- de un mundo solo de mujeres maravillosamente tejedoras…, como
Vasilisa, la pobre, que nunca iba a ser tejedora…, pero se pasó toda la novela tejiendo
una bufanda… que era un puente…
A veces se pierde el pan, el collar y el
perro. Creo que no es este el caso. La autora quiere llevar a caballo de los
sucesos al lector niño, ansioso especialmente de novedades (Cupidíssima
bestia…), pero no acierta en la armonía, el equilibrio entre lo que narra,
los personajes, el argumento… Da la impresión de una obra precipitada. Y yo me
quedo con el perro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario