Urigüen,
Begoña, Orígenes y evolución de la derecha española: el neocatolicismo
La lectura de este largo y detallado
estudio del tema que su título indica, en mi caso, no tiene más interés que
hallar en medio de este supuesto galimatías, que la autora deshace con
facilidad, claridad y pruebas sobradas y documentadas, la figura de Orti y Lara,
motivo de varias entradas previas en este blog, y el origen de un pensamiento
conservador concreto en España.
Ciertamente todo esto, digamos, me
coge muy a trasmano de lo que algunos podrían entender es el núcleo de mi
estudio sobre la vida y parte de la obra de Alcalá Venceslada. No lo pienso yo
así o, al menos, no me incomoda alargarme a la lectura de obras que ciertamente
no están en el meollo de mi trabajo. Mi idea es que el estudio que intento debe
incluir un apartado que señale el pensamiento de Alcalá. Por circunstancia
vitales de este, entiendo que hay una línea ideológica familiar que nos lleva a
un pensamiento, en general, conservador, llámese también en sentido genérico,
de derechas -hoy carente, creo, de verdadero significado-. Alguien
podría aducir que apellidarse Alcalá o ser pariente de Orti y Lara no lo condicionaba
absolutamente, pues sería un sociologismo falaz, su pensamiento político o su
actitud ideológica. Incluso se podrían aportar datos familiares, ciertamente
más lejanos, de familiares conocidos a nivel andaluz que defendieron posturas
liberales y que llegaron a ser, con el paso de alguna generación, socialistas
conocidos a nivel de toda Andalucía. Considero, sin embargo, que en su caso se
puede filiar un determinado pensamiento, una cultura, unas actitudes, una
formación.
Dicho esto, digamos que para la
autora: no cabe duda de que el neocatolicismo es el precedente del fututo
integrismo y que halló en la postrera década del reinado isabelino (1857-1868)
los acontecimientos y circunstancias en los que el neísmo llegó a perfilar su
figura de manera más acabada. Para la autora es muy importante desde el
principio de su obra dejar bien claro que sus estudios le llevan con claridad a
demostrar que el grupo de los neocatólicos no se deben confundir con los
carlistas; aunque hubiera miembros de esta ideología en el grupo neocatólico,
pero estos proceden de una escisión del grupo moderado y terminarán siendo
integristas. Sin duda la clave que soporta todo este complejo arco es Cándido
Nocedal. Personaje de nuestra historia no solo política, a quien dedica muchas
páginas siguiendo sus pasos vitales, sus escritos, sus conciliábulos
político-periodísticos, sus acuerdos con otros personajes de la política del
momento, etc. Escribe Juan Valera de Nocedal: “Lo cierto es que el señor
Nocedal había llegado poco a poco, cuando vino a ser ministro de Narváez a tal
situación de espíritu que tenemos que calificarle de lo que entonces se llamaba
neo-católico. No nos atrevemos a decir si estaban ya claros y distintos en su
mente los fundamentos de su nueva política reaccionaria; pero distintos o
confusos, estos fundamentos eran los mismos que Donoso Cortés había tomado de
Bonald y de Maistre divulgándolos en España”. Como se ve para los coetáneos
atentos seguidores de la política, eran evidentes los orígenes ideológicos y el
camino recorrido por quien fuera, en muchos sentidos, cabeza de la corriente.
Para la autora, en sus conclusiones, queda claro que “En cuanto a los neos o el
neo-catolicismo creemos haber aclarado la nebulosa con que ha venido envuelto
este término incluso ante muchos contemporáneos. No se trata meramente del
reflejo político del catolicismo ultramontano, sino que es un grupo político
concreto, procedente del partido moderado, nutrido de políticos jóvenes y
desconocidos, con un buen componente de aristocracia predominantemente del
siglo XVIII, en el que parece descubrirse una especial presencia de miembros de
la Compañía de Jesús”.
No se deben confundir a los
neo-católicos con los seguidores de Balmes, para quienes buscan la unidad de
todas las tendencias políticas bajo una única legitimidad dinástica. Más
adelante se tratará de la unión de todos los católicos para la defensa de la
religión al margen de sus ideas políticas; y como grupo nunca pensaron en el
Poder y siempre pretendieron separar la política de la religión; “en este
sentido son los más puros desde el punto de vista religioso y de servicio a la
Iglesia”.
Los neocatólicos nacen bajo el amparo
ideológico de Donoso y como reacción temerosa que cree en la inexorable
correlación entre la revolución liberal y la revolución social. El cauce
político será el Gobierno de Bravo Murillo en el que los hombres de Donoso,
como Gabino Tejado, Nocedal y Navarro Villoslada ocupan cargos en el Ministerio
de Gobernación. Ciertamente, entre los neocatólicos, que se pensaban la
quintaesencia del espíritu católico, y donde de todo había, muchos pensaron que
era un medio, aliados con elementos eclesiásticos, para acceder al Poder y, sin
embargo, por ejemplo, el hijo de Nocedal, Ramón, seguidor del pensamiento de su
padre se “dedicó a la tarea específica de crear opinión católica por medio del
periodismo”, y alejado del interés político y ese Poder con mayúscula.
Es esencial para la autora dejar negro
sobre blanco, para comprender los procesos de constitución y consecuencia de
los distintos movimientos “La distinción entre carlismo, tradicionalismo
donosiano o neísmo y catolicismo liberal”. Para la autora es importante
recalcar que “La fusión de los tradicionalistas con los carlistas fue tan total
que no sólo aquéllos pasaron a ser los hombres de confianza del nuevo
Pretendiente, Carlos VII, sino que el nombre mismo de Tradicionalismo pasó a ser
patrimonio del carlismo cuando los tradicionalistas donosianos, futuros
integristas, abandonaron la legitimidad carlista”.
Dedica la autora muchas páginas a un
estudio de la prensa de las derechas y sus rivalidades entre sí: “La
Esperanza, el Pensamiento Español y en buena parte La Regeneración
figuraron siempre entre los periódicos más vendido de España”. Generalmente las
disputas entre estas cabeceras, sus directores y sus redactores tenían que ver
con asuntos de cuestiones doctrinales y casi siempre político-teológicas.
Obra larga, de fácil lectura, con
comentarios opinables, como en toda investigación: cada uno hace lo que quiere
con la suya, y quien esté libre de ellos… Me ha parecido un libro agradable,
aunque ciertamente mis pesquisas no iban al detalle de cuanto en él se
explicaba, sino que, más bien, iban camino de otros derroteros más generales.
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