Hace doce días, unas
horas antes de que sucediera, anuncié que Putin invadiría Ucrania. No me equivoqué
por desgracia. No tenía más información que el conocimiento de mi calle. Putin
es un hombre malo, una mala persona… como tantas con quienes nos cruzamos a diario.
La diferencia entre estas y Putin estriba en que él es muy poderoso: nada se
interpone entre sus deseos y sus obras, entre lo que quiere y lo que hace: nada
se lo impide, nada le incomoda y si lo hace lo barre. Carece de escrúpulos: es
un tipo que acalló su conciencia. Ignora lo que es el mal o el bien. Eso lo
decide él desde su personal perspectiva en su mundo carente de límites. Ninguna
ética, ninguna moral distinta a la dictada por él para él mismo le guía.
Ucrania está dos calles
más arriba de donde vivo. Lo que estamos viendo en periódicos, vídeos, en la
televisión no es un juego de ordenador, ni una película. Es la realidad. Cuando
escribía hace doce días, unas horas antes de que sucediera… millones de
personas aún estaban, como usted y como yo, en su universo de realidades
vitales minúsculas, insignificantes, cotidianas: la cita con el dentista, los
problemas de la niña en el cole, los kilos de más que tenían y le atormentaban,
la fecha del parto inminente, si usar este dentífrico o aquel, si comprarse unos
zapatos nuevos en las quintas rebajas, la molestia de las mascarillas… y de
pronto todo se ha esfumado. No es un juego de ordenador, ni una película… no es
una invención, no es literatura, así, de pronto, súbitamente, en unas horas…
sus vidas, las vidas de MILLONES DE PERSONAS se han volatilizado, han cambiado,
ya no se acuerdan de los kilos de más, ni de la corbata nueva, ni del libro que
leían con tanto afán, ni del coche magnífico que deseaban comprar, su bebé está
ya en un mundo tan distintos como incomprensible hoy… NOS HA ESTALLADO LA
GUERRA en el barrio, en la puerta de casa. El vecino, el tipo rubio de mirar helado,
el gachón del tercero o del cuarto, no sé: ese que tantas veces vimos, ese con
quien nos cruzábamos en las escaleras del telediario, que parecía normal, y con
quien coincidíamos en la radio de la panadería, ese quídam de quien habíamos
oído hablar en la barbería, un tipejo de aspecto vulgar, ordinario, corriente,
de pronto…, ese que se apellida PUTIN, ha organizado la mundial. Lo ha hecho de
forma caprichosa. Él encarna al asesino que tiró a su mujer por la ventana, el
que ahogó a sus dos hijos, es quien atracó a la vieja vecina del bajo, el
mismito que mentía sin inmutarse, ese que sin decirlo obraba a sabiendas de que
él y solo él es lo primero y más importante de cuanto imaginar se pueda. Es la
mujer que envenenó a su esposo poquito a poco, la chica esa que dejó a su bebé
recién parido envuelto en una bolsa de plástico. El niñato del cuchillo que
cercenó la vida de otro de la calle que no le caía bien y que lo había mirado
mal, según dijo… Es el tendero que nos engaña en el peso o en los precios o en
la calidad. Es ese que no miente del todo ni dice nunca la verdad, ese que vive
en las medias mentiras y las verdades improbables. Aquel que dice que las
mentiras piadosas sirven para andar más firme y estable por el mundo, aquel que
está seguro de que la mentira se puede decir si es pequeña, si pesa poco… Aquel
que afirma que los judíos tienen la culpa de todo y por eso organiza un horno
para millones de ellos. Ese vecinete rubiejo del tercero o del cuarto, que
nunca estoy seguro de cuál es su piso, ese que dice okupar el piso de enfrente
porque allí viven vecinos que son unos nazis o unos tíos que no le caen bien, y
como él es muy muy poderoso, y todo le importa un pito, derriba la puerta y se
hace con el piso entero, por sus pistolas, con chulería, caiga quien caiga,
muera quien muera… ¿Qué le importa a él que sean miles o millones? Él va
derechito a lo suyo, movido por su egoísmo, por su poder por su capricho…
Y mi calle no es ya
como hace doce días. Mi calle ha cambiado. Usted y yo en este mundo global,
nosotros, los de ayer, ya no somos los mismos. Carece de interés la cita del
dentista, la molestia de la espalda y los versos de un libro tan amable que
hace unos días leía… Nada de todo ello hoy importa. En menos de cinco horas, si
esto desemboca en una guerra atómica, y puede ocurrir, insisto: EN MENOS DE
CINCO HORAS… podemos morir, usted y yo, sin poder evitarlo, ni poder hacer nada…
MÁS DE NOVENTA MILLONES DE PERSONAS. Pueden morir más de noventa millones de
personas en menos de cinco horas.
Ahora, cuando no parece
no existir el covid, cuando la pandemia fue un resfriado con millones de muertos
en todo el mundo: papá, la abuelita, el tito y la vecina, ahora, justo ahora
cuando estábamos empezando a mirar el mundo sin mascarillas ni gafas empañadas,
ahora: el malvado vecino del tercero o el cuarto, que no lo sé, organiza la
mundial… otra GUERRA MUNDIAL.
No, que no está loco,
ni viene de tomar copas ni cañas… es un tío malo… una mala persona, peor que el
tío del saco, peor que el sacamantecas… otro iluminado y arrastrado por el MAL
y el MALIGNO.
Es hoy, ahora, en este
momento irrepetible e irrenunciable, y no pretendo ser catastrofista, ahora es
el momento de nuestra vida para hacer un examen profundo del mal, del mal que
hacemos, cada uno, con esa mentirijilla piadosa, con la comprensión y
justificación de ese mal que hace el vecino, el amigo, ese que disculpamos
porque en realidad… Es el momento de comprender que estamos en manos de otro, en
manos de un vecino del tercero o del cuarto, sepa Dios, que se apellida PUTIN,
ese hombre gris, ese ser insignificante que tiene en sus manos el poder de demoler
el mundo, nuestro mundo. Y siento unas irrefrenables ganas de vomitar, y no es
por miedo.
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