4 de febrero de 2022

459-Alcalá, Antonio José- CUENTOS PARA TI

Dice Platón que nadie sabe menos de su obra que el propio creador de la misma. Es posible que así sea para Platón y sus ideas, pero lo cierto es que, de algunos aspectos, nadie puede saber más de su obra que el mismo autor, no en vano este es su padre y algo sabrá de su creatura.

Hago una parada en la investigación sobre Alcalá Venceslada, con quien ya llevo desde septiembre. La pausa en la investigación y el comentario de este libro mío se justifican en el deseo que tengo de publicarlo. No es esto una justificación, es una explicación para los amigos que siguen este blog… y que me han preguntado por el cese de publicaciones en un mes… Continúo de inmediato con Alcalá Venceslada… Esto es un mero paréntesis.

El libro lo componen cuatro fábulas en prosa que escribí hace muchos años. El cuento que dio pie al libro, es decir, a los otros tres cuentos que lo conforma, fue el primero de la serie, dedicados a dos niñas, entonces muy pequeñas, y ya dos señoras casadas. El motivo para escribirlo era hacerles un regalo y dar una pequeña lección de cómo escribir demoradamente (el ritmo narrativo intempestivo de la trama es error común en las composiciones escolares de cuentos), sin forzar los tiempos y las estructuras, disfrutando con la escritura de la narración misma… (como todo hay que decirlo: una de ellas quería ser escritora; ahora ya no lo sé). Una realidad trajo a otra y esta a la tercera y tras esta vino la cuarta: cuatro cuentos, uno por estación del año.

Una vez acabados, en este tiempo pasado, he leído alguno de estos cuentos en clases de ESO, principalmente en 3º o incluso 4º. Los chicos siempre gustaban de ellos, pero ignoraban muchas expresiones que hay en ellos, palabras, no identificaban los nombres de pájaros (y eso que el instituto estaba en un ámbito bastante rural)… He vuelto a repasarlos de cabo a rabo: ¡siempre se hallan erratas! He cambiado algunas expresiones, he pulido alguna oración…, pero he deseado ser fiel a la concepción con que lo escribí… He mantenido un vocabulario rico y no siempre fácil para los conocimientos léxicos de muchos: no serán pocos los chicos -y los adultos- que, de leerlo, requerirán de un diccionario, pero me pregunto… ¿Alguien nació sabido o todos hemos aprendido buscando pacientemente en un diccionario? Ahora incluso tenemos la facilidad, y la rapidez, de buscar las palabras en un ordenador, incluso de ver el significado de palabras concretas en las imágenes que sirve Google, por ejemplo… No he eludido tampoco una sintaxis que busca la belleza, ni el uso de figuras: hipérbatos, metáforas, símiles… que procuran la eufonía o esa armonía que aproxima al conocimiento por la imaginación a una pretendida hermosura. No eludí el uso de símbolos, de circunloquios y conté con ciertos conocimientos previos del lector necesarios siempre que nos enfrentamos a cualquier lectura…, y que, de no tenerse, puede ser momento de adquirir…


Las historias están inspiradas en hechos próximos a mí, es decir, con cierto grado de realidad que ha sido sublimada, distorsionada… y que, como en algunas películas se decía: “todo parecido con la realidad es pura coincidencia”. Si es cierto que estos cuentos en su lectura y corrección me han llevado a situaciones muy concretas, algunas de ellas dolorosas, no lo es menos que he olvidado muchos de los extremos que en ellas hay… olvidé lo general y se ve que me quedé con lo concreto.

Me alejé de la moralina de las fábulas que me contaron libros de mi infancia donde al masticar el azúcar apelmazada en el pastel… me lo hacía desagradable. He procurado que el dulzor y el sabor a cacao, a vainilla, a canela o ¡al acíbar!... estuviera difuminado, se percibiera como un regusto de fondo que agrada saborear, que no todos los paladares perciben del mismo modo, con la misma intensidad, pues cada uno es cada cual y baja las escaleras como quiere…, y como quiere… percibe o no, asume o no…

Pretendo que estos cuentos vayan ilustrados. Las ilustraciones no saben que irán en el libro porque aún no existen y los cuentos no han opinado de ellas por el mismo motivo… Me ilusiona esta parte, digamos, de la obra pues es la primera vez que en mis libros cuento con un ilustrador y lo es de fuste… Quiera Dios que atinemos en la producción de este libro que deseo que vea la luz en el año en curso… ¡Ya veremos!, que dijo un ciego a otro. [Estas ilustraciones son de Juan Eduardo Latorre y están registradas]

He de confesar, por último, que al finalizar la lectura de estos cuentos salgo de un mundo con un sabor a hace muchos años, con unas sensaciones amables… de tiempo pasado… o de haber sido yo quien pasé.

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