458-Gutiérrez Rojas,
Luis: LA BELLEZA DE VIVIR. TODOS LOS PROBLEMAS TIENEN SOLUCIÓN
Por norma es extraño
que a quienes somos muy lectores nos regalen libros que no hayamos pedido,
mostrado interés por ellos, etc. Lo de regalarnos un libro, digamos, al buen
tuntún es anormal. Sin embargo, este ahora que comento me lo regalan con la
explicación de que oyeron a su autor hablar en la radio y leyeron un comentario
en la prensa “Y me recordó a muchas de las explicaciones y argumentos que tú
usas… ¿Lo tienes?”. No, no tenía el libro ni había oído hablar del autor,
aunque el apellido es de raigambre psiquiátrica en Granada, ¡por parte del
galeno que no del paciente! (aunque nadie está libre…). Gracias a quien me lo
regalo, Pilar, mi mujer: gracias María Pilar.
Este libro me parece un
artefacto concentrado y logrado. Estoy seguro de que su autor: estoy seguro,
podría escribir páginas enteras de algunas de las afirmaciones que hace en
breves oraciones simples. El libro divulgativo obliga a la oración corta,
sentenciosa, de pase recortado, una chicuelina, un trincherazo -que dirían los
taurinos- porque el público y la obra lo exigen. Faena lograda.
No estoy seguro qué o
quien aporta más, si el Rojas psiquiatra -con muchas consultas a sus espaldas-
o el Rojas persona atenta…, con experiencia: padre, estudiante, profesor,
vecino, conciudadano… que, a base de sentido común, dice lo que cualquier
persona, inteligente y con matrícula de honor en la difícil asignatura de la “mundología”;
supongo que ambos, pero no es menor el aporte, digamos, del segundo. Creo que
el libro puede ser agradable para cualquier tipo de lectores, incluidos quienes
somos felices y además lo estamos por norma… Se ve por sus comentarios que es persona
que dedica tiempo, el que sea y pueda, a la educación de sus hijos: me parece
capital para un padre que quiera ser feliz. Insisto es persona que está ojo
avizor, avisado…-¿podría un psiquiatra genuino y eficaz no serlo?- de cuanto le
rodea: el cine, la televisión, los periódicos, las calles…, ¡el refranero!:
fuente de sabiduría experiencial y si no, que se lo pregunten a Sancho Panza y
a su padre, don Miguel de Cervantes.
Nos encontramos además
con un médico leído (cita no solo a algunos colegas, sino también a Faulkner,
Russell, Julián Marías (padre), Chesterton… ¡y a mi amigo Manolo Álvarez
Romero!...). No se muerde la lengua, lo que considero capital: hacerlo por
norma, estoy con él, si no es pusilanimidad es cobardía (la parresia es
obligatoria en quien desea ser feliz, pues la verdad, el bien y la belleza son
trascendentales necesarios para que, desde una correcta antropología, perdón
por la siguiente palabra, funcione adecuadamente la persona… y se ponga
en camino de la felicidad).
Creo que todos los
libros o autores que cita, y algunos más, sobre la felicidad y que de ella han
tratado y sus aledaños, desde el mundo clásico hasta no ha tanto, servidor
dice, modestamente, los tiene leídos y anotados, que no aprendidos al dedillo,
pero sí que le ayudaron a la meditación serena de quienes sobre la felicidad y
la vida lograda dijeron, pensaron, ensayaron, vivieron…
Recuerdo un detalle de
la defensa de mi tesis, ayer por la mañana, ¡hace ya muchísimos años!, una
persona del tribunal -recuerdo quién era- me dijo, como aporte sustancialísimo,
que “podría usted haber hecho” y “también podría haber hecho esto otro”… Y mientras
yo simulaba tomar nota de sus magníficas ideas pensaba: “incluso podría no
haber hecho la tesis y, sin embargo, aquí está para que usted juzgue lo que hay
y no tanto lo que falta” (que suelen hacer los malos profesores). Algo así me
ha pasado con esta obra: echaba de menos aquí tal idea, tal pincelada… Decía
Leonardo Polo que ante la duda siempre conviene actuar, hacer…
porque el ser es más perfecto que el no ser… ¡Pues ahí está este libro que me
parece un bien tangible, legible, entendible, amable, recomendable…!
Cierto que es difícil
para el lector… menos batallado, experimentado, vivido… comprender y encajar
tantas piezas como el puzle de la felicidad requiere poner en su sitio: además,
aun cuando la felicidad sea definible grosso modo y para la mayoría -eso
de que cada uno tiene su idea suelen decirlo quienes no tienen ni idea
de qué sea la felicidad y menos aún la suya-, es cierto que esa autopista
general por donde todos los felices caminamos tiene, además, las rodadas
personales, los pasos propios, el sentido particular…, pero no hay felices
andando por los barbechos, los añojales, los pedregales, los barrizales ¡y los
eriales! Liegos les llaman en La Mancha y eso por mucho que, como a Jaimito,
les guste el olor del amoniaco… Por muy particular que uno sea, original,
inteligente… el coche de gasolina no se mueve si llenamos el depósito de
gasoil: no funciona, que escribí arriba.
No con todo estoy
totalmente de acuerdo; lógico. Hay afirmaciones arriesgadas, por ejemplo:
veamos… Es cierto que, en general, no es fácil cambiar, pero luchando contra
los defectos, se puede pulir ¡y mejorar! La expresión “perder el tiempo” es muy
atrevida: Recuerdo que se me decía en mi casa que “perdía el tiempo con mis
amigos”, sin embargo, si los amigos lo son de verdad y lo que nos ocupa es
bueno, el tiempo no se pierde… “se invierte”, que para eso está. Santa Teresa
nunca dijo aquello que dice el mosaico de mi cocina “Lee y conducirás…, etc.”
ahora se le llama a todo eso fake, pero es un error, un patinazo del que
nadie está a salvo…: ¡gazapos que se cuelan! Me planto, pero no sin añadir:
Supongo que el autor no me leerá, pero si lo hiciera, le hago el favor de
ayudarle… En el buscador del ordenador, en su texto original, escriba la
palabra cosa y su plural y le asombrará la de veces que tira y abusa de
ella para referirse a realidades con nombre, pero… la pereza mental -quien esté
libre…- nos aboca a abusar de ella; hay veces en que en dos renglones se
repiten dos o tres veces… La segunda parte de su título, que se lo habrá puesto
la editorial, es de un voluntarismo sangrante: no, por desgracia, no todos los
problemas tienen solución…
Gracias por su libro, profesor Gutiérrez Rojas, lo he disfrutado… y he aprendido, recordado… Ha sido una actividad felicitaria, que llamaría Marías, padre. ¡Y ya llegará la cátedra, si llega, don Luis!
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