Querido charlie:
He entrado en la botica
del barrio. “Buenos días” he dicho al entrar. No hay respuesta ni de clientes
ni de boticarias. ¿Será una convención de sordomudos ciegos? Creo que no.
Habla un señor con un
amigo en la barra de un bar. Le pregunta por su madre. El interpelado no
contesta: sigue hablando de banalidades, pero no da información alguna sobre su
madre, mayor y quizá enferma. Bla, bla, bla…
El paciente anhelante
por su preocupación e ignorancia pregunta al médico, que tras la mesa escribe,
por la dolencia que padece, su alcance, le traslada su inquietud. El médico
calla y escribe. ¿Desprecia al paciente? Espero que no. Sigue en lo suyo.
El alumno que, con la
mano levantada y tras recibir el permiso del profesor que explica, pregunta por
un suceso que este expone y que el discente no comprende del todo. El alumno
mira al profesor muy atento. El profesor observa al alumno que se apresta a
tomar nota. El profesor sigue su explicación como si nada hubiera sucedido,
como si la pregunta no se hubiera formulado… ¿Cómo si el alumno no fuese una persona
presente? ¿Lo desprecia explícitamente? Espero que no. Va a lo suyo.
Estas situaciones que
te expongo, charlie, a modo de ejemplo para ilustrarte lo que quiero decirte
son inconcebibles y próximas al surrealismo. Todas las calificaríamos de
situaciones donde quien calla y no contesta es un maleducado, un grosero, un
descarado insolente… En fin. El animal, racional y dependiente por otros
animales racionales e igualmente dependientes ha sido despreciado: el silencio
comunica tácita o explícitamente que “Usted no es nadie para mí”, “Su intento
de comunicación es nulo”: “Fideo que no te veo, cartucho que no te escucho”,
que decíamos los niños de mi barrio… Ni te atiendo, ni me importas… Has quedado
reducido a báscula del peso, a botellín de cerveza, a fonendo o a una mesa más
del aula: no eres nadie, eres algo.
Todo esto, así visto,
charlie, es terrible: la dignidad de la persona reducida a objeto se puede
manipular, se puede de él abusar, usar y tirar, incluso se le puede quemar en
un horno por millones porque no son uno a uno un alguien sino algo. Admito que
me fui a un extremo, si quieres, pero los grandes fiascos de la historia, sus
naufragios execrables… empezaron por detalles en apariencia sin importancia. “Eso
no es nada”, “No pasa nada”, “No es para tanto”, “No se ponga así”…
En la época de la
sobreinformación, cuando todos tenemos medios de comunicación en exceso, no
deja de ser curioso que nuestras preguntas, nuestros saludos, nuestro
deseo-necesidad de relacionarnos, nuestras inquietudes quedan colgadas en el
cierre gráfico de la interrogación: ? (ahora solo usan esa, que no la de
apertura de la pregunta) y en ella te puedes colgar, balancear o ahorcar, charlie,
porque tú, de pronto, por arte del deprecio, insisto, has pasado a ser mera
cajetilla de aspirinas, fregón de mostrador, pisapapeles de sobremesa o
proyector atornillado al techo… ¡no más!
Escribo en los wasap, y
aquí quería llegar, charlie, preguntas que no se contestan. Sencillamente quedan
abiertas. “¿Cómo siguen tus padres?”, “¿Qué tal tu hija?”, “¿Recibiste mi
libro?”, “¿Leíste el artículo de mi amigo que te envié?”, “¿Vendrás este mes
por aquí?”… Y ahí quedan las preguntas: abiertas, despreciadas ellas y por
ellas quien las realiza: yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos.
La retahíla de excusas que
envía el problema a otro, a otra, a la vida, a la justificación injustificada: “No
se leyeron”, “Se olvidaron”, “No se cayó en la cuenta. ¡Vamos tan rápidos!”, “Es
tanta la solicitación que tenemos”… “Se vieron y leyeron en momento inoportuno…
y se olvidó y no se contestó”… No me convencen. Esas excusas desplazan la
responsabilidad al otro. Volvemos a la avería que siempre era de la calle o de
Guadalcanal –en la tele de los 60-…
Bien está que estos párrafos no los conteste nadie, pero tú, charlie, di algo, por favor: no me reduzcas a nada, no permitas que me pierda en ese espacio inimaginable que es para mí Internet, no permitas que sea reducido a cosa en la red… Por favor, charlie, te ruego que contestes a mis wasap cuando te los escriba.
Tucho Castelo.
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