Quien crea que Fulano o
Mengano le va a dar la clave para que el personal lea, y en particular los
niños y los adolescentes, momento en que si inicia la afición por el gusto y el
hábito, es un iluso e ignora la sabiduría del Eclesiastés: Nihil novum sub
sole (1, 9). El Mediterráneo se descubrió hace un rato, como la pólvora sin
humo y… Así que nada nuevo por parte del profesor Luri: opiniones, hipótesis, puntos
de vista que apoya en algunas investigaciones, tampoco nuevas… Se preguntará
quizá usted: “¿Para qué leyó entonces el libro?”. Todo esto que le escribo en
los renglones precedentes, primero, lo he sabido tras leer el libro y, segundo,
siempre que se lee algo es como acometer no tanto un nuevo camino como el camino
de nuevo, donde el caminante alberga la ilusión de hallar algún enfoque
novedoso, una idea que reluzca desde una perspectiva distinta, un espacio
mirado desde un ángulo diferente: la felicidad está en el camino, y la ilusión
es la víspera del gozo. No comparto que todo libro merezca una lectura: el
tiempo es poco y los libros que nos lo hacen perder muchos. No es el caso: el
libro es breve, pero es posible que otro lector no tenga el conocimiento que
sobre el tema tengo, lo que he leído, investigado, comprobado y visto a lo
largo de décadas y bien le merezca el rato y el paseo; a mí no me vino mal.
Esta obra, cuidadosamente
editada, libro hermoso y de pocas páginas se lee en un ratico amable. Tras trabajar con cierto detalle La escuela no es un parque de atracciones, libro posterior a
este, muchas de las ideas aquí expuestas, prácticamente con las mismas
palabras, ya las conozco de aquel. No debe ofender el hecho porque no puede uno
inventar todos los miércoles por la tarde un pensamiento nuevo o una
perspectiva nueva sobre una realidad largo tiempo meditada, estudiada, etc. y
por tanto solo se repite la canción, como en el romance del conde Arnaldos, a quien con él va en ese tramo del camino.
Es razonable y nada escandaloso.
“Leer” es un verbo con mucha
polisemia detrás. No toda lectura es idéntica. Se lee un periódico de un modo
distinto a un texto que se pretende aprender, un poema de manera bien distinta
a un párrafo de una novela, etc. Creo que es por tanto pertinente preguntarse
de qué “leer” nos habla Luri. Creo que se centra en cómo animar a leer a los
alumnos y para qué les sirve a estos la lectura: cuáles son los impedimentos
con que se encuentran o los facilitadores que se la procuran. Esta conferencia,
pues de tal salió el libro, se pronunció en el Forum Edita, organizado por el
Gremio de Editores de Cataluña y la Universitat Pompeu Fabra. Si hay lectores
hay libros y si hay libros habrá editores y… habrá que fomentar la cría del
lector para que las editoriales sigan viviendo, y los escritores… (¡pobres
escritores!: con una mano en la pluma y la otra en la silla que sujeta al león
del hambre).
En línea con las denuncias de
Luri de una escuela esponjosa, porosa, lúdica, alejada de la disciplina, lo
valioso consolidado, el conocimiento, la memoria, etc. no ha de extrañarse el
lector que comience con unas palabras que pierdo en la memoria los años que las
vengo reiterando (sin ningún éxito, por cierto): los libritos de lectura que se
recomiendan en las escuelas y cuáles son las premisas de las que se parten su
elección son risibles, si no nocivos: Libros poco extensos, fáciles de leer,
“divertidos y del gusto de los alumnos” para que no les cueste esfuerzo, etc.
Si hablamos de clásicos para 4º de la ESO y 1º de bachillerato hablamos de
libros “adaptados”: no se lee La Celestina de Rojas ni El Quijote de
Cervantes ni El lazarillo y el Cantar de Mio Cid de autores
anónimos… sino adaptaciones de fulanito de copas que le corrige la plana a
todos esos autores supuestamente clásicos, haciendo confesión de: la supuesta necedad
de los alumnos actuales (antes los hemos leído, como alumnos y profesores, tal
y como sus autores los parieron, ¿y es que ahora acaso son torpes, lerdos,
necios… los alumnos?); la comodidad del profesorado (que lee en castellano
actual y pueril y se evita explicaciones léxico semánticas, etc. que quizá
ignora); la confesión tacita de que la forma no importa, sino solo el argumento
resumidito pasado por el pasapurés del caletre del citado fulanito que no por
el de Cervantes o Lope… Y todo ello, ¡por favor!, investigado previamente por
los servidores del Nuevo Índice de lo políticamente correcto (¡lo menos correcto de lo político!); el puritanismo
secular y laicista pesa mucho en la escuela. Real como la vida misma: reunión
del departamento de Lengua; una profesora comenta que quizá ponga como libro de
lectura a Manolito Gafotas…, pero es inmediatamente censurado por otra
profesora que considera que la visión que se hace de Susana Bragas Sucias,
dicho entre vaguedades asistidas por el olvido y la desmemoria, quizá “no sea
acorde con los tiempos”. Censurado Manolito Gafotas, clásico infantil. Al
Índice de lo políticamente correcto, y a otro librito.
Señala Luri el envío al
ostracismo y al limbo a Mark Twain… y añado: y a Stevenson, y a Defoe, y a Julio Verne y a Jack London, y a Delibes, y
a Saint-Exupéry, Salgari, Dickens… Solo se leen libritos que sean del agrado de
los alumnos… (se les presupone un gran conocimiento literario y los profesores
estudiaron la materia… ¿para qué?), y que la escuela no es espacio donde hacer
esfuerzos y ejercicios intelectuales… Trátase de aprender sin contenidos, sin
conocimientos, sin exigencia, sin memoria, sin… ¡Por arte de birlibirloque! Y
así de ocurrencia en ocurrencia en nombre de no sé qué progreso seguimos
algunos fumando en pipa y más cabreados que indio sin caballo.
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