Como
maestro sensato, experimentado y culto, defiende Luri un modelo de escuela que
no está muy de moda. Me temo que hoy en la escuela española actual corren malos
tiempos, pues hay que insistir en lo evidente, que diría Marías. Hay que
repetir una y otra vez como decía Exupéry en su Principito porque las
personas mayores no se enteran. Y me pregunto: ¿Hubo alguna vez buenos tiempos
en España para la escuela? ¿Dejó de estar la escuela alguna vez en un cruce de
caminos? Creo que es bueno que la escuela, como la vida, esté en movimiento,
pero no olvidemos que no todo movimiento es progreso…, pues ese movimiento sin
sentido, sin destino… puede llevar al abismo: pruebas las hay de ello.
La
escuela, y sus ritmos, están afectadísimos por el principio humano que nos
impulsa hacia lo novedoso. El hombre es cupidissima bestia rerum novarum
y en la escuela, por lo observado, se puede uno permitir todo cuanto se le
ocurra, piense, crea, etc. y así cualquier maestrillo sigue su librillo de
razonadas sinrazones innovadoras (?). Siempre me pregunté por qué no
hacía otro tanto el cirujano, el arquitecto, el torero o el bombero… Supongo
que ellos tienen donde entrenar y probar, mientras la función del maestro, con
sus alumnos delante siempre, es actuación en vivo y en directo, en sesión
continua. Una vez hecho el daño, malo es de reparar. (No se olvide que el
maestro actúa siempre a puerta cerrada y a cencerros tapados: con impunidad
casi absoluta).
Los experimentos ya lo dijo Xenius mejor es con gaseosa, pero… no ha sido así a lo largo de la historia de la enseñanza donde de unos siglos a esta parte las probatinas han nacido como las setas en los buenos otoños en la umbría de los montes… Y así Luri va pasando lista a modelos muy distintos de escuelas habidos, digamos, en los dos últimos siglos, y las teorías y los teóricos que les daban o dan sustento. Entiendo con Luri que hoy se da la circunstancia de que estas pruebas, estos ensayos, esos intentos por mejorar… ¡que son normales y lícitos!... se demuestran, con estudios evidentes, exitosas y fructíferas o erróneas y fracasadas, mas en estos casos no se ceja en el empeño siendo el ensayo de nula utilidad… porque antes sostenella que enmendalla. Pienso, mi amigo, que antes de ponerse a inventar la pólvora sin humo, no estaría de más darse una vueltecita por la historia de las armas y ver si ya alguien dijo, estudio, probó, comprobó… algo al respecto, más que nada por no perder el tiempo y hacerles perder el tiempo a los demás y parte de sus vidas a los alumnos… ¿Qué maestro se da una vuelta por la historia de la Pedagogía o de la escuela antes de incoar una “novedad”? Por ejemplo pintar las aulas de rosa porque así los rendimientos son mejores…
Aunque dé un salto en el acontecer de las páginas, hace Luri un recorrido, Cronología de las ideas pedagógicas lo llama: por lo que en el título indica las repasa desde el año 1806 hasta 2019. Entiendo que es camino a su sabor, es decir: ha ido anotando datos y así los ha consignado, sin regularidad en los años, los pensadores, las obras, las corrientes, los países…, pero me ha gustado porque deja bien a las claras algo ya aquí dicho y redicho y demostrado a lo largo y ancho de la obra: Cada maestrillo tiene su librillo y nadie escarmienta en cabeza ajena. Se venden mulas por nuevas con dientes falsos y virgos que, restañados por Celestina, ni se sabía las veces que la hechicera los rehízo. Nihil novum sub sole se viene diciendo desde el Eclesiastés, que yo sepa. Tras la Cronología hay un capítulo también al final, entiendo, ya cansado Luri de demostrar lo evidente, añade por enésima vez… que no se trata de nuevo o viejo, de innovador o tradicional, sino de bueno o malo, de si sirve o no sirve, si ayuda a los alumnos o no… ¡y ahí está la almendra! ¿Para qué sirve la escuela, la formación…? “¿Quién inventaría la escuela?”, me pregunté durante años siendo un niño…
De cómo se conciba la finalidad de esta y cuál la formación que deben recibir sus alumnos se orienta el quehacer de las aulas. Vienen las modas (mea culpa: servidor las ha padecido), vienen las propagandas, los datos, los libros, las investigaciones… y ahí queda la escuela al albur de los vendedores de mulas, y de lo otro. Ahora se les llama gurús… Fulanito, que es gurú de la enseñanza, cobra, como afirma Luri, un pastizal indecente para vendernos, insiste, insisto, una mula vieja cargadita de mataduras. Otro asunto muy español por lo menos: la educación aquí, en España, ha sido tema muy manoseado por la política, que yo sepa, desde el siglo XIX: los políticos, los bandos y los bandidos… en España han buscado su propio provecho intentando manipular a generaciones con sesgos que les fuera favorables: no se ha hecho ascos a la mistificación, el sectarismo, el partidismo, la adulteración… Se ha hecho ¡y se sigue haciendo! Los poderes públicos propician que sus paniaguados así lo hagan en los centros estatales… (viva el Napoleón de la granja) ¡Insisto en que hablo de la España de 2021 hasta donde yo conozco!
La escuela nunca debió de estar -y lo sigue estando- para entretener y guardar (¿guarderías?) niños, sino para educarlos… E-ducere… ¡y llevarlos a lo mejor! Mas, insisto: ¿qué es ese mejor? En la escuela, he observado, es curioso y norma que se den posturas extremas, parece que no hay una evolución consolidada, probada, seria, lenta o rápida, pero firme y segura…, sino que todo parece ejercicio de ignorantes testarudos como el brocal de un pozo. Todo es de: Tirios o troyanos. Blanco o negro. Izquierda o derecha. Arriba o abajo. Libertinaje o represión. Autoritarismo o autogestión ácrata. Felicidad o pavor. Matices cero. Progresivo o regresivo. Activismo y lo arcádico y el bucolismo pastoril frente al esfuerzo sisífico, el estudio, el conocimiento… la disciplina abstrusa. ¿Y no se podría poner, mitad y mitad, mezclada? He conocido la escuela como alumno donde los niños (6-11 años) se orinaban y se defecaban sobre sí… ¡de miedo! (años 60 y hay testigos) y he visto en estos años (de veinte para acá) a docentes, a profesores sentados sobre la mesa del profesor con las piernas a lo buda, con un café en la mano; profesores escuchando la radio y leyendo el periódico en el aula… mientras los alumnos saltaban y danzaba y gritaban… He visto salir a profesoras y profesores -no es desdoblamiento léxico, sino matiz necesario-… llorando de las aulas; los he visto dados de baja por depresión al no ser capaces de dominar a los alumnos; profesores obligados a abandonar frustrados el oficio… ¿Qué ha pasado, qué pasa? ¿Cómo es posible que me haya jubilado hace cinco días y sea la envidia de gran parte del claustro? ¿Por qué no quieren estar los profesores en las aulas? ¿Qué hay en ellas que los expele? No siempre ni necesariamente son los alumnos, cierto: también es, digamos, como a mí, el “sistema” quien empuja a dejarlo por hartazgo por ese “colmo de necedades inútiles en que te hacen invertir gran parte de tu tiempo y, por tanto, de tu vida… para nada de nada”… ¡Pase de mí esa bolsa de basura!
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