Sigo comentando al
hilo de mis notas, de párrafos de la obra de Luri, de reflexiones mías al hilo
de sus pensamientos. Se habla en el libro de colegios, de grupos de colegios…
con singularidades que se me antojan imposibles en España: me temo que la ley
no los permitiría. “Los inspectores estamos para hacer que se cumpla la ley”,
me dijo uno, sordo, pero sobre todo tonto, cuando yo era tan ignorante que creía
que el inspector estaba en la escuela para ayudar a los profesores. Se habla de
los fundadores de esos colegios ingleses o americanos -se ve que Luri conoce
mejor estas realidades- y me pregunto… ¿y el claustro? ¿Cómo se elige el
claustro, a los compañeros de viaje de un centro? ¿Cómo se mueve un claustro
inmueble que no escucha, ni le interesa y da físicamente la espalda…? Lo he
vivido en mis carnes. Casi setenta profesores cerrados en banda sin ¡querer
moverse!: solo unos pocos entusiastas de la profesión, dispuestos a trabajar, a
intentarlo, a pelearlo… Y una mayoría solo interesada en los puntos para
los concursos de destinos, en cursos con pocos alumnos y buenos, con apuntes
amarillentos, con… Aprendí el primer año como funcionario docente que son
cuatro los intereses particulares de la mayoría: tener un buen horario, tener buenos
cursos y poco numerosos, no querer ser tutor ¡y no me compliques la vida! Hace
unos días escuché cómo se anunciaba un debate en un centro que se ha tenido
desde al menos hace 11 años: cómo nombrar las funciones sintácticas en la
oración a la hora de dar clase un grupo de profesores de Lengua en un
departamento… ¡¡ONCE años para decidir solo esto y aún no hay acuerdo!!
Profesor Luri: sin equipos no se hace nada. Usted quizá me diga como hemos
dicho muchos: “Aquí está el tío, aquí yo con mis alumnos, y que corra el agua
por el pasillo…”. ¡Falso! A la hora siguiente entrará en el aula a dar clase
(?) un andóbal que promueve lo contrario a lo que usted ha hilvanado… Intereses
ideológicos, desidia, incuria, pereza…, desinterés absoluto por el acuerdo
imposible… ¡¡No hablo del claustro!! Estoy hablando del llamado equipo
docente -grupo de profesores de distintas materias que dan clase a un mismo
grupo de alumnos-… Salgo por una puerta y por la otra entra Penélope…
¡destejiendo! Ya sé que no todo lo puede usted tratar en el libro, disculpe.
Hablaba en el párrafo
anterior de la falta de acuerdo en los centros entre los Equipos docentes, pero
¿qué decir de los equipos directivos? ¿En cuántos y a cuántos de estos lo que les
importa es la reducción horaria, las disposición de sus clases en el horario,
los euros de más que se cobran y los puntos que me llevaran a mejores centros?
¿Qué posibilidades reales tienen los centros concertados y privados en España
de llevar a término una instrucción en contra de la moda cuando sus “clientes”
saben tanto (?) y quieren que sus niños estén y vayan “a la última… moda”? Todo
anhelo de perfección, me decía un director… ¡es tan innecesario como
inconveniente! ¿Serían posibles centros como los de la Michaela (pp. 205 y ss),
por ejemplo, en Andalucía o La Mancha… en España?
Entiendo
que centros sin un ideario mínimo, sin un acuerdo mínimo, si se quiere, de
todos: de directivos, profesores y padres, poniendo en el centro a los alumnos…
no es viable una verdadera revolución, aunque sea también mínima, en los
procesos educativos, los fines, etc. Fuenteovejuna, una vez más, es necesaria…
y me temo que ese pueblo no existe en las repúblicas escolares… donde cada
maestrillo…
Apunta Luri -¡pecado
mortal escolar!- que se debían de publicar y dar a conocer los resultados
verdaderos obtenidos por los centros. Sus metas, sus objetivos… o como quieran
llamarlos y cuáles son sus consecuciones (son mensurables muchas más variables de
las que se creen) y… ¡¡Eso es una locura!! Generaría competencia, aprecio por
unos centros y desprecio de otros, los centros de lugares menos favorecidos
quedarían en evidencia y así sus profesores, etc. etc. y se organizaría la
tercera guerra mundial escolar… ¡Qué ocurrencias, señor Luri! Estamos en España
no en los estados capitalistas yanquis…
La defensa de la
memoria, de los conocimientos poderosos, del empeño en la lectura y la
composición escrita, en la comprensión lectora, en los itinerarios lectores en
¡todas las asignaturas!… ¡Qué no habré oído sobre esto durante años! Eso hoy en
muchos centros, por muchos profesores no sería calificado de viejuno y
retrógrado sencillamente porque los profesores no saben ni qué es ni cómo
llevarlo a término ni cómo evaluarlo ni… y en caso de saber algo de ello sería calificado
de fascista y machista y no sé cuántas imbecilidades más. Lo pertinente, lo
políticamente correcto, es hacer trabajitos sobre el feminismo, el día del
árbol, escenificar el amor de los niños por los gorriones y las palomas y cómo
se podría uno casar con uno de ellos, organizar hoteles de insectos… y… hacer y
hacer… y así, mientras hacemos y no hacemos, pero nos movemos mucho y en
cualquier dirección, vamos teniendo niños incapaces de concentrarse, con bajos
umbrales de resistencia al fracaso, incapaces de estar sentados y callados,
incapaces de atender, escuchar y obedecer… ¿¡He escribo obedecer!? ¡¡San
José de Calasanz y santo Tomás de Aquino nos protejan…!! Obediencia, urbanidad,
disciplina, docilidad, orden, lealtad… ¡Que venga el Führer y lo vea!
Es curioso en el
libro, me paso ahora, para no enfadarme más con lo vivido durante más de medio
siglo… a algunas de mis neurosis: como llamar a la realidad por su nombre. ¿Por
qué no se habla de virtudes así, tal cual, en el libro? Se las califica
de herramientas, lo que está bien, pero… Sospecho de cualquier centro
donde no se promuevan las virtudes, con orden y concierto, en sus edades
adecuadas: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza y sus
derivadas… Si no se hace se avecina el caos. Las virtudes se confunden con las
destrezas y las dos con los valores y los dones… y ¡las almorranas con las
témporas! Eso sí: es verídico: Salvo que se me diga que “eso ya no existe” [se
refería a las virtudes], como me argumentó un profesor tan viejo como necio.
Las virtudes no existen… Verídico también: Antes de empezar una conferencia
sobre los valores, delante de más de medio centenar de educadores en valores,
se me ocurrió preguntar: ¿alguien puede definirme qué es un valor? Silencio
absoluto en la marisma… ¡Admirable! ¿Qué hacemos con profesores que dicen que
la verdad no existe? Luego, es decir: lo que ellos intentan inculcar, infundir
y propagar para adoctrinar entre sus alumnos ¿son mentiras?: “Oiga, que me voy.
El último que apague”. ¿Acaso es todo tan malo? No, pero sí es cierto que es,
digamos, variopinto: sin ideario vamos al guano, a la guerra de guerrillas… y
de francotiradores.
Permítame, profesor
Luri: Echo de menos en el libro perspectivas holísticas de la persona: alguna
pincelada. No hallé en la obra una realidad, para mí, irrenunciable de
raigambre clásica: ¿dónde quedó el espíritu, lo espiritual de la persona… o lo
vamos a reducir a psique?; ¿por qué tanto la palabra novicio de
orientación clerical cuando tan rico es el español en sinónimos para designar
al novato, aprendiz, nuevo, inexperto o el precioso ¡bisoño!…? Se abusa, señor
Luri, del comodín (materialismo verbal, lo llaman algunos) cosas
y cosa: está feo y conviene mejorarlo; se lo digo con cariño: lucho
contra ella en la expresión oral y escrita de mis alumnos… ¡y en la mía!: en el
fondo late pereza mental.
Es posible que sea suya la idea…, aunque era norma en un colegio que conozco, la afirmación veraz, para mí, de que todo profesor debe ser un profesor de Lengua. Lo aprendí cerca de su pueblo, profesor Luri; mas ¿cómo arreglamos las faltas ortográficas del profesorado…? ¿La falta de vocabulario, de lectura…? “Hace más de 15 años que no he leído nada de mi materia”; “No he comprado un libro desde que aprobé las oposiciones” -y le quedaban dos pelados para jubilarse-; “No he leído un libro entero en mi vida”: por mis muertos, que por increíble que parezca, es verdad… Son palabras ¡de profesores! “No es nada sensato subrayar con acritud sus imperfecciones [de la escuela], amplificándolas, para ocultar con nuestra indignación su nobleza” (p. ¡no tengo el libro a mano!); creo que lo insensato, como usted defiende en este libro es no arrostrar, contra toda esperanza, el caos escolar en defensa de unos alumnos inermes en tantos campos. Frente a quien sea porque: “Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible”, que dijo don Quijote, ese maravilloso realista del idealismo.
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