La situación en la
Granja Animal empeora objetivamente, pero los cerdos, que son quienes mandan,
Napoleón, Stalin, no pueden permitir que aquello se les vaya de las manos
porque de ocurrir perderían su posición de privilegio. Son muestra del
gatopardismo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario
que todo cambie”. Para ello llaman al señor Whymper: “Napoleón
conocía bien las desastrosas consecuencias que acarrearía el descubrimiento de
la verdadera situación alimenticia, y decidió utilizar al señor Whymper para
difundir una impresión contraria”. No obstante, cuando aún empeora más la
situación, se invitan a más granjeros para mostrarles una granja idílica… Estos
granjeros en la realidad de la URSS son “los romeros de Rusia”, como Ernesto
Giménez Caballero los llamó, con su habitual sarcasmo, a quienes fueron agasajados
y llevados a disfrutar de la visión sublime de la URSS: Alberti, María Teresa
León, Miguel Hernández, César Vallejo, Ramón J. Sender…, Jean Paul Sartre y
tantos y tantos escritores e intelectuales de izquierdas, pagados por la URSS, que
venían cantando las excelencias de una nación que todos decían que era el
paraíso en la tierra; vinieron a contárnoslo, ¡pero curiosamente ninguno de
ellos se quedó a vivir allí! Y de nuevo nos sale al paso Münzenberg para quien
su objetivo supremo era sembrar en Occidente la idea de que el repudio a la
URSS era una actitud reaccionaria, insolidaria, casi indecente. Su verdadera
maestría consistía en la captación del simpatizante de la causa, el
progresista, para ello inventó una gama de adhesiones a la causa hasta entonces
desconocida, desde los congresos de escritores antifascistas hasta los
manifiestos, desde las marchas de protesta a los festivales artísticos.
Münzenberg nos dejó un reguero de entramados en el que salen a relucir los
ámbitos más destacados de la vida intelectual de Occidente, desde el grupo de
Bloomsbury hasta Hollywood, desde la rive gauche parisina al Greenwich
Village, y por supuesto aparecen los personajes más sobresalientes del momento,
desde André Malraux a John Dos Passos, desde Louis Aragon a Dashiell Hammett,
desde Lillian Hellman a Paul Nizan, y André Gide presidiendo la tribuna de
oradores en el gran funeral por Máximo Gorki, y hasta Hemingway haciendo de
héroe romántico en España. Todos ellos formaban lo que el propio Münzenberg
denominaba el «club de inocentes», a quien Kolakowski no llamaba… precisamente
así.
“Los domingos por la
mañana Squealer, sujetando un papel largo con una pata, les leía largas listas
de cifras, demostrando que la producción de toda clase de víveres había
aumentado en un 200 por ciento, 300 por ciento, o 500 por ciento, según el
caso. Los animales no vieron motivo para no creerle, especialmente porque no
podían recordar con claridad cómo eran las cosas antes de la Rebelión. Aun así,
preferían a veces tener menos cifras y más comida”. Poco a poco los animales de
la Granja olvidan la situación de partida cuando Jones era el dueño…, pero sí
que comprueban que no habían alcanzado el paraíso, prometido por el Viejo
Mayor, Karl Marx, quien aseguraba con Engels, en La ideología alemana que en la
sociedad comunista cada individuo podría “hoy a esto y mañana a aquello, que
pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el
ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de
ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos”. Los
animales en la Granja llegaron a ser unos verdaderos esclavos de un sistema que
ellos mismos habían generado en su ignorancia, engañados y conducidos por los
cerdos.
El resultado último, al
final, los mandamientos del Viejo Mayor quedaron reducidos a uno: “Por primera
vez Benjamín consintió en romper la costumbre y leyó lo que estaba escrito en
el muro. Allí no había nada excepto un solo Mandamiento. Éste decía: TODOS LOS
ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS”. Y así
“Los animales asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre
al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir
quién era uno y quién era otro”. Al final, repito, TODOS LOS ANIMALES SON
IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS, pero esto requiere un
comentario aparte… con algunas consideraciones…
No deje de leer o releer Rebelión en la granja, me atrevo a decirle que me lo agradecerá.
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