30 de septiembre de 2020

Orwell, George: REBELIÓN EN LA GRANJA (PARTE III de III)

 

La situación en la Granja Animal empeora objetivamente, pero los cerdos, que son quienes mandan, Napoleón, Stalin, no pueden permitir que aquello se les vaya de las manos porque de ocurrir perderían su posición de privilegio. Son muestra del gatopardismo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Para ello llaman al señor Whymper: “Napoleón conocía bien las desastrosas consecuencias que acarrearía el descubrimiento de la verdadera situación alimenticia, y decidió utilizar al señor Whymper para difundir una impresión contraria”. No obstante, cuando aún empeora más la situación, se invitan a más granjeros para mostrarles una granja idílica… Estos granjeros en la realidad de la URSS son “los romeros de Rusia”, como Ernesto Giménez Caballero los llamó, con su habitual sarcasmo, a quienes fueron agasajados y llevados a disfrutar de la visión sublime de la URSS: Alberti, María Teresa León, Miguel Hernández, César Vallejo, Ramón J. Sender…, Jean Paul Sartre y tantos y tantos escritores e intelectuales de izquierdas, pagados por la URSS, que venían cantando las excelencias de una nación que todos decían que era el paraíso en la tierra; vinieron a contárnoslo, ¡pero curiosamente ninguno de ellos se quedó a vivir allí! Y de nuevo nos sale al paso Münzenberg para quien su objetivo supremo era sembrar en Occidente la idea de que el repudio a la URSS era una actitud reaccionaria, insolidaria, casi indecente. Su verdadera maestría consistía en la captación del simpatizante de la causa, el progresista, para ello inventó una gama de adhesiones a la causa hasta entonces desconocida, desde los congresos de escritores antifascistas hasta los manifiestos, desde las marchas de protesta a los festivales artísticos. Münzenberg nos dejó un reguero de entramados en el que salen a relucir los ámbitos más destacados de la vida intelectual de Occidente, desde el grupo de Bloomsbury hasta Hollywood, desde la rive gauche parisina al Greenwich Village, y por supuesto aparecen los personajes más sobresalientes del momento, desde André Malraux a John Dos Passos, desde Louis Aragon a Dashiell Hammett, desde Lillian Hellman a Paul Nizan, y André Gide presidiendo la tribuna de oradores en el gran funeral por Máximo Gorki, y hasta Hemingway haciendo de héroe romántico en España. Todos ellos formaban lo que el propio Münzenberg denominaba el «club de inocentes», a quien Kolakowski no llamaba… precisamente así.

“Los domingos por la mañana Squealer, sujetando un papel largo con una pata, les leía largas listas de cifras, demostrando que la producción de toda clase de víveres había aumentado en un 200 por ciento, 300 por ciento, o 500 por ciento, según el caso. Los animales no vieron motivo para no creerle, especialmente porque no podían recordar con claridad cómo eran las cosas antes de la Rebelión. Aun así, preferían a veces tener menos cifras y más comida”. Poco a poco los animales de la Granja olvidan la situación de partida cuando Jones era el dueño…, pero sí que comprueban que no habían alcanzado el paraíso, prometido por el Viejo Mayor, Karl Marx, quien aseguraba con Engels, en La ideología alemana que en la sociedad comunista cada individuo podría “hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos”. Los animales en la Granja llegaron a ser unos verdaderos esclavos de un sistema que ellos mismos habían generado en su ignorancia, engañados y conducidos por los cerdos. 

El resultado último, al final, los mandamientos del Viejo Mayor quedaron reducidos a uno: “Por primera vez Benjamín consintió en romper la costumbre y leyó lo que estaba escrito en el muro. Allí no había nada excepto un solo Mandamiento. Éste decía: TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS”. Y así “Los animales asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro”. Al final, repito, TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS, pero esto requiere un comentario aparte… con algunas consideraciones…

No deje de leer o releer Rebelión en la granja, me atrevo a decirle que me lo agradecerá.

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