Por favor vea y escuche el vídeo antes de leer la entrada.
Querido charlie:
La realidad se puede abordar
desde muchos puntos de vista y no necesariamente únicos dentro de un mismo escrito,
ensayo, tratado. El vídeo que precede a esta entrada da una visión particular, que
afecta a otras personas. El abordaje de su realidad lo hace desde una
perspectiva jocosa con intención de divertimento didáctico. Lo haré yo desde
una perspectiva distinta formalmente y del contenido. Confieso una vez más desde
aquí que no he hablado nunca del tema de la homosexualidad, la transexualidad…
a corazón abierto… ¡ni cerrado! con una persona que lo sea. Las he visto y he
tenido muy escaso trato, por no decir nulo con ellas, y no por rechazarlas yo,
conste, aunque reconozco que me cuesta comprenderlas, como primera premisa, de
modo muy semejante a cómo me cuesta entender el truco del mago que parte a la
mujer en dos… ¡esa realidad tiene trampa seguro!
Desde el primer momento, E. Ruiz
pone en situación a su oyente y coloca el nivel del tratamiento del tema que
piensa hacer: manifiesta la confusión que se produce en los sentidos a hombres
y mujeres, cuando lo ven: no saben si es hombre o mujer. Si usted detiene un
momento el vídeo y se fija y mira a la cara de Ruiz, verá usted a un hombre con
los labios y el pelo pintados, pero en ningún momento a una mujer, aunque a sí
propio se llame y se refiera en femenino.
Desde el punto de vista formal, el
desparpajo inmodesto e irreverente, la grosería con que habla no nos dice de la
naturalidad que pretende transmitir, sino de su falta de vergüenza y, por
tanto, del desprecio a quien lo escucha: “A quien no le guste, que no lo vea”,
pensará. Como tú sabes, charlie, estos modos no me causan escándalo. No sé si
es norma de este tipo de personas, pero sí me temo que es generalizado. La
primera vez que tuve relación consciente con personas así fue en la mili y solía ser este el tono que empleaban al
dirigirse a los demás. Las manifestaciones del orgullo gay suelen ser también
de este tenor: no tratan su realidad en un Congreso, en unas jornadas, no
acuden científicos expertos, sociólogos, antropólogos a aportar sus
conocimientos... Usan este estilo grosero para apabullar, aturdir y confundir
al receptor de su mensaje por la vía del escándalo: presuponen que el oyente es
un pacato. “¿Se hablan a sí propios de este modo?”, me pregunto. No, me temo
que no: su discurso interior, en su soledad, no es ni mucho menos ese, ni así…
Su discurso interior, como Ruiz afirma, habla de un camino que no es de rosas.
Si para cualquiera, piénselo, siendo trens,
trins, trons, o truns, no es un
camino fácil, ¿por qué había de serlo para los trans? Leo en estos días a Cernuda, poeta homosexual, y transmite
un mundo interior solitario y retorcido, amargado, insatisfecho, infeliz de
continuo… que me recuerda al de unos compañeros de su generación, por no irme
más lejos, como Aleixandre y Lorca.
Otro rasgo del fervorín de Ruiz
es buscar el lado picante, irreverente, transgresor, de quien se cree mucho más
inteligente que su oyente, más jauleado y barriobajero y, por tanto, lo sigue
abrumando con salidas de listillo, salidas que rompen la disyunción, pero que
no solucionan el problema, si es que lo hay: ni jugaba a la muñecas ni a la
pelota: “es que yo leía”, ¡uff, qué ocurrente, qué inteligencia tan certera y
rápida!, podríamos pensar, pero no deja contestado el fondo real de la
pregunta, si es que se la hicieron los tontos, necios, antiguos, vintage, de los médicos o quienes
fueran. Charlie, bien lo sabes, también leían mis vecinos y vecinas y jugábamos
a la pelota, a los vaqueros, a la guerra, ¡hacíamos la guerra en pedreas…! Y
muchos teníamos un tirachinas…, insisto, y leíamos. Lo de trans, lo aseguro, no tiene su etiología en la lectura. Tampoco es
de nacimiento: ni las evidencias científicas ni los racionamientos
antropológicos lo demuestran, por ejemplo, por lo tanto esto es una superstición,
apoyada en una opinión particular. Ruiz lo confiesa “considero”, por lo que
sea, de forma privativa, que él era una chica… Algo parecido le debió parece a
Michael Jackson, que era un blanco que se había ensuciado, y se tintó de color
crema… Al final es puro relativismo de implantación irracional. “Lo que yo he
traído de fábrica considero que ni yo lo he escogido ni me representa
adecuadamente”, y desde este final volvemos al principio: lo suyo es una
opinión que desea imponernos a los demás y exige que la respetemos, cuando sé
por lógica pura que LAS OPINIONES NO SON RESPETABLES; una cosa es respetar a
Ruiz como persona y otra es respetar las necedades que dice y otorgarle,
además, prerrogativas civiles, sociales, económicas… No, Ruiz, no: tú como los
trens, los trins… a ganarte el chusco a la rúe, como charlie y servidor.
Cuando dice que le dan un
documento, quien se lo diera, según Ruiz, donde decía “transexualismo femenino”
no le están diciendo que sea un movimiento artístico del primer tercio del
siglo XX: Ruiz lo entiende, pero hace otra burla, mas sabe que le están
diciendo que es una persona con algún grado de anormalidad, de tara, como lo es
quien padece de nacimiento ceguera, cojera o bicefalia… Le están diciendo:
“Usted no entra en la amplia banda de la normalidad humana, pues la condición humana,
es condición sexuada como hombre o como mujer”. Esta burda broma sobre la
revisión médica me parece terrible. Esta revisión, por ejemplo, se les hace a
las personas obesas que se someten a una operación bariátrica: los cambios que
se producirán en un caso y otro serán de tal alcance que la prudencia aconseja
que no se improvisen; no es una bufonada como Ruiz pretende que, por cierto,
pagamos todos. No olvide el lector que, al final, en definitiva, asistimos a la
muerte de una persona que sigue viva y al nacimiento de otra, que tiene muchos
años.
Tener una vida afectiva regular,
normalizada, firme… es condición necesaria entre las personas. De ahí que lo
que Ruiz llama “el tema de ligar” sea un nudo de difícil solución:
efectivamente Ruiz es un unicornio y los unicornios –sin ser yo un experto- no
existen y está por determinar su sexo, como le sucede a Ruiz. Esto, sin duda,
genera un problemón que tampoco se soluciona con sus bravatas con los chicos de
Deliveroo. El razonamiento de por qué un tipo quiere tener relaciones con un
ser como Ruiz (tetas de mujer, pene de hombre): porque quiere tener los
manguitos de las tetas “que les impiden hundirse en esa profunda y tenebrosa
piscina que es cuestionarse su sexualidad”: creo que otra boutade más. La
mayoría abrumadora de las personas no necesitamos ni tetas ajenas ni piscinas
para solucionar nuestra condición sexual y lo hicimos antes, más y mejor que
Ruiz, que ha ido, tan inteligente, valiente y dicharachero, ¡con mucho retraso!
“Una mujer que tenga pene…” no es
una mujer, perdone, Ruiz: es un unicornio, hemos dicho y en eso hemos quedado.
No deseo ser grosero y no voy a poner ejemplos más chistosos que los suyos, más
bordes que los suyos y que ponen en evidencia el principio de no contradicción.
Ruiz, le felicito por ser feliz,
como usted afirma, y me gustaría creerlo, aunque no lo crea en absoluto -y como
muestra este vídeo que ha filmado-, por lo que dice y cómo lo dice. Perdone, no
creo en su felicidad. Usted misma confiesa lo contrario, insisto, a lo largo
del vídeo.
“Superocurrente”, como usted
diría, lo de la piña…, pero aquí hay algo más que pizza y piña. Dicho sea de
paso, tanto fardar de “piña”, esta, por su tamaño, no lo hace a usted más
hombre, ni mujer… ni más feliz, por mucha grosería “Arriba España” que usted le
añada a la masa de la pizza. Por cierto, la masa de pizza a la que se añade “lo
que haya” se llama pizza a la puttannesca,
es decir: era la pizza propia de los prostíbulos donde a deshoras se echaban
las sobras… Y usted, aunque ni lo crea ni parezca saberlo, se merece más que
las sobras, insisto, porque es una persona: usted se merece todo mi cariño, mi
comprensión…
He hecho este largo comentario
por iniciativa de un amigo, chalie, que me envió el vídeo y quería mi opinión…
¡Pues aquí la tienes, amigo! En el fondo, tras esta entrada me queda un poso de
tristeza. Pienso en la cantidad de problemas, de aventuras, que la vida trae
para añadirle más por circunstancias indeseables, inesperadas, pero como en
tantos sucesos de la vida nos acaecen.
Y termino dirigiéndome a Ruiz: Usted
puede pedir que se le respete. Y lo hago. Puede pedir que se le comprenda. Y lo
hago. No debe imponerme que me trague la rueda de molino de que usted es una
mujer… con pene. No debe tratar este drama que, dicho sea de paso, no es un tema como usted afirma, sino una
realidad muy seria que comporta en el envite la felicidad de muchas personas
únicas e irrepetibles que, como usted, tienen un problema de solución que
ignoro, con esa chulería agresiva, irrespetuosa, grosera…, opino.
Tucho Castelo.
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