La
propia autora advierte que la Restauración fue un proceso de cambio, un camino
de transición que marchaba desde un cierto liberalismo oligárquico hacia la
democracia y que en este camino había que admitir que hubiera ciertas
falsificaciones, ciertas adulteraciones y así, como ejemplos, en las
elecciones, la monarquía constitucional, en las estructuras y constitución de
los partidos… y todo ello entre fuerzas enfrentadas en una España pasional
donde la reacción no deseaba avances y donde la revolución deseaba cambios inmediatos…
¡ay, mis dos Españas! Escribe Maura a Bergé, su amigo en carta de 1906: “desde
el Bidasoa a Tarifa esto una jaula de dementes. O de cuerdos, en medio de los
cuales está loco su amigo” (p. 123). Había que trenzar con esos espartillos la
democracia, con calma, ¿sugiere la autora que sin la rectitud que Maura deseaba
y en la que se desesperaba? ¿Habría que haber hecho concesiones a las fuerzas
oscuras, las que fueran, a los poderes manifiestos u ocultos, a la mentira sin
más…? Así, con su condición…, con el temperamento, el carácter y la
personalidad de Maura, me temo, en política, no se llega lejos: de ahí que sus
choques fueran continuos con propios y extraños, con el rey, con sus
adversarios políticos, con los militares, con sus correligionarios de partido…
hasta padecer dos atentados por individuos anarquistas. Me voy aparte, pero…
sigo con lo mismo.
Me
ha llamado la atención una anécdota que sí hace categoría, por lo que he leído,
en cómo era este hombre: se encuentran el rey, varios amigos, Maura… cazando y,
en un receso, se les acerca la guardia civil, a lo que de modo discreto, el rey
(¡menudo rey don Alfonso XIII! ¡El batallador! ) bromea diciendo algo así como ¿y
si ahora pidieran las licencias quién las tendría?, a lo que Maura contestó
sacando su cartera, pues cada año se hacía renovar la licencia y la pagaba… Los
demás callan (que se lo pregunten al ex ministro socialista de justicia Mariano
Fernández Bermejo… qué le pasó en Torres, Jaén, el año 2009, en la finca de Cabeza
Prieta).
Maura
no es hombre que se mueva por las opiniones de la calle, ni de su partido…, sino
que como él mismo afirma su movimiento lo demuestra andando ¡y según su
conciencia por la que juró!, y así, parece decirle nuestra autora, y le dirán
muchísimos los políticos al uso: “Señor Maura, insistimos en política y en
España así… no se llega lejos. Sencillamente bañarse y guardar la ropa es
imposible”. Era una quimera formar un pueblo para la democracia, cuando él
mismo tenía el convencimiento, de que el llamado y alabado pueblo… era, y es, tiene
la mollera como el brocal de un pozo y es más cerril que una becerra brava.
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