Memento homo, quia pulvis
eris et in pulverem reverteris: ‘Acuérdate hombre, que polvo eres y al
polvo regresarás’.
Leo,
y termino, en estos días, tras largamente hablar sobre la Edad Media, las Coplas del impar Manrique… Que lo
hiciera ahora, cuando los cristianos iniciamos la cuaresma, ha sido pura casualidad
–aunque en ella no creo-:
Recuerde el alma
dormida…
Medito.
Ignoro el número de veces que he leído esta obra. Muchas. Son innumerables las coplas
que de esta obra he comentado en diversas aulas y clases y lo he hecho además
siempre, con ese tenor del que Hadot comenta que se hacía en las escuelas filosóficas
clásicas: con afán de asumir vitalmente el texto comentado. ¿Esperaba, acaso,
me pregunto, algo distinto su autor? La lectura de sus Coplas no tiene una finalidad didáctica solo para un aprendizaje,
digamos, teórico, superficial… ¡no! Las Coplas
no son un ejercicio de armonía eufónica, un escrito teorético, sino performativo
con una finalidad psicagógica y así
deseó su autor que sus versos se convirtieran en una realidad que ayudase a
mejorar a los lectores u oidores potenciales de esta composición suya…
Avive el seso e
despierte…
¿Quién
es este joven Manrique que creó estos certeros versos? Mucho ignoramos de él y
así, me temo, permanecerá. Cierto que no hay nada nuevo bajo el sol, cierto que
tienen que ver mucho estos versos con los sermones de la época de los que habló
Huizinga en su Otoño, por ejemplo.
Estos versos resonarían en los oídos de los cultos de la época, y quizá en los
de los no tan cultos, a aquello que oirían a predicadores en iglesias y plazas…
Será a partir del IV Concilio del Letrán en 1215, cuando se insista a los
obispos a que la predicación no puede restringirse a los religiosos sino que
debe ir ad populum, laicos e
iletrados, y así se manda que se encomiende esta misión a personas con adecuada formación
y costumbres rectas. Los temas de los sermones trataban asuntos de tipo
doctrinal —destinados a la instructio fidei— y los morales —instructio
morum—, que orientaban al fiel acerca del camino de la salvación, y todos
ellos pretendían ser escuela de vida buena, de eudaimonía. Por encima de todo,
el fin de la predicación era conducir al hombre hacia la felicidad eterna. Emplean
los predicadores en sus sermones el llamado sermo vulgaris, asumiendo en ocasiones el léxico y las formas de
hablar populares. No desechan ni descartan con frecuencia rimas y repeticiones,
paralelismo y comparaciones… y solían ilustrar sus discursos con relatos
moralizantes o apelando a realidades de la vida cotidiana.
Contemplando…
Contemplar… del latín cumtemplari… cum templum… Actividad propia del arúspice que debe observar con
método y mimo el espacio donde erigir un templo. Quien contempla trabaja mucho
y con esmero. Su trabajo requiere todo su saber, toda su atención. El
contemplador es persona concentrada, nada dispersa. No parecen, sin embargo,
los versos de Manrique obra sobada y sudada, sino obra fresca y natural;
tenemos la impresión de que sus versos brotan de manantial sereno y espontáneo,
como lo pretendiera, a su modo, muchos siglos después el Machado más conocido.
¿Acaso no prueba, pule y corrige sus versos el joven don Jorge entre correrías
caballerescas, conversaciones de corte o campo abierto? ¿No recita sus versos a
amigos y compañeros de lucha y batallar? ¿Quién es ese hombre que contempla la
muerte del compañero caído en la batalla, junto a él, sangrante? ¿Quién es ese
joven caballero que medita sobre la presencia inmediata de la muerte? Ahí está ella,
una de las tres Parcas, la muerte con su presencia necesariamente
complementaria de la vida. ¿Tendría la vida, como la conocemos, sentido sin la
muerte? No, sin duda. Sí…, el vivo medita, sus Coplas son una meditación sobre la apatheia, es el desapego del alma con respecto al cuerpo. Es el
ejercicio filosófico por excelencia. Platón lo había escrito en el Fedón: “Aquellos que, en el sentido
exacto de la expresión, se dedican a la filosofía se ejercitan para la muerte”:
Cómo se passa la vida
El
soldado convive con la muerte, más aún en la Edad Media: la muerte es más común
que el pan cotidiano. El cristiano es, frente al pagano, es decir, frente al ‘no militar’…, un milites Christi… es un soldado de Cristo, alguien que va de camino…
“Yo voy soñando caminos / de la tarde”, alguien que viaja bajo la bandera
propia del status viatoris: se sabe
de paso, va rápido, de camino, tiene una meta, su vivir tiene sentido, además
de fin.
El
tiempo no es circular como lo imaginaron los griegos, vivir no es ver volver…
Vivir es ver pasar y todo el que vive ha de contar, contemplar cómo todo pasa y
así sucederá con él, contigo, conmigo… Hay que ejercitarse para la muerte, que
no ser “un ser para la muerte”, un atolladero sin sentido escrito en alemán
siglos después…
cómo se viene la
muerte
En
De civitate Dei explica el obispo de
Hipona, san Agustín, cómo el tiempo es medida de un antes y un después. Los
metafísicos habían explicado que medía el movimiento, el paso de la potencia al
acto… El ser hombre comporta desplegarse en un
antes y en un después, en un ahora y en un luego, en un hoy y en un mañana… donde la muerte amiga
aguarda.
Tan callando;
Apenas
nada sabemos de la vida mundana de Manrique. Sus biógrafos, tan ávidos como escasos
de información, buscan hacer una etopeya a partir de sus escritos. Quiere Serrano
de Haro ver en el joven vástago
de la casa de Lara un hombre hipersensible para las sugerencias de la
muerte, ¿y qué será eso? Me pregunto. El compañero de armas, ese que codo con
codo cabalga, corre, come, bebe, asalta y mata…, ese que tras el fragor de la
batalla, en el silencio… ha quedado todo él tendido, muerto, muerto para
siempre, en silencio para siempre... Y el campo todo, sombrío y en silencio,
invita a la meditación. ¿Era Manrique un carácter retraído, pensativo,
silencioso y esquivo, tímido e inseguro en cuestiones amorosas, carente de
ingenio, humor y agudeza? como Serrano de Haro apunta. Lo ignoramos, pero
sabemos que era hombre de genio vivo: su viuda, doña Guiomar, se queja de malos
tratos y de que había hipotecado sus bienes sin contar con su permiso, ¡ay don
Jorge! Alda Tesán y otros comentan que era joven introvertido, delicado y
melancólico, a la par que belicoso y arrojado… lo que posiblemente se pueda predicar
casi de cualquiera
cuán presto se va el
plazer,
¿Qué
edad tendría Manrique cuando compuso sus Coplas?
Lo ignoramos porque la crítica atrasa o adelanta su fecha de composición
valiéndose de indicios escasos: ¿escribió sus Coplas estando preso en la fría Baeza allá por 1477? ¿Las tenía ya
comenzadas cuando don Rodrigo murió allá por 1476 o las comienza a la muerte de
este? Sea como fuere don Jorge ya no era un joven mancebo… La frescura de su
estilo, a veces, comparada por algunos con la del joven Neruda en sus Veinte poemas… Nada tienen que ver salvo
en la justeza del ritmo de lo sentido con el léxico y la adecuación empleadas.
Era el castellano de la época bien empleado, escribió Menéndez Pidal… no más.
cómo, después de
acordado,
Ay,
no olvide quien duerme que ha de aprovechar la vida, que el tiempo con sus
placeres es hierba hermosa y fresca hoy, flor espléndida ayer, que mañana es
solo escoria de lo marchito y lo pasado. Collige
virgo rosas, escribe Ausonio en su dístico, que continúa: dum flos novus et nova pubes… )qué
fueron sino rucíos / de los prados?, escribe Manrique andando adelante sus Coplas. Hay que ser feliz, hay que
alcanzar la vida lograda, pero se requiere esa prosoche, ese dominio que solo se alcanza con la verdadera
meditación, con el verdadero ejercicio del espíritu… Platón, Aristóteles,
Orígenes, Plotino, Porfirio, Epícteto, Marco Aurelio, Doroteo de Gaza,
Evagario, Pablo de Tarso, Agustín de Hipona… usted y yo, con perdón.
Esto
empezaron siendo dos apuntes en tres renglones… y, sin embargo, así sucede
todo, “tan callando”, tan en silencio… Nos sobreviene la muerte, gozamos de
estos versos de un hombre que murió hace muchos siglos, en la primavera de
1479, allá por abril. Descanse en paz el alma del poeta y vivan por siempre sus
versos en nuestras vidas.
Memento homo, quia pulvis eris…
pero polvo enamorado dijoQuevedo.....magníficopost o entrada
ResponderEliminarEstos versos han sido siempre para mi, de una gran ayuda, para dar sentido al quehacer diario con la mente puesta siempre en la realidad y la transcendencia del hombre, de todo hombre, pues Manrique deja claro que todos somos de la misma condición.
ResponderEliminarMuchas gracias Antonio.
Un abrazo. Gracias.
EliminarAcuérdate hombre, que polvo eres y al polvo regresarás...
ResponderEliminarPara morir lo único que hace falta es estar vivo, pero hay personas que dejan mucha huella y otros no tanta. Y que hacemos..., cómo me dice mi marido muchas veces y el ingenioso escritor de este blog.
"Vivir derecho no para alcançar la fama de aquesta vida que pronto fuye, sino la de la otra, la verdadera". Gracias. Un beso.
ResponderEliminarA esto aspiro yo, aunque sólo sea un poquito, que hagan mis alumnos cuando leen a los clásicos tan actuales. Y qué pena-alegría que sólo lo vea en el que fue y es mi maestro, el gran Alcalá. Académico de la lengua ya!
ResponderEliminarHola Antonio, me ha encantado tu creativa manera de comentar y reflexionar sobre la magnífica copla de Jorge Manrique. Y me ha gustado, sobre todo, cómo te has referido, así, como de pasada, a la necesidad, tan humana, de intentar positivar la muerte por tal de alejarnos de desesperanzadores nihilismos.
ResponderEliminarSin embargo, la duda, ese sentimiento trágico de vivir que tanto padeciera Unamuno, sigue estando entre nos: ¿existe la otra vida verdadera?
Un saludo.