Decía la vieja Celestina
que, la mayoría de las veces, las prisas trenzan las cuerdas donde nos
ahorcamos, o algo así. Pues eso es lo que me ha sucedido con este libro. Lo
compré al hilo de una supuesta necesidad urgente, ¡que no lo era en absoluto!, y
me he leído algo más de cien páginas del libro, sin mirar siquiera el índice ni
leer la contraportada…, es decir: sin prudencia.
Empezó el libro con una
síntesis muy escueta de la historia de China, algunos detalles. Esperaba que páginas
adelante se ampliarían y detallarían en aspectos de la sociedad china. Falso.
Páginas tras páginas me tropezaba con explicaciones de economía chinesca:
planes y evoluciones desde comienzos del siglo XX, pasando por la economía
comunista y centralista del partido comunista hasta llegar a una economía de
mercado que no se atreven a calificar de capitalista. El Estado aún
tiene grandes participaciones de acciones en las empresas no sé si estratégicas
o sencillamente grandes… Todo cuanto en el libro se nos cuenta termina en torno
a los comienzos del siglo XXI, con lo cual nos quedamos a las puertas de Xi
Jinping y los años posteriores.
He entendido, porque ciertamente
el libro se lee muy bien y las explicaciones son accesibles para un lector
común, como lo soy yo, el paso que se produce de una economía basada en la
agricultura a una economía industrial, insisto, de corte capitalista sin serlo
del todo… Cómo las pequeñas explotaciones agrícolas se van transformando en
empresas y pequeñas fábricas de componentes industriales que no solo abastecen
a los mercados inmediatos y que sirven al Estado que reclama su parte, sino que
existe un espacio donde poder comerciar con “excedentes” empresariales que enriquecen
e ilusionan a los trabajadores y pequeños empresarios. Se citan, de paso, los
chanchullos que enriquecen a los gobernantes, lo que no es novedad, pues se da
por doquier: si el estado mueve mucho dinero, los ladrones acuden a donde este
fluye y de donde se puede despistar para alzarse ellos con el santo y la limosna.
Las cifras en que se manejan
allá son impresionantes: los habitantes, las producciones, las distancias, etc.
Sin duda el pato de un crecimiento
económico como el chino, muy próximo al adjetivo desbocado, es el medio
ambiente que recibe un daño terrible, ¡como el recibido en los países
industrializados del primer mundo, pero con dos siglos casi de retraso! El daño
a la Naturaleza es el retroceso necesario de todo progreso tal y como nos lo
hemos planteado para arrasar la tierra, como explicaba Delibes y yo trabajé en
la tesis que hace muchos años defendí. “Aluengo de menda el deluvio”.
Concluyo: no esperaba
ni deseaba tanta economía ni creí que todo el argumentario terminara en esta obra
en el año 2005: La prudencia es la auriga virtutum. Por lo demás, he
pasado un rato agradable con esta obra que está escrita sin complejidad y con
claridad.
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