Nada de lo humano me es ajeno. Dicho esto, si lee este artículo como hice yo,
sabrá por dónde ha divagado un lince llamado Troncho. Ciertamente la estimativa por las distintas realidades, de distintas personas, pueden tener distintas valoraciones. No es cuestión cuantitativa. Es imposible mensurar la estimativa de cada uno y sus intereses, pero si a mí esta peregrinación gatuna me interesa “tres” a usted le puede interesar “cero”: es posible y, dado el caso, respetable (ojo que no todas las opiniones son respetables: no lo sería la de quien dijera… “Pa mí, ¡como si se mueren toos!”).
Por razones que al caso
no vienen he ido siguiendo la recuperación del lince desde hace décadas. No soy
un experto ni un entendido…, pero conozco a quienes trabajaron en su
recuperación desde el principio, cómo lo hicieron, dónde se equivocaron… y me
consta que las inversiones económicas, las ilusiones, los esfuerzos profesionales,
personales, etc. de muchos sectores sociales, económicos, científicos… no han
sido pocos, antes al contrario, ha sido un derroche de todo ello.
El descenso
brutal de la población del lince se debió en gran medida al descenso de su
alimento principal: el conejo (el lince es muy selectivo con su comida). La
muerte del conejo se debió a la mixomatosis, enfermedad introducida malévolamente
por el hombre en la Naturaleza. La primera vez que oí de esta historia se la
leí a Delibes cuando yo era un niño: Delille, se llamaba el doctor ¡condecorado
en Francia! Delille casi acabó con los conejos e indirectamente, por no
explayarme, con el lince.
Ahora hay una especie
en apuros que me interesa muchísimo más que el lince: 10 sobre 10: la perdiz.
¿A qué estamos esperando para ayudarle?
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