Leo[1]: “Cinco tildes, examen anulado: el sofocón para los
opositores a profesor de Secundaria en Córdoba”, y no puedo
por menos que detenerme abochornado en la noticia que me envía un antiguo
alumno, hoy profesor de Lengua.
“Un aluvión de críticas de opositores cordobeses dentro
del procedimiento selectivo de ingreso a los Cuerpos de Profesores de
Enseñanza Secundaria (ESO) de la Junta de Andalucía ha inundado las redes
sociales y muchos plantean ya acudir al Defensor del Pueblo o al Juzgado de lo
Contencioso al considerar que se han vulnerado sus derechos por
anularse exámenes por faltas de ortografía en Física y Química o dibujos en
caso de exámenes de Tecnología y no poder conocer estos interinos ni su
calificación”.
Oposiciones a
profesores de Secundaria a quienes sus exámenes se han anulado… por faltas
ortográficas ¿¡y se quejan de qué y cómo y por qué!? Me pregunto: ¿Y no les da
vergüenza?
Ignoro si tenían o no
derecho a ver sus exámenes: me entraña que no lo tengan, pero no me cabe duda
de que, si eran cinco el límite de faltas ortográficas de sus escritos, seguro que
ellos saben si ignoran o no las pautas ortográficas y si cometen o no esas faltas,
sean de profesores aspirantes a impartir clases de Griego, Física o Arameo (en este
enlace hallo las pautas y así está recogida la norma en
las bases de convocatoria de la oposición).
Según dice la noticia,
una aspirante alega que “Está claro que
las reglas ortográficas han primado frente al conocimiento científico y
la capacidad docente’, denuncia una de estas profesoras interinas a ABC”,
¿y, de veras que no le da vergüenza? Esta interina, que, si tiene esas faltas
ortográficas nunca debió de serlo, debería entender que su conocimiento básico como
profesora comporta el dominio de la ortografía de su lengua, como debiera sobreentenderse
que tiene un dominio práctico mínimo de las normas básicas de urbanidad, higiene,
etc.
Me pregunto ¿cómo sabe
la docente con veinte años de interinidad –¡no está mal!–
que fueron seis las tildes que no puso en sus “dieciséis carillas” escritas si
no enseñaban los ejercicios realizados? Servidor, cree poder saber en esa
cantidad de páginas si efectivamente quien escribe ha tenido unas erratas, un
olvido o sencillamente no sabe poner las tildes y se juega lo que quieran con quienes
quieran, después de haber corregido miles de ejercicios y haber enseñado
durante décadas a acentuar a alumnos de E.G.B. y Primaria, BUP, COU, Secundaria
y Bachillerato y haber corregido faltas ortográficas hasta decir basta, que gana
la apuesta sin parpadear.
Estos aspirantes eliminados
a una plaza de profesores, interinos o nóveles, bien podrían revolverse contra quienes
les permitieron acceder a la prueba sin haberles enseñado previamente una
realidad tan absolutamente básica como es escribir correctamente. He compartido
claustros, doy fe, con funcionarios de carrera que ignoraban las reglas de la acentuación
y de los signos de puntuación y...
Sigo leyendo que “Otra de las candidatas a una plaza de Tecnología
asegura que lo próximo es acudir al Defensor del Pueblo, porque esas
anulaciones no se corresponden con unos criterios sensatos, como el
hecho de que en Selectividad el tribunal no pueda anular un examen por cometer
faltas –sí que resta– o poner un dibujo explicativo en un examen técnico”
(la cursiva es mía). ¿Es sensato comparar una oposición a profesor de
Secundaria con una prueba de Selectividad? Esto me parece una puerilidad impar.
¿Cuáles son los criterios sensatos para esta señora? ¿Que tengan, acaso,
cuantas faltas ortográficas quepan en sus ejercicios? Según leo en la propia
noticia “las nuevas bases de la
convocatoria 2024 de la Consejería de Educación que por primera vez contemplaban
entre otros motivos para anular un examen a un aspirante a una plaza
fija de profesor de Secundaria la detección de cinco faltas de ortografías –ya sean tildes u otro tipo de incorrección– independientemente de la especialidad a la que optara”,
en las bases está, mas ¿era necesario acaso especificar que los profesores
debían dominar la lengua española y que no podrían optar a las plazas aquellos
opositores hablantes solo del chino mandarín o que convenía ir vestido al
ejercicio de oposición?
¿Era necesario quejarse con el argumento de que este criterio de evaluación
es un modo de eliminar opositores? Entiendo que toda oposición es de suyo,
natural y necesariamente, un medio para eliminar a personas que desean optar a unas
plazas por ser estas ordinariamente en Secundaria muchas menos que aquellos que
desean ocuparlas. ¿Hay que explicar estas obviedades? Ya saben: Corren malos
tiempos cuando hay que explicar lo evidente.
Ignoro el aspecto legal que apuntan los opositores de poder revisar la
prueba escrita –¿se grabó en algún medio la prueba oral para poderla también revisar?, me
pregunto–. No lo sé, pero no puedo dejar de insistir en que el
pretexto de su eliminación de la prueba por las causas ya expuestas comporte “que la Junta
ha jugado con ellos ‘con su salud, la
estabilidad laboral y familiar’”, lo que considero un victimismo de pan mojado
en leche que se comen los gorrioncillos de mi calle. Peor es que ellos jueguen
con la calidad de la formación de sus educandos cuando no saben… ni escribir.
Se me antoja que este dislate es un síntoma más de los parámetros de los tiempos
incomprensibles en que vivimos. El relativismo se apodera de todo. Les aconsejo
a estos opositores que hagan como el maestro Ciruela, que no sabía leer… y puso
una escuela, quizá esto sea más sensato para algunos.
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