Bajo un mismo título se cobijan dos obras distintas de Paul Auster, con títulos y temáticas distintas y yo diría que, aun siendo de estilo semejante, en la segunda obra hallamos una forma más desgarrada en el léxico, todo es más crudo. No recuerdo ya apenas lo leído de Auster a quien leí hace muchísimos años…
La primera obra, que da
título al libro, es una larga reflexión sobre la vida en general a partir del
fallecimiento del padre del autor, en quien se concretan las consideraciones
vitales del fallecido, las del propio Paul Auster y las generalidades sobre la
vida y la muerte. Es decir, la obra toda es una analepsis, un flash back.
Inicialmente, la obra y los recuerdos del autor arrancan de la rememoración que
aportan los objetos que el hijo halla en casa de su padre cuando va a hacerse
cargo de la casa y la herencia; la madre no está porque el padres se había
divorciado de ella. Encuentra objetos que le descubren momentos, situaciones
del pasado, que ignoraba de su progenitor: fotos de cuando era soltero, rememora
costumbres y quehaceres que tenía… Todo ello envuelto en una sensación de estar
quebrando, al recoger la casa para venderla, que está invadiendo la intimidad
del finado. Halla objetos que le horrorizan, que le suscitan una sonrisa, que
le descubren realidades ocultas de un padre a quien, en realidad, apenas
conocía o lo hacía muy superficial y parcialmente.
Si Sam Auster era como
lo describe su hijo, sin duda, algún aficionado a la antropología pensará que
estamos ante un charlie de tomo y lomo, un charlie pata negra, según mi
definición; se equivocaría si le asignara tal clasificación: el padre de Paul
Auster se sale de la norma de un charlie cualquiera por su miserable vida en lo
económico, en lo moral, y en todo en general.
Su hijo Paul, en su
obra, hace categoría de la anécdota, aunque me da la impresión de que no se
trata tanto de una anécdota, sino de un rosario de anécdotas que nos dan una
imagen si no exacta, lo que así creo, muy aproximada del raro espécimen que fue
su padre en contraste con el hijo y con lo que podríamos llamar la
“normalidad”, que el sentido común dicta.
Tipo tacaño hasta el
extremo. Su austeridad se va alejando de la virtud hasta convertirse en un
vicio que bien podría llamarse avaricia. Le faltaba al pobre desgraciado
comprar calzoncillos de segunda mano sin lavar, porque el resto tenía cabida en
su economía doméstica cotidiana. Teniendo una posición económica holgada se
dejaba caer por el tobogán de la roña camino de la mezquindad y la miseria. Me
llama la atención como él lo describe: ¿era así realmente el padre de Paul
Auster? Nace mi duda de los contrastes que hallo entre los vicios y las
virtudes que describe: no me cuadran… ¿Cómo era tan generoso con su sobrino y
no con su hijo? Quizá fuera “candilico de puerta ajena” o “pastel para vecino”:
aquellos que todo lo dan por quienes no están exactamente a su vera y descuidan
al prójimo… ¿Hombre meticuloso con sus gastos y sus cuentas y desordenado en lo
material que había en su casa? No me cuadra.
Habla de distintos
hombres, como él dice ¿o es que todos tenemos tantas facetas como un poliedro
ante espejos casi infinitos? Un ser así se diría de persona sin personalidad
definida y lábil. Sin duda, habla de una persona extraña, hasta donde se puede
comprender. Sin duda no era hombre de una pieza.
Ajusta el hijo su pasado
con su padre y no tanto con su madre de la que apenas habla. Algo dice también
de su hermana que, sin duda, era una enferma mental desde que era una niña
pequeña. En realidad, habla de su padre primordialmente y no de su familia
exactamente porque, en realidad, no había familia alguna, como se simboliza en
el álbum fotográfico familiar “LOS AUSTER ÉSTA ES NUESTRA VIDA” y este estaba
en blanco y sin ninguna foto.
La segunda obra que
incluye el libro lleva por título Libro de la memoria. No recuerdo
cuándo ni cuál fue la ocasión en que dejé de leer a medias algún libro. Hoy tomo
nota: julio del 24, Libro de la memoria. Leo 25 páginas como quien
mastica y traga algo que no sabe qué es ni a qué sabe: la textura nada le dice,
el sabor ninguna información añade. Leí en la contraportada que Vila Matas, a
quien apenas he leído, afirma que esta obra es “un bello texto que contiene el
germen de toda la obra austeriana”, no puedo emitir un juicio sobre la obra
austeriana que no conozco, pero la belleza del texto que he estado leyendo no
he visto por dónde andaba, a lo peor di como A. vueltas y vueltas en círculo,
siguiendo un mapa indescifrable hasta perderme harto de engullir renglones con
la nariz tapada… Me planto.
Leí este libro por
consejo de un amigo. He pasado un rato amable, de aprovechamiento eficaz con La
invención de la soledad, pero ya no tengo edad, me temo, para invertir mi
tiempo en una realidad de la que no saco provecho: se
va acabando la mina al lápiz… Sigo mi camino.
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