Son pocos los lectores
que hacen comentarios en mi blog. Los motivos son diversísimos. No me extraño:
murió mi madre, que sabía leer, y creo que no leyó ningún escrito mío, por
ejemplo, salvo alguna carta que le escribiera, ¡y era mi madre! El comentario
en el blog, amable o no, en mi caso, es un acicate para seguir en la brecha:
parece insignificante, pero no lo es. La inmensa mayoría de ustedes me dan las
gracias en privado y encarecen la calidad –desigual, entiendo–
de lo que subo al blog. Muchas gracias a cuantos me leen y les ruego que
perdonen las erratas que, por precipitación, se me cuelan, porque rara vez
estas mejoran el texto como dicen: lo siento.
Me pregunta un buen
amigo qué sentido tiene que publique el comentario de un libro que posiblemente
esté descatalogado, de un autor casi desconocido hoy, que habla de un mundo que
desapareció… Y me hace reflexionar y escribir estas líneas.
Se refería mi amigo al
comentario del último libro que hice, La collera de avutardas, y su
autor, Felipe Cortines Murube. Supongo que vistas así las cosas, desde muchas
perspectivas, mi amigo tiene razón, pero me van a permitir que yo les explique
mis motivos, mi perspectiva, en este caso también.
En aquella entrada expliqué
que el autor fue amigo de Alcalá Venceslada. Como muchos de ustedes saben he
estado dos años estudiando a este. En el estudio de la vida de Alcalá he
querido llegar hasta donde mis medios y mis fuerzas me han permitido.
Carriscondo Esquivel escribió que Cortines Murube influyó en la obra poética de
Alcalá y si lo hizo en esta, sin duda, lo hizo en su vida, así: en su vida.
Alcalá Venceslada era mi abuelo y, por tanto, por esa senda la influencia,
ignoro cómo, influyó seguro para bien en mi vida y, por tanto, como de bien
nacidos es ser agradecidos, con los medios de que dispongo quiero corresponder
a Cortines Murube su influencia en mi abuelo y en mí. Es posible que para mi
amigo esta explicación sea propia de quien “se la coge con papel de fumar”, que
escribía Delibes: pura memez, delicadeza que se convierte en cursilería, casi
una extravagancia hiperbólica. Sea lo uno o lo otro creo que son acreedoras de
respeto y yo, por tanto y como consecuencia.
Lo aprendí en un libro
de Juan Ramón, siendo un chaval, y no he olvidado los versos de “Canción de la torre más alta”
de Rimbaud: “por delicadeza
/ he perdido mi vida”. Por este hilo,
sin abundar demasiado, me acerco a las palabras del Amigo: Quien pierda su
vida por mí…; que se suman a aquellas otras en las que afirma que no hay
mayor amor que dar la vida por los amigos, que enlaza
directamente con la Idea de progreso en la novela de Miguel Delibes,
título de mi tesis doctoral, donde el vallisoletano, y servidor humildemente
aprendió, que no hay mayor progreso que aquel que puede hallarse en el
mandamiento nuevo que también da el Amigo y que san Juan recoge en su
evangelio: Amaos unos a otros; como yo os he amado. Ea, que dicen
en Jaén.
Leer un libro,
disfrutar de la lectura de un libro, me mueve, como otras mil realidades, a dar
las gracias al autor del mismo. El autor ha llenado un tiempo único en la
historia de la humanidad y un tiempo irrevocable de mi vida… ¿no es, acaso,
para darle las gracias? Insisto quizá sean modos de ver, modos de pensar y
creer; Maneras de vivir, que cantaba Rosendo.
Mi amigo, que aprieta
más que unos zapatos nuevos, también me pide que le haga, “por lo menos” un
resumen de las cuatro novelitas de Cortines, sin llegar, me insiste, “al spoiler”.
Le digo que me gusta más la palabra ‘destripar’ que la inglesa spoiler o
incluso la admitida por la RAE ‘espóiler’; ya se ve que cada uno es como es.
Como nadie me tasa la
extensión de la entrada y escribo sobre lo que quiero, como quiero y cuanto
quiero, no me importa detenerme un tanto en contextualizar algo más la obra de
Cortines Murube.
Un sobrino nieto del
autor, Jacobo Cortines Torres, escritor acreditado, profesor universitario que
fue de la Universidad de Sevilla, realizó su tesis doctoral sobre su pariente, don
Felipe, como él lo llama cuando se refiere a Felipe Cortines. Nació este en
Los Palacios en 1883, en el mismo año que Alcalá Venceslada y murió seis años
más tarde que él, en Sevilla y en 1961.
No escribió muchas
novelas Cortines Murube. Fue más poeta que novelista. Su primera obra es la que
comenté y que tengo, como dije, La collera de avutardas, publicada en
Madrid por Rivadeneyra en 1925 y bajo este título se incluyen las cuatro
novelas que cité y que ahora resumiré para mi amigo; su segunda publicación
novelística se editó en Sevilla un año después, 1926, En aquel tentadero,
obra difícil de conseguir y no a bajo precio y, por último, De Triana a
Miraflores que también fue editada en Madrid por Rivadeneyra en 1931, obra
también rara y cara…
Por la tesis de
Cortines Torres sé que Cortines Murube “Pasó temporadas en varios cortijos
andaluces, ‘El Terruño’ en Utrera y ‘La Junquera’ en Lebrija, que luego serían
escenarios de las novelas”. Le gustaba al poeta, por épocas, leer en ellos,
descansar y convivir con los empleados y moradores de los cortijos: “Yo he
pasado muy buenas temporadas en este cortijo, buscando casi principalmente un
refugio para leer en mi cuarto o para escuchar, dentro de la gañanía, con los
pies en las llamas las noches de invierto, consejas andaluzas en boca de los
yunteros alegres y de los mayorales sesudos, de los campesinos, inmutables como
encinas, que diría Nietzsche, cuando no hacíamos cantar coplas a los cogedores
de aceitunas o a las semilleras, según mandaba el tiempo”, escribió.
Vamos al resumen,
amigo, de las cuatro novelitas… sin destriparlas, aunque advierto que no poco
del valor de las novelas de un poeta como Cortines está en la redacción, en la
sutileza de las miradas que nos transmite, más en el sentir y en lo emocional
que en las historias y las tramas.
La novela que da título
al libro, La collera de avutardas, trata de mi Juan, un muchacho
de pueblo, descendiente de una familia venida a menos que, por estas razones,
trabaja de peón para otros. En el sorteo de los quintos para el servicio
militar, la suerte le es favorable y resulta excluido del servicio. Los
chanchullos del cacique hacen, sin embargo, que mi Juan tenga que ir a
la mili en vez del hijo del señorito. Se rebela contra esta situación y se echa
al campo. Transcurren los años y deja de buscarlo la justicia (?). Quiere la
casualidad, llevada de la mano de Cortines, que mi Juan halle el amor en
una chica que huye despavorida de los malos tratos de su padre. Ambos suman sus
desgracias y viven huidos y felices de aquí para allá… El destino, sin embargo,
torcerá su feliz vida…
Si la novela anterior
es posible que tenga un fondo histórico real, seguro que la segunda fue una de
las historias oídas junto a la lumbre, El alba sangrienta. Trata de las
apariciones de un fantasma que va y viene por las tierras de un lugar, donde
nunca nadie logra darle caza. Está todo el término en alerta. El guarda de los
pagos no para en su casa ni de día ni de noche… y mientras este cabalga en
busca del fantasma, este, que no lo es tanto, se halla con frecuencia en su
lecho matrimonial donde sí le darán caza…
Drama de estirpe
me ha recordado las vaguedades y el tenor de las leyendas becquerianas.
Historias que de boca en boca pasan para permanecer entre los renglones de
quien se atreve a ponerlas por escrito. El autor fiel al pie de la letra a lo
oído y que recuerda, de manera inevitable impregna de algo suyo lo que plasma
en el papel. Una familia rica y poderosa es hoy, en el pueblo de un amigo del
narrador, poco menos que unos hermosos edificios que son recuerdo de tiempos
mejores, de tiempos de esplendor. Cuenta el amigo la historia de El Mayorazgo,
así conocido por todos en todos los ámbitos, hijo de una antiquísima y limpia
estirpe de nobleza incomparable, hombre viudo y con hijos, retirado a ese
pueblo sin nombre donde se dedicaba a la administración de sus bienes. Mecenas
del teatro del que tanto gustaba, era reconocido en toda Sevilla como un gran
señor. Quiso su mala fortuna que, queriendo socorrer a un hermosa mujer
desvalida, enamorose de ella y esos amores, al final, terminaron complicando la
vida de una mujer que, si desamparada en principio, poco a poco busca acaparar
la vida de El Mayorazgo para… todo terminar mal.
Es Como la oliva la
última novela de esta obra. Ambiente rural de cortijo, historias contadas al
amor de la lumbre, aceituneros, molineros, gañanes, peones, arrieros, cante
flamenco y tertulia tras el duro trabajo de una jornada larga. Manuel Páez, el
Jerezano, un peón ajeno a la finca que sorprende en el tajo con sus hermosos y
doloridos cantes que a todos emboban y admiran. Se cuenta la historia de este,
historia, como las anteriores, de estirpe romántica. Hombre leído y
escribido, según les parece a todos, fue persona de posibles, con fincas,
hombre solitario, que se enamora de una gitana errante (el sentimiento anula la
razón y se antepone a lo conveniente). Serán esos amores los que lo lleven a la
perdición y no me resisto a reproducir una copla de las entonadas en el tajo:
En otro tiempo era rey
y me han hecho un mal
vasallo.
¡De antes yo gobernaba,
ahorita
me están gobernando!
Y hasta aquí. Poco
añado, amigo, salvo dar gusto a tu deseo, con el resumen de estas historias que
hallan su intríngulis, su gracia… y su arte no solo en aquello que cuentan sino
en cómo lo cuenta Cortines. ¿Podríamos desvincular la forma del contenido, el
cómo del qué? Imposible, pero, si se pudiera, en estas narraciones, el cómo se
cuenta pesa más que el qué cuenta. Hallé más gozo en lo formal que en las
historias, que me pudieron parecer más o menos originales, pero de argumentos
de tópica romántica.
Se murió Alcalá
Venceslada, murió Cortines Murube… a ninguno de los dos conocí en vida, pero de
ambos me sé deudor insolvente y agradecido de corazón, como a usted que ha
tenido la paciencia de leerme hasta aquí: muchas gracias.
Muy buenas sinopsis de las novelas de Cortines. "El alba sangrienta" tiene cierto fundamento en una leyenda de la que cogió su nombre un área de abastecimiento de la carretera Sevilla- Cádiz llamado "El Cerro del Fantasma". Algo no de extrañar por la cercanía de las vivencias de Cortines.
ResponderEliminarY sobre todo el blog es tuyo… nuestros comentarios pueden pedir que se complete algo h en plan amigo que abordes algo que nos interesa… pero hay que estar por la libertad del que escribe que sufientemente doliente es ya el ponerse a juntar letras con la esperanza de que aquello tenga sentido
ResponderEliminarNo se trata ahora de que todos comenten... Tengamos la fiesta en paz. Gracias a quienes lo han hecho y un abrazo a todos, comentaristas y ágrafos.
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