Casi del tirón me leo
esta obra. Las salas de espera de los médicos dan para mucho rato de lectura:
doy fe. Creí que, como en la entrada anterior, este libro llegó a mi biblioteca
desde una crítica de Revista de libros: no parece. Si no fue así, ignoro
el camino que lo trajo.
Empecé a leer el libro
y lo pensé lo que luego resultó ser: un cúmulo de comentarios bien cosidos o
hilvanados sobre citas muy breves, aforismos casi, de autores más o menos
conocidos para mis limitados conocimientos. El ingenio pertinente admira, el ingenioso
incesante llega a cansar: no sé si cita Freire dos veces a Ramón (Gómez de la
Serna), creo que una: las veinte mil greguerías de Ramón, leídas a ratos, pueden
ser agradables, sorprendentes, admirables… Leer un libro de greguerías sin descanso
aburre (sus novelas abruman por la ingente sucesión de imágenes; esto escribe
quien leyó sus obras por docenas…). Calificaría a Freire de ingenioso. ¿Original?
Algunas de sus perspectivas, que no todas. Él mismo lo dice: Nihil novum…
El comentario sobre
citas breves, casi aforismos, insisto, desembocan en comentarios también breves. Perdonen que me repita: junto a estos se
suman otros y otras citas y así cabalga el libro, sin que el lector tenga claro
(yo no al menos; quizá las salas de espera no lo permitan) hacía dónde nos
lleva el autor.
Hace muchísimos años,
archivado lo tengo, leí un artículo, una tercera de ABC escrita por Francisco
Ayala cuyo título era Prisa y no se refería a la empresa, sino a esa
actitud tan postmoderna que es ir corriendo mucho, muy azorados, azacanados, a
no se sabe dónde, como el hámster en su rueda (tres veces emplea la imagen,
salvo error). Ansiedad, agitación, impaciencia, inquietud, vehemencia, exasperación,
desasosiego… Todos hemos señalado ese síntoma de los tiempos. Muchos hemos
intentado mostrar su etiología y sus consecuencias. Freire lo hace en su libro
y sus ironías y sus ejemplos, las citas a las que acude buscan demostrar todo
cuanto digo y él trata en su obra. Corres bien, decía el obispo de Hipona, pero
corres fuera del camino… El asunto es cómo volver al sendero de sentido común y
de la gracia.
Me llama la atención
que hallo en la obra palabras que nunca oí ni leí: existen, por supuesto, y las
emplea con precisión admirable, pero al leerlas no podía dejar de sonreírme y
acordarme de un alumno que era capaz de cualquier sacrificio por usar una
palabra que intuía que su lector la ignoraba: le gustaba sorprender y mirar
desde arriba. También son objeto de mi admiración las citas de autores que Freire
hace a quienes leí muchísimo y nunca reparé en tal o cual verso, en tal o cual
idea: insisto no poemas completos, no son ideas extensas…, que él cita.
Me han gustado
especialmente las alusiones de autores caros a mi corazón, especialmente, Julián
Marías de quien da una de cal y otra de arena. El comentario sobre la ilusión
(p. 74) es una puñalada a un librito maravilloso… Breve tratado de la ilusión.
Sin duda, Freire, no lo conozco y este es el primer libro que leo suyo, es
pensador “original”, inteligente y usa con buen tino la ironía. No estoy de
acuerdo con muchos de sus comentarios –quizá el espacio y la atención
no eran suficientes–, muchas de sus perspectivas no son las mías, pero
hay un fondo común amplio, bien asentado, en el que estoy totalmente de acuerdo
con él.
Doy por muy bien empleado
el tiempo que invertí en leer esta obra que no olvidaré. He tomado muchas
notas. He releído algunas páginas –lo que no es norma de
esta casa– y he aprendido o repensado ciertas ideas que se han
ensayado y contrastado con las de Freire. Muchas gracias al autor por haberse
tomado la molestia de escribir este libro y brindárnoslo a quienes lo hemos leído.
Muchas gracias.
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