He estado dándole
alguna vuelta a escribir esta entrada…, o no hacerlo. Supongo que mi remilgo ante
ello es intrascendente como una gota de agua en el mar… ¡bien poca cosa! Uno no
quiere criar mala sangre ni que le tomen el pelo. El torticero asunto de la
llamada “Memoria histórica” ha levantado vientos que ya no recordaba desde
finales de los 60 y comienzos de los 70 del siglo pasado. Creo que es prueba
evidente de algo que me comentaba un amigo no ha mucho: “¿Y si hubieran ganado
los otros la guerra?”. Me costó siempre escribir vencedores de una
guerra porque hay que dar por perdedores a cuantos participan en cualquier
guerra sea la que fuere y la victoria siempre, en cualquier caso, es pírrica.
Si “los otros” hubieran ganado la guerra a los “hunos”, que Unamuno escribía,
ya nos podemos hacer una idea de lo que hubiera ocurrido, pues, como dijera don
Quijote, si en frío hacen lo que están haciendo, ¿qué no harían en caliente?:
“querer ganar la guerra camino de cien años que se terminó…”. Es curioso el
afán y el planteamiento donde la realidad se ambienta de justicia, de derechos,
de legitimidad, pero esos perfumes no alcanzan a borrar la fétida vaharada de
hedor a odio reprimido, a rencor añejo. Ya es tarde, señor don Diego, que dijo
el otro, para cambiar el pasado, por mucha retórica que en ello se ponga, por
mucho relato adulterado que se expanda…, que solo alcanzará a los sembradores
impuros de la rabia y la inquina…, a los tontos y a los ignorantes. Esto me
paraba. Por mi parte, por parte de los míos, por parte de los Alcalá no conozco
que nadie guarde nada de todo esto, entre otras realidades, porque solo
demuestra la torpeza y la necedad de quien se queda atrapado en un pasado que
ya no debiera mover molino, como el agua pasada. Solo la verdad mueve.
Los años de la guerra
en el estudio biográfico de Alcalá Venceslada sabía yo que serían de breve
contar, pues todo se sintetiza en unas palabras suyas y escritas de su puño y
letra: “El poco tiempo que estuve fuera de la cárcel, asistí al Archivo de
Hacienda y a la Biblioteca Pública. En ésta fui detenido la tercera vez y la
primera, en el Archivo”. Triste, pero eso fue todo.
Como tantísimos que
fueron detenidos durante la guerra, Alcalá Venceslada, lo fue en nombre del
pueblo y por “desafecto al régimen”. Esto fue todo. Lo detuvieron por primera
vez el 20 de agosto de 1936 mientras trabajaba en la Biblioteca Pública. Sin
duda alguna su actitud, su palabra, su condición de católico, dieran pie, es
lógico, a que, siendo persona conocida fuera tildado de “derechista”, incluso
de “fascista”… Daba igual el motivo, pues el pueblo soberano (¿Quién es, dónde
está, cómo habla, qué dice…?) determinó que fuera encarcelado. Él no se había
señalado, digamos, como derechista por sus escritos de modo explícito, salvo
que se pudiera deducir, peregrinamente, de sus afanes religiosos, de los que
escribió con frecuencia y su clara actitud conservadora, digamos. Él había sido
concejal del partido Liberal conservador de Maura, como antes lo habían sido su
padre y su tío, del mismo partido cuando lo lideraba Cánovas… ¡en Marmolejo y
entre 1909 y 1915!, donde por cierto tenía Alcalá Venceslada gran predicamento
por lo bien que lo hacía junto a su amigo el alfarero andujareño Francisco
Vallejo Torres, también concejal del mismo partido, y dedicados en su
concejalía a la organización de festejos, etc.
Alcalá Venceslada y con
él su esposa, doña Isabel Muñoz-Cobo Muñoz-Cobo, fueron a la cárcel como tantos
miles y miles de españoles por desafectos al régimen (a doña Isabel se le
añadió: “por derrotismo en retaguardia” y es que la queja, aunque sea
verdadera, mata el contento). Ella estuvo menos tiempo y fue soltada. Él fue puesto
en libertad dos veces y pronto de nuevo detenido. Ignoramos la causa por la que
era puesto en libertad.
Nos consta que, a
partir de abril del 37, tras los bombardeos de Jaén, se iniciaron las excavaciones
de refugios en distintas zonas de la capital. Él, junto a don Blas Cuesta,
amigo de Alcalá, bellísima persona al decir de las gentes, falangista… eran cavadores
de refugios. Cuesta salió vivo de aquello, cuando debió ser mandado en el tren
del 11 de agosto del 36 y asesinado junto a otros fascistas de esa vil calaña,
entre otros dos curas y dos monjas… El hecho es que los señores eran
paseados en alpargatas, con su carillo, sus espuertas, su pico y su pala para
mofa y escarnio del pueblo que los veía pasar camino de la Senda de los Huertos
donde ellos excavaban (habría que ver lo que cavaban quienes solo estaban
acostumbrados a coger una pluma y libros).
Lógicamente en Jaén, en
esos años, solo se publicaban periódicos de signo marxista, como el Altavoz
del frente Sur, donde escribía, como comisario político, ese hombre que
tanto hizo por Jaén, en los algo menos de cien días que por aquí anduvo, que
fue Miguel Hernández: el trabajador por el pueblo que no dio más palo al agua
en su vida que sus versos, y que, mientras los señores de la calle Llana
estaban en la cárcel, él ocupaba sus viviendas requisadas… ¡cuánto no debemos
agradecerle los giennenses al poeta cabrero! Alcalá no escribió en la prensa ni
tampoco libro en esos años, pero no cesó de trabajar: siguió a la caza de
palabras andaluzas, refranes y dichos mientras estaba encarcelado como el peligroso
delincuente que era.
Mientras él estaba en
la cárcel, en su casa… se encontraban, familiares o no, en torno a ¡cincuenta
personas! asiladas, pues no se debe olvidar que Marmolejo, Lopera, Arjona y
Andújar, donde tenían parientes era el frente de guerra. Entre dos y cuatro
monjas de dos órdenes distintas, dependiendo de los momentos y dos “titos”, el
tito Fernando y el tito José María, que eran dos padres trinitarios del
Santuario de la Virgen de la Cabeza, de origen vasco que, puestos ante el
Tribunal Popular Especial, se concertaron para hablar vascuence entre ellos y
dirigirse en esa lengua a los interrogadores y dar a entender que nada
entendían, por lo que fueron puestos en libertad, según dijeron los milicianos,
“porque debían de ser rusos”. Un notario de Espejo con su familia y una
sirvienta de su casa; una señora con dos hijas de Escañuela… (pueblo de Jaén).
Unos días antes del 1
de abril de 1939, final de la guerra, fue puesto en libertad o sencillamente
cogió el portante como todos, pues dicen que los carceleros del pueblo, los
milicianos armados que hacían de guardianes, de piquetes de fusilamientos (como
los producidos los días 2, 3, 4, 5 y 7 de abril del 37), se marcharon con sus
justicias, sus libertades, sus igualdades… a donde pudieron, abrieron las puertas
de la cárcel, y Alcalá se fue a su casa de la calle Llana, 27.
Las cosas claras, y el chocolate espeso. Eso es historia de España y no la patraña que pretenden imponernos. Un saludo
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