19 de marzo de 2024

47- ANTONIO ALCALÁ VENCESLADA- La guerra civil en la cárcel de Jaén

 


He estado dándole alguna vuelta a escribir esta entrada…, o no hacerlo. Supongo que mi remilgo ante ello es intrascendente como una gota de agua en el mar… ¡bien poca cosa! Uno no quiere criar mala sangre ni que le tomen el pelo. El torticero asunto de la llamada “Memoria histórica” ha levantado vientos que ya no recordaba desde finales de los 60 y comienzos de los 70 del siglo pasado. Creo que es prueba evidente de algo que me comentaba un amigo no ha mucho: “¿Y si hubieran ganado los otros la guerra?”. Me costó siempre escribir vencedores de una guerra porque hay que dar por perdedores a cuantos participan en cualquier guerra sea la que fuere y la victoria siempre, en cualquier caso, es pírrica. Si “los otros” hubieran ganado la guerra a los “hunos”, que Unamuno escribía, ya nos podemos hacer una idea de lo que hubiera ocurrido, pues, como dijera don Quijote, si en frío hacen lo que están haciendo, ¿qué no harían en caliente?: “querer ganar la guerra camino de cien años que se terminó…”. Es curioso el afán y el planteamiento donde la realidad se ambienta de justicia, de derechos, de legitimidad, pero esos perfumes no alcanzan a borrar la fétida vaharada de hedor a odio reprimido, a rencor añejo. Ya es tarde, señor don Diego, que dijo el otro, para cambiar el pasado, por mucha retórica que en ello se ponga, por mucho relato adulterado que se expanda…, que solo alcanzará a los sembradores impuros de la rabia y la inquina…, a los tontos y a los ignorantes. Esto me paraba. Por mi parte, por parte de los míos, por parte de los Alcalá no conozco que nadie guarde nada de todo esto, entre otras realidades, porque solo demuestra la torpeza y la necedad de quien se queda atrapado en un pasado que ya no debiera mover molino, como el agua pasada. Solo la verdad mueve.

Los años de la guerra en el estudio biográfico de Alcalá Venceslada sabía yo que serían de breve contar, pues todo se sintetiza en unas palabras suyas y escritas de su puño y letra: “El poco tiempo que estuve fuera de la cárcel, asistí al Archivo de Hacienda y a la Biblioteca Pública. En ésta fui detenido la tercera vez y la primera, en el Archivo”. Triste, pero eso fue todo.



Como tantísimos que fueron detenidos durante la guerra, Alcalá Venceslada, lo fue en nombre del pueblo y por “desafecto al régimen”. Esto fue todo. Lo detuvieron por primera vez el 20 de agosto de 1936 mientras trabajaba en la Biblioteca Pública. Sin duda alguna su actitud, su palabra, su condición de católico, dieran pie, es lógico, a que, siendo persona conocida fuera tildado de “derechista”, incluso de “fascista”… Daba igual el motivo, pues el pueblo soberano (¿Quién es, dónde está, cómo habla, qué dice…?) determinó que fuera encarcelado. Él no se había señalado, digamos, como derechista por sus escritos de modo explícito, salvo que se pudiera deducir, peregrinamente, de sus afanes religiosos, de los que escribió con frecuencia y su clara actitud conservadora, digamos. Él había sido concejal del partido Liberal conservador de Maura, como antes lo habían sido su padre y su tío, del mismo partido cuando lo lideraba Cánovas… ¡en Marmolejo y entre 1909 y 1915!, donde por cierto tenía Alcalá Venceslada gran predicamento por lo bien que lo hacía junto a su amigo el alfarero andujareño Francisco Vallejo Torres, también concejal del mismo partido, y dedicados en su concejalía a la organización de festejos, etc.

Alcalá Venceslada y con él su esposa, doña Isabel Muñoz-Cobo Muñoz-Cobo, fueron a la cárcel como tantos miles y miles de españoles por desafectos al régimen (a doña Isabel se le añadió: “por derrotismo en retaguardia” y es que la queja, aunque sea verdadera, mata el contento). Ella estuvo menos tiempo y fue soltada. Él fue puesto en libertad dos veces y pronto de nuevo detenido. Ignoramos la causa por la que era puesto en libertad.

Nos consta que, a partir de abril del 37, tras los bombardeos de Jaén, se iniciaron las excavaciones de refugios en distintas zonas de la capital. Él, junto a don Blas Cuesta, amigo de Alcalá, bellísima persona al decir de las gentes, falangista… eran cavadores de refugios. Cuesta salió vivo de aquello, cuando debió ser mandado en el tren del 11 de agosto del 36 y asesinado junto a otros fascistas de esa vil calaña, entre otros dos curas y dos monjas… El hecho es que los señores eran paseados en alpargatas, con su carillo, sus espuertas, su pico y su pala para mofa y escarnio del pueblo que los veía pasar camino de la Senda de los Huertos donde ellos excavaban (habría que ver lo que cavaban quienes solo estaban acostumbrados a coger una pluma y libros).

Lógicamente en Jaén, en esos años, solo se publicaban periódicos de signo marxista, como el Altavoz del frente Sur, donde escribía, como comisario político, ese hombre que tanto hizo por Jaén, en los algo menos de cien días que por aquí anduvo, que fue Miguel Hernández: el trabajador por el pueblo que no dio más palo al agua en su vida que sus versos, y que, mientras los señores de la calle Llana estaban en la cárcel, él ocupaba sus viviendas requisadas… ¡cuánto no debemos agradecerle los giennenses al poeta cabrero! Alcalá no escribió en la prensa ni tampoco libro en esos años, pero no cesó de trabajar: siguió a la caza de palabras andaluzas, refranes y dichos mientras estaba encarcelado como el peligroso delincuente que era.

Mientras él estaba en la cárcel, en su casa… se encontraban, familiares o no, en torno a ¡cincuenta personas! asiladas, pues no se debe olvidar que Marmolejo, Lopera, Arjona y Andújar, donde tenían parientes era el frente de guerra. Entre dos y cuatro monjas de dos órdenes distintas, dependiendo de los momentos y dos “titos”, el tito Fernando y el tito José María, que eran dos padres trinitarios del Santuario de la Virgen de la Cabeza, de origen vasco que, puestos ante el Tribunal Popular Especial, se concertaron para hablar vascuence entre ellos y dirigirse en esa lengua a los interrogadores y dar a entender que nada entendían, por lo que fueron puestos en libertad, según dijeron los milicianos, “porque debían de ser rusos”. Un notario de Espejo con su familia y una sirvienta de su casa; una señora con dos hijas de Escañuela… (pueblo de Jaén).



Unos días antes del 1 de abril de 1939, final de la guerra, fue puesto en libertad o sencillamente cogió el portante como todos, pues dicen que los carceleros del pueblo, los milicianos armados que hacían de guardianes, de piquetes de fusilamientos (como los producidos los días 2, 3, 4, 5 y 7 de abril del 37), se marcharon con sus justicias, sus libertades, sus igualdades… a donde pudieron, abrieron las puertas de la cárcel, y Alcalá se fue a su casa de la calle Llana, 27.

1 comentario:

  1. Las cosas claras, y el chocolate espeso. Eso es historia de España y no la patraña que pretenden imponernos. Un saludo

    ResponderEliminar