16 de enero de 2024

ANTONIO ALCALÁ VENCESLADA-39. Alcalá Venceslada, Antonio: Soleares. Sainete en tres cuadros, en prosa, original

 

39-Alcalá Venceslada, Antonio: Soleares. Sainete en tres cuadros, en prosa, original

 

Comienzo releyendo de pe a pa lo escrito en estos dos años largos de investigación sobre la biografía de Alcalá Venceslada y voy rellenando, en la medida que ahora puedo, algunos ángulos oscuros que dejé, y que hay en todos los salones biográficos con arpa. Se hace más de lo que se puede.

El lector que siga estos resúmenes que hago para el blog de lo que investigo sobre Alcalá Venceslada, recordará que empezó sus años universitarios en Granada, tras su paso por el Colegio de “Santo Tomás” de Jaén donde cursó parte de su bachillerato y su acceso a la Universidad.

        Colegial en el Real Colegio Mayor “San Bartolomé y Santiago”, donde lo fueron posiblemente su padre Juan Manuel Alcalá Orti (lo afirmé en otra entrada y ahora lo descarto de momento), y seguro su tío Juan Manuel Orti y Lara. Alcalá Venceslada era estudiante de Filosofía y Letras y de Derecho. En el Colegio se le asignaron los estudios de “Jurista”, aunque no fueron en los que más empeño puso.

        Tras dos años en Granada, cambió su matrícula a Sevilla porque en esta se podía cursar la especialidad de Historia y no en la ciudad de la Alhambra y hasta aquí llego como contextualización y recordatorio para hablar de la obra que ahora comento. 





En la entrada 27 de esta serie (https://antoniojosealcalavique.blogspot.com/2023/08/antonio-alcala-venceslada-27.html) el lector curioso hallará más demorados los detalles que doy sobre otra obra que, cuando esto escribí, tuve a mi alcance: La venganza del feudal. Meses después pude hacerme con el único ejemplar que existe de la que ahora comento. Dejé la investigación aparcada en 1920 y a Alcalá Venceslada ya en el Jaén que tanto deseaba alcanzar con su plaza en propiedad de Archivero y Bibliotecario y pretendiente de quien fuera su esposa en ese año 20, Isabel Muñoz-Cobo Muñoz-Cobo…; pero demos un salto atrás.

Granada de nuevo. 1903. El citado Colegio mayor y el mismo compañero de Colegio y Facultad de Derecho, de quien pedí, si alguien sabía algo, por favor, que me diera norte de su vida: el lucense José Gama López: ningún dato nuevo, salvo que vuelve a firmar en 1904 una obra teatral con Alcalá Venceslada. Soleares. Sainete en tres cuadros, en prosa, original, se puede leer no sin dificultad en la curiosa portada hecha por Alcalá. Un tal C. Orense puso música a la obra. En un primer momento, que ya expliqué, anduve buscando a este C. Orense, como compañero de colegio mayor o facultad. En la entrada anterior a esta se da cuenta y razón de quién fue Cándido Orense Talavera que puso música a la obra.



Si el amanuense de La venganza del feudad fue Gama López, Soleares le correspondió a Antonio Alcalá. Reproduzco la portada y la primera página de la obra, toda ella de confección absolutamente artesanal.

La caligrafía de Alcalá muestra unos rasgos de persona muy madura, llamativamente madura para la edad que tiene; como inmaduras son las faltas ortográficas que menudean aquí y allá, tal y como las perpetró su colega Gama en la otra obra. Se ve que los autores teatrales estaban sobrados de tablas, ilusión y ganas, pero escasos de ortografía: ¡que todo no se puede tener!

El argumento de la obra es simple, si bien, creo que hay que hacer constar que este no creo que fuera lo más importante ni para los autores ni para los espectadores y más aún en la distancia del tiempo transcurrido. Diré sin rodeos que, sin duda, la obra de Alcalá y Gama puede ser calificada como costumbrista. Su finalidad es divertir a sus colegas; se sienten atraídos por una realidad en fuga como son las costumbres andaluzas populares, quiero decir, literalmente de un pueblo, del pueblo inculto: imaginativo, simpático, iletrado, con su vocabulario y léxico propios y con una pronunciación y unos rasgos fonéticos imposibles de reproducir entonces porque ni ellos los conocían ni entonces existía en lo que Mondéjar Cumpián llamaba la etapa precientífica. Escribía mi inolvidable Mondéjar, ese hombre tan sabio como pésimo profesor: “En efecto, cuando se llega a Andalucía, choca el viajero con una realidad absolutamente inevitable: la especial manera de pronunciar el español”. ¿Cómo se representa eso? Con un alfabeto fonético que no existía, insisto. Considero que no es este el lugar propicio ni el momento de dar explicaciones de historia de morfosintaxis y fonética, que ya daré en otro lugar y oportunidad pertinentes.

Dos decorados: el primero, una plaza andaluza, granaína por más señas. En el frontal una casa que es taberna: “La Zambra. Binos. Ay sangría”, se puede leer en el cartelón de la puerta. El Roscos, una mala persona, lleva al Inglés para que oiga cantar a la Carmen, ¡qué otro nombre ponerle! El Roscos incluso quiere ir más allá: quiere mediar para el Inglés, prendado de la Carmen, y que este se la lleve a su tierra. Van con la excusa de oír al Gayarre un canario excepcional que tiene el Señor Diego, tío de Carmen, que la recogió cuando esta quedó huérfana de padre y madre. Juanillo, el novio de la Carmen, viene de servir al Rey en Cádiz. No falta en la plaza un borracho, Canastos, ni una vendedora de chumbos y bellotas. Un municipal, Gómez, y la esposa y suegra de Canastos componen el paisanaje del paisaje. La Carmen canta por soleares como los ángeles. Descubierta la tropelía que anhelaba cometer el Roscos para llevarse un corretaje, se marchan a una venta en el camino de Huétor, segundo decorado, para celebrar la próxima boda de Carmen con Juanillo; el Inglés paga la juerga donde Carmen canta, hay guitarras, etc. Final feliz.

        Los intentos de reproducción fiel en el habla de los personajes de la variedad andaluza son muy meritorios por parte de Gama y Alcalá quienes, por cierto, no imitan la variedad occidental, sevillana, sino la granadina, y sin renunciar al ceceo de otras zonas… Esta Andalucía que los jóvenes universitarios quieren transmitir es una entidad abstracta, pero el asidero concreto, el eslabón de significados creados, recreados y mantenidos mediante la producción literaria de aquellos estereotipos y tópicos que sirvieron y siguieron sirviendo a los autores del ciclo para expresar su peculiar relación subjetiva con la realidad exterior idealizada y distorsionada. Un mundo con el que años después tendrá relación Alcalá cuando viva en Sevilla y se relacione allí con otros amigos del Ateneo sevillano

        El tiempo y las fuerzas lo dirán, pero no desdeño hacer un estudio detallado de estas dos obras, su publicación y representación, pero de momento seguimos camino, que nos quedan por investigar 35 años de la vida de Alcalá Venceslada, 1920-1955.









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