14 de junio de 2023

483-Agudo Aponte, Eduardo -APRENDER A COMER EN 5 PASOS

 



Una semana en un excelente hotel de costa española he pasado. Turistas nacionales y extranjeros. Unos pocos cientos. Bufet libre. ¡El Señor es nuestro pastor y nada nos falta! Nunca había vivido nada semejante. Nunca había visto engullir de ese modo desaforado y angustioso. Ni vi platos en combinaciones más excéntricas. Paella con salchichas y croquetas, con un poquito de ensaladilla rusa, un par de huevos encima en el mismo remix y unas ruedas de cebolla roja en el culmen de la pirámide del mal gusto: ¡esa cebolla debe adelgazar mucho!, pensarían… Todo ello regado con bebidas gaseosas edulcoradas o cerveza. ¡Qué pésimo disgusto y qué caos! Desayunos inverosímiles e inimaginable. Más de sesenta años dando vueltas por el mundo y nunca vi semejante disarmonía ni realidad más estrambótica. Esas panzas y esos culos tienen explicaciones que no requieren de experto.

Mi nutricionista y amigo Eduardo Agudo Aponte, a quien tengo por excelente profesional y aplicado estudioso de nosotros los gordos, me dejó el original de un libro allá por los encierros ilegales a los que nos condenaron nuestros políticos cuando lo del covid. Leí con esmero el libro que Eduardo había escrito con mimo y con una finalidad exclusiva: ayudar a los demás y, por orden, especialmente a quienes somos sus pacientes. Eduardo no cede, no se conforma, no se rinde; ese gordo recalcitrante, con sobrepeso, abrumado por su perfil y sus kilos es objeto de su estudio y de su trabajo y del trabajo de su equipo. Nadie se queda fuera de su empeño: ¡ni yo que era un gordo de plantilla desde que dejé de fumar hace más de una década!

Los gordos somos una plaga. Cada gordo lleva la desgracia de sus kilos. Cada gordo lleva su frustración y fracaso sobre sus huesos. Cada gordo, a cada paso, no desea rendirse, no desea verse en el espejo es ese mantecoso estado de carnes entremecidas. Sueña y le ilusiona volver a aquel tipo en que se reconocía en aquellas tallas, en aquellas fotos, en aquellos… tiempos pasados que, dado el caso, fueron mejores…

La frustración de los fracasos no son solo del gordo que semana tras semana se sube a la báscula, sino del profesional comprometido que se estrella contra una realidad insensible a sus bien pensados planes de comidas. Cuantos nos hemos dedicado a la enseñanza conocemos el sabor de esos descalabros: horas de preparación, de explicaciones en la pizarra o sobre el papel… ¡y la prueba del nueve tras el examen, tras subirse en la báscula! La grasa no baja, el glucógeno se dispara, los alumnos aseguran que lo comprendieron, que lo han ensayado, que lo saben, que creían haberlo hecho bien y el 75% están suspensos, no bajan de peso, se encuentran mal consigo mismos y amenazan con rendirse, con sacar la bandera blanca…

Todo bien, el que sea que persigamos, es arduo: perder peso o hacer correctamente un comentario de texto poético donde la manteca está en el argumento de los platos, en los pequeños detalles en ¡no sé dónde ni por qué! “Le aseguro que lo hice bien, lo mejor que supe, creía que…”.



Este libro de Agudo Aponte es una vuelta más al pescuezo de la gordura. Es un empeño más de Eduardo para ayudar a sus pacientes. Doy fe de los planes, de los regímenes distintos que probó conmigo, lo que sufrimos en el camino… hasta que hemos dado con uno que funciona, que me hace perder kilos, que me ha metido en la flexibilidad metabólica. No necesito ya un régimen, sino un modo de comer, de alimentarme, de vivir… si quiero entrar en los parámetros de los kilos que me permiten moverme en mi actividad deportiva, dentro de mi ropa, de acuerdo con la edad que tengo… Eduardo me lo ha enseñado y lo ha explicado en su libro. En su libro el gordo, el caballero o la señora, que quiera de verdad, ¡sin perder la paz! tiene las claves, reales, ¡nada mágicas de qué régimen es el suyo y qué se ajusta a su realidad! ¡Sin impaciencia y sin perder la paz! Todo lo que nos quita la paz no es bueno. Cierto que conviene la ayuda y la compañía de un nutricionista, de un experto que nos anima, nos orienta, nos empuja, nos exige, nos recoge… como el apoderado a su torero, como el entrenador a sus pupilos… y así poco a poco poder luchar contra esa realidad que nos roba la salud y la felicidad, nos escamotea el autoconcepto general…, nos humilla… ¡Se acabó! No hay fórmula mágica. Eduardo se ha empeñado en facilitarnos con un libro sencillo ¡que no simple!una serie de ideas, ni siquiera consejos, de enseñanzas que pueden abrirnos un horizonte más amable.

Como de bien nacidos es ser agradecidos, servidor, no tiene más remedio, ¡por bien nacido!, que darle las gracias a Eduardo por su paciencia, por su dedicación, por su empeño personal y su cariño… derrochados, todos, con este gordo que está en un peso aceptado y aceptable: más cómodo consigo mismo. Muchas gracias, don Eduardo.

 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario