Conocí
a Enrique Baltanás en la Universidad de Navarra. Venía entonces de Alemania e
impartía clases de Literatura comparada, creo. Hablamos en un par de ocasiones
no recuerdo de qué. No volví a tener noticias suyas hasta que leí su obra sobre
los Machado, Los Machado. Una familia, dos siglos de cultura,
y otro libro que no sabía que luego me sería de utilidad, Las columnas de
Hércules. Realidad o invención de Andalucía, y que ahí, desde la estantería
me mira y espera su inmediata lectura: no siempre, pero a veces todo llega.
Ya dije que ando tras los Machado y pisándole los talones a
Antonio por una conferencia -insisto en que tal nombre es hiperbólico título-
sobre la influencia de la arquitectura de Vandelvira en Campos de Castilla
y Nuevas canciones… Ese es el motivo de las lecturas o relecturas de
estos días sobre el poeta sevillano y, de inmediato, sobre el arquitecto
alcaraceño.
¿El libro de Baltanás? Él lo confiesa: nada nuevo. Todo cuanto
he leído en las 132 páginas primeras, el libro tiene, 196 lo sabía incluso más
detalle y mucho más matizado. De recuerdo me ha servido. Las últimas páginas de
la obra, haga la resta, son un APÉNDICE, así titulado por él y subtitulado:
ANTONIO MACHADO Y LA POLÍTICA. DE LA REPÚBLICA HASTA LA GUERRA CIVIL
(1931-1936). ¿Algo nuevo? Pues sí: la novedad está en la parresia de Baltanás
que ha dicho lo que muchos pensaban -pensábamos e incluso hemos escrito- y él
lo ha puesto negro sobre blando. Antonio Machado no era un santo laico ni
tenía ideas propiamente políticas: ya lo dijo Ridruejo en su famoso prólogo del
40… (del 41 es el ejemplar que me regalaron no ha mucho). Machado mantuvo un
seguidismo natural, si se quiere, de lo vivido en su casa y algo de lo
aprendido en la Institución Libre de Enseñanza: anticlerical, vagamente
creyente y de izquierdas, relativamente republicano… Todo el rollo de la izada
de la bandera de Segovia, la invitación que hizo a esta de Ortega y algunos
miembros de la Agrupación al Servicio de la República… fue un brindis al
sol, pues él apenas intervino y, como la mayoría de todos ellos, no habían
transcurrido cuatro días de la marcha de la República del 31 (que nadie voto,
ni salió por votación en ninguna parte, ¡antes al contrario!) se demarcó como
lo hicieron todos los republicanos sensatos… Ortega, desde el principio casi,
cuando se empezó a legislar, en particular contra los católicos, comprendió el
fanatismo sectario de muchos de los compañeros de viaje incluido Azaña (“Ni
todos los conventos de Madrid valen la vida de
un republicano”, obviamente la vida de religiosos y católicos no valían lo
que la de un republicano…). Pero no quiero perderme. Explica Baltanás lo que
ocurre con Machado en sus últimos días: su salida del Madrid rojo, su paso por
Rocafort (¡qué tristeza la de ese pobre y viejo poeta!) y su muerte en Colliure
(“Estos días azules y este sol de la infancia”). Machado forzado a escribir y
firmar proclamas y manifiestos, poemas y… lo que le pusieran por delante porque
el hombre tenía que mantener a su familia, pero no tenía con qué… ¿Le ocurrió a
Manuel lo mismo en el otro bando? Es posible, pero Antonio sí da pistas de lo
que a él le ocurre…
La
militancia ideológica de izquierdas entre algunos profesores, en institutos y
universidades, hicieron del poeta de Soledades. Galerías y otros poemas,
su poeta y así lo hemos vivido y padecido quienes estudiamos en
la Universidad a finales de los 70 y los 80 del siglo pasado. Hago constar aquí
que ya entonces, por aquellos años, don Alfonso Sancho Sáenz, narraba con
detalle -y algún error sin intención ni importancia: él decía que habían ido
Manuel a Burgos a visitar a una tía monja de los Machado, cuando era una
cuñada: la rectificación me la hizo llegar Miguel d’Ors-… que el caso de los
Machado, Manuel y Antonio, su colaboración y estancia en un bando u otro fue
fruto del azar: un viaje, una visita, el inicio de la guerra, Burgos o Madrid.
Me ha merecido el viaje de esta lectura. Quien no sepa gran
cosa sobre Antonio Machado puede tener aquí un libro que lo acerque al poeta y su
vida, y, además, se aclare con nitidez del perfil ideológico del poeta de
Sevilla… POETA DE TODAS LAS ESPAÑAS…, en “Estos días azules y este sol de la
infancia”.
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