Baltanás, Enrique
LOS MACHADO. UNA FAMILIA, DOS SIGLOS DE CULTURA ESPAÑOLA
Casi sería lo suyo por
el modo es que está constituida la obra, hacer un resumen de cada uno de los
Machados de los que aquí se escribe: Antonio Machado y Núñez, el abuelo de la
estirpe; Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, el padre los conocidos
como los Machado: Manuel y Antonio Machado Ruiz, los poetas… Hacerlo
así, sin embargo, rompería la unidad y sentido procurado por Baltanás.
Me recomendó hace mucho
tiempo este libro Bernardo Munuera, pero le dije que, si bien era de mi
interés, no disponía de tiempo para leerlo entonces. Ahora llegó por vía del
trabajo sobre Alcalá Venceslada, pues las vidas de los Machados y las de este
otro Antonio, Alcalá Venceslada, se solapan en Sevilla y se cruzaron con muchos
amigos comunes tanto en la ciudad andaluza como en la capital de España,
especialmente con Francisco Rodríguez Marín muy amigo del jaenero y también,
entiendo, de Manuel Machado, bibliotecarios los tres.
Enrique Baltanás ha
dirigido esta obra con el talento y la mesura de quien dando en justicia a cada
uno lo suyo, no le ha importado escribir con claridad lo que pensaba, aun en
contra de corrientes consolidadas, y con una melodía de fondo que resume en el
epílogo de la obra.
Lo más común será que
el lector mejor conozca al poeta Antonio Machado y desconozca todo o casi todo
de su abuelo, Machado y Núñez, de quien se sabe su adhesión, ahora aprendo que
solo relativa, a los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza y a
esta, que el lector algo sepa del Demófilo, padre y folklorista,
es posible que también otro poquito de Manuel Machado, hermano siempre del
poeta, del Machado por antonomasia… y nada de sus hermanos menores
José (Sevilla, 1879-Santiago de Chile, 1958), Joaquín (Sevilla, 1881-Santiago
de Chile, 1955), Francisco (Sevilla, 1884-Santiago de Chile, 1950). Si he leído
dos o tres biografía del Machado por antonomasia, Antonio Machado Ruiz, es
cierto que no hubiera sido capaz de decir nada de los tres hermanos menores,
salvo que uno de ellos, José, lo acompañó en su huida de Madrid a Valencia y a
Colliure y que pintaba; de los otros dos… nada de nada.
Cruzan los Machado como
familia de cultura el siglo XIX y la mitad del XX, principalmente los Machado a
quienes Baltanás le dedica la mayoría de sus páginas. Se equivocaría el lector
que buscase tres o cinco biografías superpuestas…, aunque el algún momento lo
parezca, pero si es así no es sino porque necesita Baltanás suturar la
continuidad en el núcleo de cultura familiar común que se establece desde el
abuelo a los nietos. Juaristi, prologuista de la obra, señala como rasgos
distintivos de la estirpe: una verdad familiar profunda: “la de una tradición
deudora al mismo tiempo de la virtud republicana, jacobina, y de la intemperie
espiritual de los cristianos nuevos portugueses”. (p. 14) y se refiere a ellos
como “estirpe de estos raros ingenuos, bondadosos, liberarles eternamente
palingénicos doceañistas” (p. 14). Baltanás, ya en la página 416, en el
EPÍLOGO, afirma: “Pero si hay un rasgo que los defina a todos es su hombría de
bien. Se dirá que esto no es un valor cuantificable, que acaso no sea un valor.
Pues démosle otro nombre: la bondad. No fueron santos, pero fueron buenos”,
complicadas afirmaciones, si se me permite, para acotar y definir tantas vidas
distintas, durante tantos años, un siglo.
Es
la obra larga y densa, para mí interesante por lo leído de los Machado,
marginal para el trabajo de investigación que entre teclas me traigo. Me ha
interesado en desinterés por los toros de Manchado y Núnez, que es cuasi fervor
en Manuel Machado; todo lo referido al folklorismo de Machado Álvarez es de
sumo interés para mí, y sus disquisiciones sobre el flamenco, sus
disquisiciones sobre lo andaluz y los andaluces, así como su correspondencia
con Rodríguez Marín… Me gustó el valor de Baltanás por ir contra el sentir de
muchas décadas entre estudiosos, profesores, ignorantones y papanatas que hicieron
de Antonio Machado el santo laico, patrón de los poetas, el poeta español por antonomasia:
“No es extraño así que un crítico actual, exagerando hasta la caricatura, pero
dando un fiel testimonio del ambiente, haya podido escribir que para los
escritores últimos, «Antonio Machado es un poeta que se lee en el BUP, al que
canta Serrat y al que citan mucho los veteranos del 68 y los políticos
socialistas: una polvorienta reliquia». No parece, sin embargo, que sea
exactamente así (aunque así sea también)”; con toda humildad me sumo a Baltanás
a quien tal escribió o dijo, salvo que siempre se ha leído en COU o 2º de
bachillerato… ¿Qué habría sido de él y de Unamuno y de Juan Ramón… si no los
hubiéramos intentado explicar y leer en esos cursos? ¿Qué será de ellos en los
próximos años? ¿Quién lee a Salinas, Guillén, Lorca, Cela, Delibes, García
Hortelano, Laforet…?, ¡pero esa es otra guerra que no otra batalla! Permítame
que vaya concluyendo: me ha gustado especialmente lo escrito de Manuel Machado
que me ha invitado a comprar dos libros de este y sobre este…
Sin
duda, considero, Bernardo Munuera tenía razón: el libro es largo e interesante
para contemplar una perspectiva sugestiva de un siglo de cultura a través de
una familia, los Machado.
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