Momentos ha habido,
entre unos asuntos y otros, entre unas lecturas y otros libros, otras voces y
otros ámbitos… en que creí doblar el año y no el libro de Alberca, que se me ha
hecho más largo que un domingo sin dineros…
Creo que salvo la
biografía de Vázquez de Prada sobre san Josemaría Escrivá de Balaguer (tres
volúmenes y más de dos mil páginas, calculo), no había leído una biografía tan detallada
de nadie, con tanto pormenor como la que ha escrito Manuel Alberca sobre
Valle-Inclán… Hay momentos en la misma en que sigue al escritor gallego no diré
día a día, pero casi semana a semana en algunos momentos de la existencia del
dramaturgo.
Valle-Inclán ha sido, y
es, uno de los escritores a quienes he leído mucho y con pasión, con dedicación
y admirado. Creo que Luces de bohemia es una obra de superación difícil
y quizá la mejor obra del teatro español del siglo XX.
Tengo que admitir que
en mi imaginario lector y devoto… Max Estrella se zampó a Valle. La adecuación
absurda por mi parte del personaje y la persona ha hecho que lea las biografías
anteriores sobre Valle a través del cristal del bohemio madrileño… que muere en
el escalón del portal de su casa; es, sin embargo, Valle un bohemio sui
generis y sumamente cauto con la publicación de sus obras y con las
ganancias de estas (me acordé del libro donde se reproducía la correspondencia
entre Delibes y el dueño de la editorial destino, Vergés: esa contabilidad
exhaustiva, de tendero al por menor…). Este ha sido uno de los descubrimientos
hechos en esta lectura: su gran ambición fue poder vivir, ¡y vivir bien!, de lo
que escribía o de las prebendas que arañaba donde le era posible… y así fue un cesante
relativo que ciertamente estuvo en alguna ocasión en los calabozos de la
policía… Ignoraba sus escarceos en la política; su cercanía a Lerroux; la consistencia
de su carlismo que no era una realidad imaginaria y romántica y ñoña…, sino una
concepción absolutamente fundada en su pensamiento, que nacía de la convicción
que brotaba de su clasismo del que Alberca da detalles numerosos en la
biografía… ¡cuenta detalles y circunstancias de enjundia! Me he hecho cargo de
lo que supuso su viaje de juventud a México y cuánto debió su obra posterior (y
muchos de sus beneficios y momios asociados a él y sus amigos); su paso por la
Academia de Roma que bajo la óptica de la biografía que escribiera Ramón era
para mí un problema para el gallego, ¡y lo fue!, pero generado por él… La
separación dolorosa de su esposa, la actriz Josefina Blanco, y las
circunstancias en que sus hijos quedan…
No he leído ni tengo la
biografía que su nieto, Joaquín del Valle-Inclán, escribió sobre su abuelo, ni
dudo de su calidad, pero dada la circunstancia… creo que, de leerla, habrá que
dejar que pase un tiempito como dicen allá. Pues las 745 páginas de Alberca,
notas incluidas, han sido plato largo y de más larga digestión, aunque sin duda
de buen provecho (432 páginas tiene el libro del nieto).
Ciertamente muy largo,
pero he disfrutado con la lectura… Demasiado detalla a veces y, por tanto,
lenta. La vida del dramaturgo fracasado se movía entre las páginas con una
morosidad impropia del concepto que tenía yo de un Valle-Inclán decidor,
parlanchín, inquieto… ¡más rápido se movía el personaje que la narración
biográfica!
En algún momento
Alberca afirma que Valle no era mentiroso… y, sin embargo, la biografía está
plagada de las mentiras que de continuo el gallego decía: no es que fuera
mentiroso ni fantasioso ni un soñador… era ¡mentirosísimo! Un trolero magistral
y siempre en su propio beneficio.
Admirable el trabajo
del autor para elaborar una biografía como esta… y lo afirma quien anda tras
los pasos de otro escritor y sabe de lo complejo que es obtener datos,
interpretarlos, etc. Considero que los admiradores, como servidor, del autor
genial… disfrutarán de esta obra de Alberca. Me quito el cráneo.
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