Supongo que a la
inmensa mayoría de los lectores de este blog el título de esta obra y su autor
no les dirán nada. Esta obra, sin embargo, de Alcalá Venceslada, mi abuelo, fue
el empeño intelectual principal de décadas en su vida. El Vocabulario andaluz,
sin pasión de nieto, es el vocabulario andaluz más completo que existió,
entiendo, hasta la publicación ¡en el año 2000! del Tesoro léxico de las hablas
andaluzas Manuel Alvar Ezquerra. Muchos de sus amigos, de sus colegas, de sus
contemporáneos pensaron que el meritorio trabajo que este hombre hizo lo
proyectaría profesionalmente a nivel nacional… Estaba claro que ignoraban lo
que ocurre en este ámbito del mundo de la investigación lingüística, literaria,
en el mundo, en general, digamos, de los libros, etc. Generalmente el nicho
donde se trabaja es oscuro y volátil y así las obras y sus autores quedan
ensombrecidos por una realidad que va de paso entre sombras. El tema, además,
en el que trabajó mi abuelo -la lexicografía regional, un diccionario
diferencial-, es marginal y de interés muy parcial en apariencia. La gente
curiosea en la búsqueda de alguna palabra “de su pueblo” y cree haber
descubierto un mediterráneo cuando afirma que tal o cual palabro es novedad y,
por supuesto, ¡de mi pueblo!: todo eso se hace ahora por medio de Internet
donde la información puede ser verdadera, fiable, contrastada… o no tanto, pero
está muy a mano y no es costosa.
Quienes tengan
curiosidad del proceso seguido por los diccionarios diferenciales, Ignacio
Ahumada, en su estudio previo del Vocabulario de Alcalá, hace un recorrido
somero donde se da noticia de todo ello (v. Alcalá Venceslada, A., Vocabulario
andaluz, Ahumada, I. [estudio preliminar), ed. Universidad de Jaén/Cajasur,
Jaén, 1998).
El Vocabulario andaluz,
editado por primera vez en el año 1933, es sin duda el resultado del empeño de
una idea de Rodríguez Marín de quien Alcalá se siente discípulo: “he de
consignar el nombre de quien tuve por maestro, el inolvidable D. Francisco
Rodríguez Marín”. El cervantista de Osuna ya en 1983 afirma que él está
intentando “un pequeño vocabulario de Osunismos”, pero en 1895 escribe que aún
no había comenzado en firme la tarea, mas veía la necesidad -y a eso animaba a
sus discípulos- de las recopilaciones y elaboración de vocabularios regionales.
A ello hay que sumar, sin duda, en opinión de Ahumada, el empuje y auge del
folclorismo ya aunado en 1881 bajo el movimiento “Flok-Lore Andaluz” promovido
por Machado Álvarez, padre de los poetas Manuel y Antonio. A estas dos causas
hemos de sumar otras dos: el empeño de la RAE de darle un tratamiento
lexicográfico más amplio a los regionalismos y, ya por último, la convocatoria
por la propia Academia de los premios Conde de Cartagena cuyas bases, como
escribe y me comentó en su momento el propio Ahumada, son capitales para mejor comprender
el Vocabulario andaluz de Alcalá y que aquel reproduce (v. op. cit., p. XX).
El citado premio del
Conde de Cartagena, convocado en el año 30, se falló el 26 de junio de 1932 y
recayó en Alcalá Venceslada. Hubo y hay problemas con la fecha de la primera edición,
pues el mismo autor parece confundido si fue en el 33 o el 34. La segunda
convocatoria del año 34 retrasó su fallo por razones obvias y no tuvo lugar
hasta el año 41, en el que vuelve a ganar Alcalá Venceslada, ya académico
correspondiente por Andalucía a propuesta de Rodríguez Marín, R. León y Agustín
González de Amezcua. Y aquí me planto con la historia remota para continuar con
la recentísima edición de la que quiero hablarles hoy…. Pido disculpas por el
largo exordio o fervorín…
Prologa el libro el
académico Álvarez de Miranda que sitúa al lector en el quid del sentido que
tiene la edición de esta obra -con menos entradas lógicamente que la edición de
1998-, y aduce que se trata de un regreso a las fuentes de interés, si se me
permite, más acendrado para el especialista que para el profano que solo busca
alguna curiosidad léxica. No deja de reseñar lo que ya escribieran, por
ejemplo, Alvar López y Mondéjar Cumpián, como un defecto y limitación: Alcalá
Venceslada careció de los medios y los conocimientos que otros muchos tuvieron
después… Lo demostró Ahumada y lo repite Galeote. Epicteto quizá les dijera que
hay lo que hay.
El profesor Galeote
expone el proceso que siguió el Vocabulario andaluz que nació con unas
ilustraciones (tal y como animaba la convocatoria de la Academia que se hiciera
cuando fuere posible) hasta la desaparición y postergación de las mismas por el
propio autor en la edición del 51.
La macroestructura y la
microestructura de un diccionario y, por tanto, del Vocabulario (fui
alumno de Mondéjar Cumpián, q.e.p.d., y nunca explicó esto, pero sí forzó al
abandono de la carrera a muchos alumnos por su cerril modo de impartir su
Historia del español, de 4º de Filología en la Universidad de Granada. Busco en
qué consisten uno y otro concepto), insiste el profesor Galeote, es deficiente
y los “futuros vocabularios andaluces deberán ser mejorados en su elaboración”
en ambos aspectos: la macroestructura y microestructura… Sin lugar a dudas
Alcalá Venceslada, tuvo problemas, por ignorancia, a la hora de transcribir las
voces andaluzas con la ortografía convencional: “No pudo ni supo recurrir al
alfabeto fonético. A ello se le añade la variedad de pronunciaciones de las
hablas andaluzas y la ausencia de unos criterios normalizadores previos” (?).
Siempre es un consuelo,
por lo que a uno afecta en el sentimiento, que a la obra, a pesar de sus
innumerables defectos se le reconozca como “ejemplo de obra admirable” que
conviene situar “en su contexto histórico y en unas circunstancias científicas
en las que predomina el folclorismo”.
En las “Conclusiones”,
el profesor Galeote, no deja de escribir una alabanza de la obra… Recuerda que
es la única edición accesible en el mercado del Vocabulario, por
supuesto del 34, y dudo de que de las habidas después del 51, la de editorial
Gredos (1980) y la de Ahumada del año 1998.
Servidor cierra esta larga entrada con el reiterado agradecimiento al profesor Galeote por su empeño y a mi abuelo que también lo hizo y descansa en paz.
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