Antecede a Rebelión en
la granja el prólogo escrito por Orwell y titulado La libertad de prensa.
No recordaba ni haberlo leído, ni su contenido: y tengo marcadas ideas y
expresiones en el texto que uso, que es el de la biblioteca de casa ¡El tiempo
pasa y la memoria es lábil! Me parece excelente prólogo: sencillo en sus
planteamientos y quizá en apariencia muy sujeto al momento y al lugar cuándo y
dónde se escribe, pero claro y verdadero ayer y hoy: un clásico. Debiera
resplandecer la verdad por encima de todo, defiende Orwell. No es así en la
Inglaterra de 1944 –ni hoy en casi ninguna nación: la mentira delimita la
circunstancia-. En la Inglaterra de entonces la izquierda militante y bien
pensante defendía sin fisuras a la URSS de Stalin por varios motivos: por
corporativismo, por temor, por miedo a ser señalado y, Orwell posiblemente
supiera: ¡y porque la URSS tenía sus terminales creadas ad hoc para publicitar
su sistema y a su líder, el macabro asesino Iosif Stalin! El encargado de ello
Willi Münzenberg. Frente a la terrible y grotesca irracionalidad rampante del
nazismo y el fascismo, el comunismo se presentaba y proclamaba heredero de la
Ilustración, adalid de la racionalidad e incluso –en el colmo del cinismo–
abanderado de la democracia frente a la amenaza totalitaria y así se hacía
verdad lo que Orwell escribía en el citado prólogo: “Si uno ama la democracia
[…] hay que aplastar a los enemigos sin que importen los medios utilizados”:
¡grandes demócratas! En buena medida, estos planteamientos ideológicos –esta repugnante
inversión de valores– fueron el resultado de la concienzuda labor propagandística
de Münzenberg.
No recordaba haber
leído el prólogo, pero es que también recordaba muy vagamente la obra en sí.
Merece la pena ser releída o leída: se lo aconsejo vivamente. Lea Rebelión
en la granja. Orwell hablaba de la URSS de entonces, pero nos sirve para
retratar a la España de hoy. Ya me ha pasado con 1984. Se repiten paso
por paso los procesos que la izquierda marxista sigue aún hoy. Es obvio que hay
distancias entre el poder de Stalin y el que puedan tener los marxistas
españoles, por ejemplo, pero si usted lee esta obra y pone un calco verá situaciones,
propuestas, ideas… ¡tan idénticas que producen admiración! No olvide que la
casualidad no existe.
¿Se escuchó en su
momento la voz de Orwell? Obviamente no. Advirtió que bajo la pelleja de
cordero estaba el lobo (bajo la piel del cerdo andaba el oso). El libro fue
difícil publicarlo. Según sus enemigos cuanto Orwell decía era una pura falsedad, y así lo esparcían
a los cuatro vientos el marxismo militante y la sociedad inane y biempensante:
el líder es el amo de la verdad, lo que él dice es… la verdad y sus decisiones,
aunque incomprensibles y en apariencia contradictorias o falsas, son, como
decía Squealer, el cerdo: «¡Táctica, camaradas, táctica!». La especie
esparcida, repetida, publicada, publicitada era que todo lo que decía Orwell y
quienes argumentaban contra la URSS… eran unos falsarios, egoístas, fascistas,
condenables… ¿Les suena? ¿Cómo hacer y decir algo contra la URSS y Stalin, ese asesino
y maravilloso dirigente de masacres? Y así la falsa publicidad y la mentira
forman parte de la actuación cotidiana de los oligarcas del partido en la nueva
Granja Animal: el fin justifica los medios. La agitprop era el trabajo de miles
de personas pagadas por la URSS, directa o indirectamente, y que trabajaban por
la propaganda de
agitación en pro de la URSS y el cerdo máximo de la Granja Animal, Napoleón, el
citado Iosif Stalin. Es cierto que “Nuevamente los animales
se sintieron presos de una vaga inquietud”, pero los cerdos, la oligarquía del
partido, los dirigentes, quienes tienen la cultura y el poder… ¡son tan
sumamente buenos y tan benéficos!
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