Reconozco que nadie está
libre, y yo el segundo o el tercero, de decir una perogrullada (“Detrás del
lunes viene el martes”), producir un pleonasmo (“Ya subió para arriba”), recalcar
una evidencia (“Ya has venido”) y sencillamente meter el gambón y decir una cipotada
que se abre la navaja en el bolsillo.
Ignoro a qué categoría
pertenece el comentario de este jefe de Climatología, pero sin duda, seguro que
nadie sospecha que, en la oposición, si la hizo y su cargo no fue designado a
dedo, no había un apartado o tema más o menos amplio “La profecía y el profeta.
Clases de profetas. Profecías con y sin grado de evidencia”. Un fenómeno este señor,
pero no meteorológico. Murieron más de doscientas personas, no sé cuántas casas
se perdieron, incontable el sufrimiento habido y él “no sabía lo que iba a ocurrir”.
La boca me duele de corregir las
justificaciones extemporáneas, absurdas, inconcebibles. Vamos a ver, señor: si
usted cometió un error, ¡como todos los cometemos!, es innecesario que haga esa
aclaración. Si usted hubiera sabido lo que les esperaba a los pueblos valencianos
el 29 de octubre de 2024, y no hubiera hecho nada, usted sería un delincuente con
un grado de evidencia indubitable. Usted sería un asesino: “Sabía que iba a caer
chuzos de punta -que mi madre decía- y no hice nada para advertir de lo que se
avecinaba”… ¡pa matarlo!
Entendemos por tanto que usted no
es profeta, que la información que manejaba no daba indicios de lo que sucedió
después y que, por ignorancia, error… pasó lo que pasó. “Ovio”, que repetía sin
tasa Felipe González cuando presidía el gobierno de entonces. “Ovio”.
Usted entiendo y hasta incluso yo
lo puedo llegar a entender que se estén depurando responsabilidad. Que las mentiras
-¡líbreme Dios a mí de decir que usted lo es!- tienen las patas muy cortas y
que antes o después llega la UCO, el COCO o el Sacamantecas y suelta el pavo de
la verdad con las consecuencias inusitadas que esto tiene: El rey está desnudo
y cuanto se contó era mentira y donde dije digo, digo Diego y donde Diego no
dije lo que sabía, pero que… ¡pues eso!
¿La Dana valenciana? Un horror. ¿El
volcán de la Palma? Un horror. ¿Los incendios de este agosto que vivimos? ¡Otro
horror! En Valencia se pudo intervenir antes, más y mejor y prevenir más que
curar. En la Palma sucedió lo que naturaleza dispuso y Dios permitió: nada que
hacer contra la lava. ¿Los incendios? Hombre prevenido vale por dos y en este
caso, prevenir mejor que lamentar.
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