27 de junio de 2020

La “nueva normalidad” (?): ¿la eclosión de un mundo distinto? (PARTE III de IV)




Por lo que contemplo y medito, a la larga, la sementera de la escuela ideologizada, la escuela adormidera, la escuela manipulada y tejedora de sueños… da sus resultados. Aquí y allí, por doquiera que se mire: la ignorancia vive en una falsa jauja virtual mientras los buitres esperan su festín mirando desde las cornisas. Es la banalidad del mal que dijo Hannah Arendt: Eichmann, el asesino nazi, explicó que él era un funcionario más que “cumplía con su obligación” dictada desde arriba; no más. Los nuevos puritanos son los totalitarios pacatos de siempre. Esos timoratos que dejan escapar sonrojos y suspirillos de chica de 1º de ESO en su sesgada clase sobre género… Ahora esos mojigatos totalitarios, insisto, y a Arendt remito de nuevo, se pueden llamar como quieran, pero no dejan de ser lo que son: sembradores de iniquidad y odio. Mojan sus trémulos deditos en las puras aguas de lo políticamente correcto y el lenguaje inclusivo que deja fuera tanta injusticia que la historia arrastra; su quehacer no es inocuo, sino inicuo. Ya puestos: ¿Quién pide perdón por los cristianos que se merendaban los leones en Roma? ¿Quiénes piden disculpas por los esclavos sin cuento que han existido ¡y existen!? Niños y niñas, hombres y mujeres aherrojados por nuestras limitaciones y miserias. ¿Quién nos visibiliza? Modo de dominio, lo políticamente correcto, como lo hasta ahora enumerado y lo que vendrá después, con frasecita que ya hizo fortuna, “ha venido para quedarse”: ¡qué bonito! Muy bien, pues siéntense ahí… Quienes no entremos sometidos y sumisos por el aro ñoño y anormal de la manipulación seremos desterrados, humillados… No formaremos parte de la mayoría gregaria, de esa supuesta mayoría normal. La normalidad es la enfermedad de nuestro siglo, dijo Adorno en su Mínima moralia… ¿Qué hacerle si no soy normal ni aspiro a serlo? ¿Me pondrán, acaso, un idolillo pagano con su mirar de suficiencia ética y con una espada flamígera que me muestre el camino irreversible del destierro, hasta que sumiso pida perdón a mis lectores y mis lectoras, represores y represoras y censores y censoras…? Los totalitarismos, las dictaduras tienden naturalmente a la censura y a la represión como el hierro es atraído por el imán. Reprimidos y desterrados, a los rebeldes querrán laminarnos. Ya la gramática no está de nuestra parte, la verdad histórica es tergiversable, la verdad y la mentira –ya vimos- han muerto… No hay dónde encontrarnos para ponernos en claro porque es imposible la comunicación. Todo es débil, según diagnóstico de Vattimo.




En la nueva mesa de juego que conforma el nuevo panorama, la circunstancia virtual… la persona no cuenta, es decir: cuenta menos que nunca. Si el aborto es un asesinato de personitas chiquitas (a los 14 días, dice la investigación, alcanzan el milímetro y medio y su corazón ya late… ¡qué más da lo que la ciencia en este sentido diga! Aborto porque quiero, ¿o acaso no es mi cuerpo mío?).

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.


Han muerto en unas semanas 500 mil personas, que poco importa el número y que personas sean. Muchos eran viejos y, y por tanto, como las personitas, no formaban ya parte del panorama: unas no llegaron a la pantalla y no se vieron, y las otras, por viejas, se habían salido del enfoque y tampoco parecían estar, total: si se mueren, pues eso: menos tropa haciendo gasto… Ya hemos visto que el valor capital es el dinero… que todo lo mueve, que a todos interesa tener sin tasa…, sin medida, sin cuento… No hubo signos de piedad. Se tardó en emplear símbolos que dijeran del sufrimiento particular y general, ¿acaso importaba o importa? Los funerales de estado, etc. son más de lo mismo: puro espectáculo para las mediocridades que ansían la normalidad, para ganarle el paso a las apariencias, para hacer publicidad de lo nuestro, es decir, de lo suyo… No se ocupe, lector: los muertos están bien muertos, aunque mal contados, descansan ya en paz. Eso sí le digo: usted llegará a viejo, si no lo es… ¡y entonces, amigo mío, usted no importará una higa!


2 comentarios:

  1. Tuve que tomar varias veces el diccionario para poder interpretar la lectura.

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  2. Siempre pienso que si no engaño a nadie por qué me van a engañar a mí los demás. Si usted, lo dice: es verdad. Escribo a ciegas... No tengo claro -¡y es grave!- para quiénes escribo, quiénes son mis lectores... Octavio Paz decía que Luis Cernuda escribía como hablaba, pero hablaba como un libro... Malo. “Quien escribe como se habla irá más lejos en lo porvenir que quien escribe como se escribe”, decía Juan Ramón. Gracias por su esfuerzo.

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