25 de junio de 2020

La “nueva normalidad” (?): ¿la eclosión de un mundo distinto? (PARTE II de IV)


Junto a la muerte de la verdad y la mentira… También ha sido descompuesto y anulado el sentido común. Eso que, en nuestro ser confuso, en nuestra errabunda existencia, era simiente vital, y pauta de vida, ha sido derrotado por el relativismo: me acuerdo de lo dicho hace unas décadas por Baumann, por Vattimo, por Llano. El capricho se impone. No existe ya tampoco en absoluto bien o mal…, recuerde. Todo depende…, aunque de nada penda, salvo de mi arbitraria voluntad. Los valores, que nunca mueren –¡imbéciles!-, se han retorcido, se han revirado, sufren por contorsión… y se han orientado hacia no se sabe bien dónde. La axiología, avejentada y ciega, se ha perdido. Ignoro qué sea lo valioso. A lo peor quizá Marx el barbudo, que no el cómico, tenga razón y esa es la cera que arde: se ha disuelto el “valor autónomo de las cosas (…) No existen valores absolutos, ya que el valor en cuanto tal es relativo al dinero”… Ahí te quiero ver, Maribel. ¡Quevedo!... ¡¡Poderoso caballero!!... La manteca y el billetaje concitan a todos y el dinero es la meta y el ser por excelencia y antonomasia: pasamos de la economía a la crematística. Toda realidad, todo ser, toda realidad moral o física, pasa a convertirse en valor venal. El dinero pasa de ser el usado por las personas al usador de las personas, hasta tal punto que puede convertir, transmutar, el vicio en virtud y la virtud en vicio. Todo ello está firmado en un notario de Pamplona por Sabina: “La patria es una fulana,/ Menos mi madre y mi hermana,/ No hay coño que no esté en venta”. Ahí es nada. ¿Quién da más?

Notable novedad de la nueva normalidad (?) llamada es que los inútiles y los tontos, los voluntarios desmangarrillados mentales no deben desesperar, pues un nuevo mundo ligero y sutil se abre para ellos: pueden llegar a ser presidentes de grandes naciones (Estados Unidos, Brasil, Venezuela, España…) o ministros con derechura, solvencia y garantías. La muestra está en el consejo de ministros del reino de España donde tontos hay para alicatar siete cuartos de baño, que diría el filósofo Chiquito de la Calzada, natural de Málaga la bella… El presidente y líder de la compañía del consejo de ministros dijo ser doctor sin haberlo laborado: ¡y no pasó ni pasa nada! El título, puesto de canto, le dio la altura del papelajo: no llega al milímetro… Tras el jefe tienen los tontos modelos donde animarse a seguir la necedad que alcance una cartera ministerial. Quedan permitidas las perogrulladas (Garzón), las memeces (casi todos con actuación estelar de la Díaz), las necedades (la mayoría, incomparables las Montero)… Y, en el peor de los casos, puédese alcanzar puesto de especialista, esos especialistas que según don Federico, el abrazamulas, serían los últimos curas… ¡Qué de novedades, Señor de la gran bondad…!

Lo vivido nos ha sucedido. No ha sido una guerra provocada por los malos, que siempre son los otros, que no nosotros. Ahora ha sido, digamos, una Naturaleza que se revuelve y queja contra un hombre que puso en el pedestal de Dios al Progreso, un progreso infinito y falso como un Judas de marmolina. Ahora el mundo, los hombres hemos comprobado en nuestras carnes vivas, en nuestras frágiles inteligencias y quebradizos saberes, la indigencia de ese ser pequeñajo y menesteroso que juega a ser Dios y, sin embargo, cae con la facilidad de las hojas en el otoño. La ignorancia lo invade todo. La oscuridad toma las riendas de esas vidas que creíamos nuestras y conducidas y mandadas por nosotros… ¡sus únicos decidores y señores! Hemos olvidado que vivimos al este del Edén… Muertos de risa íbamos cuando la pandemia nos ha recordado su broma macabra, su rostro de muerte, de dolor, de miedo, de sufrimientos sin cuento… No, no hay operaciones matemáticas, ni filosofías, ni ciencias que cuenten lo sucedido porque muchas de esas realidades son inconmensurables y las que no lo son no queremos verlas “¡Ay qué terribles cinco de la tarde!”, Federico. Sí, han sonado las cinco de la tarde y efectivamente, amigo, ¡Son las cinco en sombra de la tarde! Nos pensamos inmunes, libres, invulnerables en la plaza grande de la existencia por donde los morlacos se abren paso con grandes cornada de muerte… hacia los tendidos de sol y de sombra, que la muerte a todos equipara: muerte en la arena y muerte en las andanadas… Esto, sin embargo, pronto se ocultará bajo la capa de la soberbia de los hombres que nos creemos invencibles… El olvido tenderá su capa, pero ya, durante generaciones, el virus dejará regueros de miedo…


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