Junto a la muerte de la
verdad y la mentira… También ha sido descompuesto y anulado el sentido común.
Eso que, en nuestro ser confuso, en nuestra errabunda existencia, era simiente vital, y pauta
de vida, ha sido derrotado por el relativismo: me acuerdo de lo dicho hace unas
décadas por Baumann, por Vattimo, por Llano. El capricho se impone. No existe
ya tampoco en absoluto bien o mal…, recuerde. Todo depende…, aunque de nada
penda, salvo de mi arbitraria voluntad. Los valores, que nunca mueren –¡imbéciles!-,
se han retorcido, se han revirado, sufren por contorsión… y se han orientado
hacia no se sabe bien dónde. La axiología, avejentada y ciega, se ha perdido.
Ignoro qué sea lo valioso. A lo peor quizá Marx el barbudo, que no el cómico,
tenga razón y esa es la cera que arde: se ha disuelto el
“valor autónomo de las cosas (…) No existen valores absolutos, ya que el valor
en cuanto tal es relativo al dinero”… Ahí te quiero ver, Maribel. ¡Quevedo!...
¡¡Poderoso caballero!!... La manteca y el billetaje concitan a todos y el
dinero es la meta y el ser por excelencia y antonomasia: pasamos de la economía
a la crematística. Toda realidad, todo ser, toda realidad moral o física, pasa
a convertirse en valor venal. El dinero pasa de ser el usado por las personas
al usador de las personas, hasta tal punto que puede convertir, transmutar, el
vicio en virtud y la virtud en vicio. Todo ello está firmado en un notario de
Pamplona por Sabina: “La patria es una fulana,/ Menos mi madre y mi hermana,/
No hay coño que no esté en venta”. Ahí es nada. ¿Quién da más?
Notable novedad de la
nueva normalidad (?) llamada es que los inútiles y los tontos, los voluntarios
desmangarrillados mentales no deben desesperar, pues un nuevo mundo ligero
y sutil se abre para ellos: pueden llegar a ser presidentes de grandes naciones
(Estados Unidos, Brasil, Venezuela, España…) o ministros con derechura,
solvencia y garantías. La muestra está en el consejo de ministros del reino de
España donde tontos hay para alicatar siete cuartos de baño, que diría el
filósofo Chiquito de la Calzada, natural de Málaga la bella… El presidente y
líder de la compañía del consejo de ministros dijo ser doctor sin haberlo
laborado: ¡y no pasó ni pasa nada! El título, puesto de canto, le dio la altura
del papelajo: no llega al milímetro… Tras el jefe tienen los tontos modelos
donde animarse a seguir la necedad que alcance una cartera ministerial. Quedan
permitidas las perogrulladas (Garzón), las memeces (casi todos con actuación
estelar de la Díaz), las necedades (la mayoría, incomparables las Montero)… Y,
en el peor de los casos, puédese alcanzar puesto de especialista, esos
especialistas que según don Federico, el abrazamulas, serían los últimos curas…
¡Qué de novedades, Señor de la gran bondad…!
Lo vivido nos ha sucedido. No ha sido una guerra
provocada por los malos, que siempre son los otros, que no nosotros. Ahora ha
sido, digamos, una Naturaleza que se revuelve y queja contra un hombre que puso
en el pedestal de Dios al Progreso, un progreso infinito y falso como un Judas
de marmolina. Ahora el mundo, los hombres hemos comprobado en nuestras carnes
vivas, en nuestras frágiles inteligencias y quebradizos saberes, la indigencia
de ese ser pequeñajo y menesteroso que juega a ser Dios y, sin embargo, cae con
la facilidad de las hojas en el otoño. La ignorancia lo invade todo. La
oscuridad toma las riendas de esas vidas que creíamos nuestras y conducidas y
mandadas por nosotros… ¡sus únicos decidores y señores! Hemos olvidado que
vivimos al este del Edén… Muertos de risa íbamos cuando la pandemia nos ha
recordado su broma macabra, su rostro de muerte, de dolor, de miedo, de
sufrimientos sin cuento… No, no hay operaciones matemáticas, ni filosofías, ni
ciencias que cuenten lo sucedido porque muchas de esas realidades son
inconmensurables y las que no lo son no queremos verlas “¡Ay qué terribles cinco de la tarde!”,
Federico. Sí, han sonado las cinco de la tarde y efectivamente, amigo, ¡Son las
cinco en sombra de la tarde! Nos pensamos inmunes, libres, invulnerables en la
plaza grande de la existencia por donde los morlacos se abren paso con grandes
cornada de muerte… hacia los tendidos de sol y de sombra, que la muerte a todos
equipara: muerte en la arena y muerte en las andanadas… Esto, sin embargo,
pronto se ocultará bajo la capa de la soberbia de los hombres que nos creemos
invencibles… El olvido tenderá su capa, pero ya, durante generaciones, el virus
dejará regueros de miedo…
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