28 de mayo de 2020

415-Leguineche, Manuel: ANNUAL 1921. EL DESASTRE DE ESPAÑA EN EL RIF.


Tuve noticias de este libro, por segunda vez, por medio de un compañero, colega y además amigo, profesor de historia, Paco Ortega, que me puso rumbo animoso a esta obra de la que ya he hablado de pasada en el comentario en ese blog de otra obra, 18 MESES DE CAUTIVERIO. DE ANNUAL A MONTE-ARRUIT 1921.

La obra de Leguineche, como obra de un periodista, que no de un historiador, podría decir, para mejor orientar al posible lector interesado, es un informe, una crónica, un dossier… no excesivamente ordenado en ningún sentido. He creído a lo largo de la obra que el autor, se ve que apasionado por el tema que trata, ha ido hinchando el perro: dándole al libro más páginas de las que se nos anuncia en el tema del título. Lo escrito por Leguineche incorpora trozos de entrevistas o charlas con viejos soldados españoles y marroquíes que dan sus visiones particulares de la guerra, de los sucesos bélicos generales, políticos, sociales del momento en el Rif, en todo el Norte de África, en España, relacionados con los militares y la sociedad de la época a un lado y otro del Estrecho. Incluye largos textos de la obra citada arriba que introduce en su obra, sin citar de dónde salieron o dando datos generales. No tiene el autor empacho en dedicarle unas páginas a describir sucesos de forma cuasi novelada… El resumen para el lector es que tiene información de los generales españoles (Franco entra en el festín sin tapujos), sobre los dirigentes rifeños: Abdelkrim y su hermano y su tío y su padre… ¡en serio! a quienes se pasa revista: de sus vidas más o menos milagrosas… Entretenida la obra, sin lugar a duda. Creo que es acertado mirar con detalle la portada, pues su abigarrada composición, nos da manifiesta idea del contenido de la obra.

El lector saca la idea clara del error tremendo que supuso meternos en el avispero del Rif, cuando a los españoles, para el precio que tenía el paño, nada se nos había perdido en aquel secarral, donde fueron a entregarse miles de vidas de jóvenes españoles que ni supieron a qué fueron ni por qué murieron. Ya lo dije al comentar 18 MESES DE CAUTIVERIO: esos pobres españoles fueron a morir por las inversiones económicas de Alfonso XIII y sus amigos en toda esa zona del Rif. Poco a poco aquella parte del mundo… fue tomando nombre y figura en la mente de los militares españoles que la vieron como un espacio donde tuviera lugar una guerra donde poder alcanzar ascensos difíciles de lograr en caso de no existir.

Las generalidades políticas, adjetivadas, vistas desde la óptica de Leguineche, pueden compartirse o no, pero, sin duda, el lector simpatiza con los españoles que padecieron las batallas allí libradas a base de sed y escasez de todo tipo: armas, munición, alimentos, comprensión… Todo adquiere un tinte hostil, donde el calor, las largas caminatas y la falta de agua todo lo domina; las enfermedades derivadas de las carencias (muchas de ellas debidas al robo de los abastecimientos por parte de los mismos militares; en gran medida sus rapiñas se debían ¡a la necesidad de pagar deudas de juego!); los heridos por doquier que no pueden ser ni medianamente atendidos; los muertos tumbados al sol, de cuerpos hinchados, como los de mulos, caballos y los burros muertos en las refriegas y batallas. Los paqueos continuos de los rifeños sobre unos soldados españoles bisoños, sin ninguna experiencia y poca instrucción. Los paqueos continuos: balas que matan sin saber su origen por moros ocultos en un terreno que les es tan favorables como hostil para los soldados españoles. El miedo contagioso que se adhiere a la piel del alma e impulsa a todos a correr, a huir, a preferir la muerte antes que soportar ni un minuto más la tensión y el sufrimiento prologado, insisto, de la sed, el hambre… Malas estrategias de Fernández Silvestre, el general Silvestre, ya dije, amigo del chulo del rey Alfonso XIII, ese ser. Todo pareció conjurarse para que España no solo sufriera una derrota descomunal que le propinó lo que pensaban eran poco menos que unos monos, unos salvajes, peor armados y en menor número… Arrastrada la honra, ¡qué española!, parecían no importar los miles y miles de soldados muertos (incontables), sin enterrar, sin honrar… Y el informe del general Picasso, el llamado Informe Picasso, que a ningún lugar digno llegó.


He pasado unas buenas horas leyendo y padeciendo cuanto los renglones me escupían en mi cara. Rabia contenida, una vez más, por cuanto Leguineche me contaba de esta patria que amo, pero que, sin duda, a veces, uno piensa que no tiene mucho de lo que enorgullecerse de ella. Lástima de los soldados y de tantos oficiales y sus familias y malditos sean tantos embusteros, egoístas, codiciosos, malos militares, pésimos gobernantes que esta nación ha padecido…



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