Tuve noticias de este
libro, por segunda vez, por medio de un compañero, colega y además amigo,
profesor de historia, Paco Ortega, que me puso rumbo animoso a esta obra de la
que ya he hablado de pasada en el comentario en ese blog de otra obra, 18
MESES DE CAUTIVERIO. DE ANNUAL A MONTE-ARRUIT 1921.
La obra de Leguineche,
como obra de un periodista, que no de un historiador, podría decir, para mejor
orientar al posible lector interesado, es un informe, una crónica, un dossier…
no excesivamente ordenado en ningún sentido. He creído a lo largo de la obra
que el autor, se ve que apasionado por el tema que trata, ha ido hinchando el
perro: dándole al libro más páginas de las que se nos anuncia en el tema del
título. Lo escrito por Leguineche incorpora trozos de entrevistas o charlas con
viejos soldados españoles y marroquíes que dan sus visiones particulares de la
guerra, de los sucesos bélicos generales, políticos, sociales del momento en el
Rif, en todo el Norte de África, en España, relacionados con los militares y la
sociedad de la época a un lado y otro del Estrecho. Incluye largos textos de la
obra citada arriba que introduce en su obra, sin citar de dónde salieron o
dando datos generales. No tiene el autor empacho en dedicarle unas páginas a
describir sucesos de forma cuasi novelada… El resumen para el lector es que
tiene información de los generales españoles (Franco entra en el festín sin
tapujos), sobre los dirigentes rifeños: Abdelkrim y su hermano y su tío y su
padre… ¡en serio! a quienes se pasa revista: de sus vidas más o menos
milagrosas… Entretenida la obra, sin lugar a duda. Creo que es acertado mirar
con detalle la portada, pues su abigarrada composición, nos da manifiesta idea
del contenido de la obra.
El lector saca la idea
clara del error tremendo que supuso meternos en el avispero del Rif, cuando a
los españoles, para el precio que tenía el paño, nada se nos había perdido en
aquel secarral, donde fueron a entregarse miles de vidas de jóvenes españoles
que ni supieron a qué fueron ni por qué murieron. Ya lo dije al comentar 18
MESES DE CAUTIVERIO: esos pobres españoles fueron a morir por las
inversiones económicas de Alfonso XIII y sus amigos en toda esa zona del Rif.
Poco a poco aquella parte del mundo… fue tomando nombre y figura en la mente de
los militares españoles que la vieron como un espacio donde tuviera lugar una
guerra donde poder alcanzar ascensos difíciles de lograr en caso de no existir.
Las generalidades
políticas, adjetivadas, vistas desde la óptica de Leguineche, pueden
compartirse o no, pero, sin duda, el lector simpatiza con los españoles que
padecieron las batallas allí libradas a base de sed y escasez de todo tipo:
armas, munición, alimentos, comprensión… Todo adquiere un tinte hostil, donde
el calor, las largas caminatas y la falta de agua todo lo domina; las
enfermedades derivadas de las carencias (muchas de ellas debidas al robo de los
abastecimientos por parte de los mismos militares; en gran medida sus rapiñas
se debían ¡a la necesidad de pagar deudas de juego!); los heridos por doquier
que no pueden ser ni medianamente atendidos; los muertos tumbados al sol, de
cuerpos hinchados, como los de mulos, caballos y los burros muertos en las
refriegas y batallas. Los paqueos continuos de los rifeños sobre unos soldados
españoles bisoños, sin ninguna experiencia y poca instrucción. Los paqueos continuos:
balas que matan sin saber su origen por moros ocultos en un terreno que les es
tan favorables como hostil para los soldados españoles. El miedo contagioso que
se adhiere a la piel del alma e impulsa a todos a correr, a huir, a preferir la
muerte antes que soportar ni un minuto más la tensión y el sufrimiento
prologado, insisto, de la sed, el hambre… Malas estrategias de Fernández
Silvestre, el general Silvestre, ya dije, amigo del chulo del rey Alfonso XIII,
ese ser. Todo pareció conjurarse para que España no solo sufriera una derrota
descomunal que le propinó lo que pensaban eran poco menos que unos monos, unos
salvajes, peor armados y en menor número… Arrastrada la honra, ¡qué española!,
parecían no importar los miles y miles de soldados muertos (incontables), sin
enterrar, sin honrar… Y el informe del general Picasso, el llamado Informe
Picasso, que a ningún lugar digno llegó.
He pasado unas buenas
horas leyendo y padeciendo cuanto los renglones me escupían en mi cara. Rabia
contenida, una vez más, por cuanto Leguineche me contaba de esta patria que
amo, pero que, sin duda, a veces, uno piensa que no tiene mucho de lo que
enorgullecerse de ella. Lástima de los soldados y de tantos oficiales y sus
familias y malditos sean tantos embusteros, egoístas, codiciosos, malos
militares, pésimos gobernantes que esta nación ha padecido…
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