24 de enero de 2020

Escribir en España es llorar, Mariano José de Larra, siglo XIX. Libro Blanco del Escritor. (II DE II)


Continúo… señor Larra...



Especialmente interesantes son las orientaciones y los comentarios en su artículo, La situación legal de los escritores frente a las administraciones públicas, de don Carlos Muñoz Viada, Abogado especializado en Propiedad Intelectual y Asesor Jurídico de ACE, a quien se le nota el dominio, conocimiento y convicción con que escribe sobre la materia, rasgos de los que carecen algunos de los colaboradores anteriores como doña Bel Olid y don David Castillo, Presidente Asociación Colegial de Escritores de Cataluña Associació Col-legial d’Escriptors de Catalunya (ACEC), que nada aportaron.

Tan sincero como desalentador es el escrito de Juan Soto Ivars, Una mirada cruda sobre la situación de los escritores jóvenes. Todo aquel que desee ser escritor debiera leerla para saber qué terreno pisa, pues no son pocos quienes confunden las almorranas con la témporas, yendo con un lirio en la mano y con la esperanza de ganar el Planeta el año que viene o poder vivir como Fulano… de lo que escriba. El camino del escritor es arduo… “Los autores más conocidos del panorama joven[1] cobran unos fijos que están entre los 700 y los 1000 euros mensuales, casi siempre por otros trabajos distintos a la escritura literaria. Intentan incrementar estos fijos de miseria con charlas, artículos y otras actividades vagamente relacionadas con la literatura, o directamente con trabajos ajenos al mundillo”.

Al darme por afectado, no quiero dejar de comentar con cierto detalle algunos extremos.

En el Libro Blanco hay faltas imperdonables de señores que supuestamente están relacionados con la escritura. Insisto: imperdonables. A los euros no se les pone punto en los millares, don Manuel Rico, Presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España; doña Bel Olid, ya citada, Presidenta de la Asociación de Escritores en Lengua Catalana Associació d’Escriptors en Llengua Catalana (AELC), escribe incluído* que no lleva tilde, señora mía, y, además, ignora que el andaluz, señora, no es una lengua, se lo digo yo que algo sé de ello y me viene y corre por la sangre: la realidad es de una tozudez berroqueña; tras la interrogación no se pone punto, don Antonio Mª. Ávila, Director Ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España; el uso del desdoblamiento, que lo hacen varios de los autores, al referirse a escritores/as es un uso espurio, un solecismo y la introducción de la ideología en un lugar donde no tiene cabida, pero es propio de doctrinarios, ignorantes y sandios; el joven autor convocado a escribir sobre su “generación” cae en grave y común solecismo por vía de lo políticamente correcto “muchos autores de esta generación repudian a los más mayores”, ¡mayores, querido amigo, no admite grado!, escriba los más viejos y déjese de pollinadas. Tampoco andamos sobrados de comprensión y algo falla: escribe don Manuel Rico “que el 77 % percibe menos de 1.000 [sic] euros al año en concepto de derechos de autor por la venta de sus libros” (la negrita es mía); y doña Bel Olid, Presidenta Asociación de Escritores en Lengua Catalana Associació d’Escriptors en Llengua Catalana (AELC) dice que esos 1000 napos son mensuales… ¡que no es lo mismo!: “el 60,8% viva en la precariedad —o sea, con ingresos mensuales inferiores a los 1000€ por derechos de autor”, la lleva don Manuel Rico…y es que doña Bel se entera como los gigantones, por la bragueta, que decía Lorenzo, el cazador. Si estos son nuestros defensores, pues eso, la de siempre, salir a la heroica al grito de ¡¡Santiago y salva España!! y morir por ella… ¡Dios mío de mi vida, qué bochorno, papi!

Más. Sin duda alguna faltan sociedades civiles que den coherencia y cauce a las necesidades de quienes escribimos. Falta espíritu asociacionista y sobra queja lacrimógena de que el Estado, en sus diversas ramificaciones e instituciones, haga lo que nosotros no hacemos. El Estado con su carácter subsidiario debería llegar donde no llegamos nosotros, pero es absurdo pedirle lo que ni nosotros somo capaces de hacer ni movemos un dedo para hacerlo. El Estado, por medio de los políticos de turno, en todos los niveles: nacional, autonómico, etc. cuando da, pide, es decir: do ut des. Les da a sus paniaguados, a sus compañeros de viaje, a sus publicistas, etc. Era así y sigue siéndolo en la democracia que conocemos.

Las lamentaciones de aquellos que escriben en lenguas minoritarias y se quejan de la poca divulgación, lo poco que son leídos, etc., desde mi punto de vista, ellos sabrán lo que hacen, ¿o aspiran a que le paguemos el capricho los demás, sobre todo porque son bilingües? Si usted quiere escribir en halkomelem, kaixana… allá usted. Entiendo la riqueza que comporta una lengua, soy filólogo, y lo lamentable que es la pérdida de muchas de ellas, mas si no hay hablantes que la practiquen…

Perdonen que sea tesonero y tenaz, que no cabezón o testarudo: sin duda hay aportaciones que sobran sencillamente porque no aportan absolutamente nada.

Por lo que dice el estudio, si calificamos a los escritores por sus “ingresos anuales”, “tendríamos 5 perfiles muy diferentes:

- Los Pobres. Son el 77,2% de los escritores y escritoras con ingresos inferiores a 1.000 € al año por derechos de autor.
- Los Precarios. Son el 6,6% del total y cuentan con unos ingresos de entre 1.000 a 2.000 € al año.
- Los Mileuristas. Representan el 6,3 % del total y ganan entre 2.000 y 5.000 € al año.
- Los Estables. Son el 3,4% e ingresan entre 5.000 y 10.000 € al año.
- Los Consolidados. Representan el 6,3% que ingresan más de 10.000 € al año”.

El punto de los millares… sobra… y no da de comer.

Y concluyo: En tiempos se decía que “pasas más hambre que un maestro”… Ya se ve que los famélicos son legión. Las letras han sido y son…, y me temo que lo seguirán siendo: “colorín, pingajo y hambre” que decía mi colega y sin embargo amigo Max Estrella.




[1] “En los corrillos y círculos literarios y editoriales se suele considerar, a día de hoy, que un escritor es joven cuando ha nacido después de 1980, es decir, cuando tiene menos de cuarenta años”.

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