De mi empresa que en el alma me duele venía hablando y de
ello sigo.
Son muchas las materias primas
averiadas, defectuosas, calamitosas que llegan al inicio del proceso de la
empresa. Todos ignoramos la causa y nadie se hace responsable del suceso: “Son
cosas que pasan”, “Quien trabajo en esa materia el año anterior”. Quienes procuran
estos productos sin clase ni calidad se encogen de hombros: no saben, no
contestan, ¡es lo que hay!: “Es la vida”. Es lo malo de estas materias con que
trabajamos que no pueden ser devueltas a ningún proceso que, fundiéndolas,
rehaciéndolas, volviéndolas a origen sean recuperables. Digamos que, una vez el
producto es fallido, durante cinco años rodará por las cadenas de montaje,
dañándose aún más, dañando a otras materias que se relacionen con ella,
perjudicando la cadena de montaje y a los montadores que trabajamos en la
cadena. Muchos de estos materiales, desgraciadamente quebrados, por su
comportamiento, condiciones, efectos, etc. son absolutamente desconocidos en la
cadena de montaje por quienes en ella trabajamos: digamos que no sabemos qué
son, qué les sucede, qué pasó: qué hacer con el desaguisado. Ignoramos qué se
puede hacer con ellas. La empresa obliga a su tratamiento, al manejo, de las
mismas con la intención siempre de que se adapten al sistema fabril
preconcebido que se resiste a ellas y que termina expulsando, evacuando, no sin
antes, como digo haber dejado rastros indelebles y negativos en todos y para
todos. No sabemos. No hay solución. Trágala es trágala. Los cuatro o cinco años
rodando por las cadenas de montaje no hay quien se los quite. No olvide que el
producto, el mantenimiento del mismo cuesta a todos los contribuyentes
alrededor de unos 6000 o 7000 euros anuales… Multiplique por cuatro o cinco años,
sin alcanzar logro alguno y ya me dirá usted qué compañía puede soportar estos
resultados. El 17,9% de los productos no alcanzan el marchamo de acabados,
terminados, completados…
Otro singular problema de la
empresa, curioso, es que, menos los inspectores de la misma, los directivos y
los que trabajan en factorías del mismo sector, mas de índole más
especializadas y con el material ya elaborado en parte y con más años..., todos
nos queremos ir. Aquí no queda títere con cabeza que no quiera jubilarse, cesar
en lo que es una ingrata labor desde años: mejor ya que luego u hoy que mañana… ¿Qué opina usted de una empresa donde las inmensísimas mayorías
de los empleados se quieren largar? ¿Usted no pensaría que algo no va bien, que
algo falla? ¿Cómo es posible que siendo un trabajo tradicionalmente considerado
como vocacional (?) no quiera nadie permanecer en el empleo? Algo pasa, algo
está pasando. El deterioro en los puestos de trabajo, en gran parte
responsabilidad de quienes en estas factorías laboramos, no cesa: vamos de mal
en peor.
Es cierto que se han hecho
estudios comparativos de mi empresa con otras semejantes, dedicadas a la
fabricación de los mismos productos en otros países y nuestras empresas no
resisten la comparación. Estamos en las últimas plazas en cuanto a producción y
calidad. Somos caros, trabajamos mal y no obtenemos productos excelentes. ¿Qué
pasa? De momento lo que pasan son los años. Miles y miles de productos salen al
mercado, a la sociedad, defectuosos, malogrados, con taras. ¿Qué será de ellos?
Ocuparan espacios marginales en la sociedad… ¡Son los productos bien acabados y
no hallan dónde situarse en el mercado, qué no será de esos otros, pobres, que
no llegaron nunca al final del proceso! Queremos paliar la producción defectuosa
y se incorporan innovaciones, nuevos métodos que son viejos, pero con nombres
cambiados, irreconocibles para empleados que llevamos décadas en ello, sin que
los empleados tengan ninguna preparación, hábito, conocimiento de ellos. Nihil
novum sub sole. Y mientras debatimos y nos enteramos o no transcurre el
tiempo que, irremisible, se marcha.
Todos y cada uno de esos seres
que producimos son ¡¡personas!! Usted lo sabe: trabajo en un centro de
enseñanza, ya apenas se dice centro educativo porque allí no hay de eso,
como le he dicho, ninguna unidad de criterio con respecto a lo que se educa, en
qué y cómo… Ni siquiera hay acuerdo en qué se enseña… Se va acabando la mina
del lápiz. Décadas dedicado a ello con verdaderos empeño: estudios,
publicaciones, lecturas, congresos… Me duele la educación española, lo siento,
perdone: me duele.
Querido Antoniojosé,
ResponderEliminarComo médico y antiguo alumno tuyo, te animo a pensar que la gratitud de tus discentes es un buen analgésico contra ese dolor que manifiestas.
Un afectuoso abrazo y feliz año.
Antonio Díaz Negrillo