24 de diciembre de 2019

SOBRE EL SIGNIFICADO Y EL VALOR DEL BELÉN (y PARTE III DE III)


Comentario a la


CARTA APOSTÓLICA

Admirabile signum

DEL SANTO PADRE FRANCISCO

SOBRE EL SIGNIFICADO Y EL VALOR DEL BELÉN



PARTE III



Va el Papa completando su belén mientras el tiempo evangélico transcurre. Llegó el nacimiento del Niño y allá que lo coloca en el pesebre. Llega la Epifanía y allá que puso a los Reyes… Nosotros, en casa de mis padres, y ahora en la mía, no lo hacemos así. Poníamos y ponemos a todos en el decorado dispuesto: piedras, serrín, pajón, los patos y los cisnes, los pollos y los pastores, el río de platina, a los Reyes Magos y al Niño… Atinadísimo cuando dice el Papa de los Reyes, mas ¿quizá olvidó lo que Jorge Bergoglio niño pensaba ante las figuras de estos en el belén? Estos tres personajes simbolizaban los regalos que entonces recibíamos tras ir a ver la cabalgata, coger caramelos, admirar el esplendor de sus majestades… ¡y a la vuelta ya habían dejado en casa todos los regalos! Era incomprensible. ¡Cómo era aquello posible! Y siempre la duda, la pregunta… de quien no las tiene todas consigo… “¿Y si estaban en la cabalgata cómo han dejado aquí los regalos?”… Respuesta fácil: “Porque tienen muchos pajes que les sirven y reparten los regalos”, “¿Y cómo han subido hasta el cuarto –que era nuestro piso-?”… Y lo más importante era la previa. “Ojo que los reyes te ven desde el belén y si no te portas bien… ya sabes. Te traerán carbón”… ¡Qué horror! Rara vez nos portábamos bien porque éramos movidos y traviesos de natural –como casi todos los niños normales-, ¡pero nunca traían carbón!: ¡qué buenos eran siempre los Reyes! Esos que llevaban cosas tan raras al Niño: lo del oro bien está, pero ¡el incienso y la mirra…! ¡Madre mía!, ¿qué sería eso? Por cierto, que nadie nunca, que yo sepa, menciona qué hicieron María y José con esos regalos tan valiosos y, además, en tierra ajena, necesitados: seguro que el patriarca san José los administraría con sabiduría y los emplearía en un viaje largo que aún les quedaba por hacer, aunque en ese momento aún no lo supiera.

El asunto de los regalos, las comilonas, lo pagano se ha metido por la misma ventana por la entraban los reyes… El consumismo tiene pajes y criados que nos cuelan necesidades ficticias, creadas exprofeso para aumentar el gasto. Y llegó Papá Noel o santa Claus a quienes nunca tuve afecto, en realidad no sé si son dos distintos o uno y, además, no me preocupa en absoluto. Sencillamente los percibo como realidad ajena y lejana a mi cultura. No aprendí a estimarlos y no me dicen o no me dice nada. Este comentario, quizá impertinente es solo mío… El Papa no levanta tapias, ni es tampoco mi pretensión, pero ya saben…

“En cualquier lugar y de cualquier manera, el belén habla del amor de Dios, el Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera que sea su condición”. No cabe duda de que efectivamente aquel Niño nació en Belén y para muchos creyentes ese Niño es Dios… Dice el Papa con cierta gracia: “No es importante cómo se prepara el pesebre, puede ser siempre igual o modificarse cada año; lo que cuenta es que este hable a nuestra vida”: así es. Recuerdo disputas sobre cómo y dónde debía estar ese “pesebre” del que el Santo Padre habla, el “portal” que es todo el belén... ¿Dónde está Dios que no lo veo? Se preguntan esos adultos, gentes serias y sesudas, ciegos de la fe y el alma, de manera culposa o no…, que eso Dios lo sabrá. Es posible que nosotros no veamos a Dios, pero Él sí nos ve a nosotros y nos mira con amor. Una vez más desde el pesebre, desde el belén nos llama por nuestro nombre. No cerremos las puertas de nuestro corazón al Redentor. No tengamos miedo. Darle la espalda, ignorarlo, dejarlo en la calle a la intemperie es injusticia mayúscula… Aunque sea un poquito, medita en la posibilidad de que ese niño sea el Niño, que ese Niño sea Dios… Esto nos acerca a la fraternidad universal: mal podemos llamar hermanos si no somos hijos de un mismo padre.

Concluye el Papa: “Que en la escuela de san Francisco abramos el corazón a esta gracia sencilla, dejemos que del asombro nazca una oración humilde: nuestro “gracias” a Dios, que ha querido compartir todo con nosotros para no dejarnos nunca solos”.

Gracias a san Francisco y gracias al Papa, quien como Padre de todos los católicos, nos invita a esta amable, sencilla y profunda reflexión que nos conduce de la mano del belén de casa al Belén celestial.




* * * 

Este es mi belén de la mesa del despacho. 
Ahí está todo el temario resumido, ¡pero todo! 
Muchas felicidades de verdad.

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