Por placer, por interés personal,
por disfrute particular he leído varias veces Luces de bohemia y por
razones profesionales, docentes, etc. muchísimas más. Si las primeras lecturas
eran meditadas, privadas, silenciosas, las segundas han sido, es lógico, comentadas,
lentas, aclarativas, ilustrativas e ilustradas…, pero en ocasiones, en estas
lecturas de las clases, en muchas oportunidades, no hemos leído la obra de cabo
a rabo, sino que hemos ido dando saltos, de acá para allá para mostrar o
aclarar algo… En esta oportunidad, en la ocasión última, en la de hace unos
días, sin embargo, hemos hecho un teatro leído de toda la obra…
Alguna vez habré dejado mi
opinión, que de poco vale y no necesariamente es respetable, por algunos de mis
escritos: Luces de bohemia es para mí la mejor obra teatral en español
del siglo XX con diferencia, y no me olvido de Tres sombreros de copa,
ni de Buero, ni de Sastre… Para mí, con perdón, la mejor y por supuesto también
la mejor entre las vallinclanescas, incluidas las esperpénticas. Luces
es obra, con expresión repetida en ella, “para quitarse el cráneo”.
Las acotaciones de la obra son
filigrana pura del lenguaje, que Valle burila y cincela con magisterio de
orfebre. El léxico me asombra y se halla en ese cruce donde lo más granado y
culto se asienta y mira junto a lo más pintoresco y ordinario, sin caer en la
chabacanería. Expresiones españolas de una viveza inaudita. Imágenes
metafóricas que valen más que mil palabras. Secuencias esbozadas con apenas
unas palabras que se quedan grabadas de por vida, mas siempre quedan ángulos en
la revuelta de un renglón, tras un punto… donde puede hallarse idea antes no
mirada ni contemplada así o de aqueste otro modo y que causa asombro.
De la lectura de esta ocasión que
hablo, disfruto de la conversación de los dos locos lunáticos con la Lunares
y la Cotillona, las dos prostitutas, una vieja otra una mozuela, que
hallan en su recorrido noctívago. Siento una profunda repugnancia por una
sociedad que admite con indiferencia el llamado trabajo más antiguo del
mundo: la prostitución. No ha mucho oí o leí que se estaba defendiendo la
posibilidad de legalizarlo en España y he sentido náuseas por tanto equilibrio
ético y moral, donde nos tragamos sapos como mulos y colamos pisquitos
insignificantes…
Don Latino de Híspalis me produce
cada vez más rechazo. Su malicia aguardentosa y beoda no lo deja libre de su
pura maldad. Egoísta frente al Maestro, busca solo la sombra que lo cobije. No
digo que no quiera a Max, no digo que lo admire, que lo quiera pensar su amigo,
pero sus obras y su modo de proceder son egoístas e infames.
Basilio Soulinake me parece
asombroso… La imitación de su modo de hablar, su vocabulario, sus expresiones… Sin
duda esta es una de las grandes virtudes del autor gallego: tiene un oído capaz
de captar dónde está lo distinto, lo raro, que puesto al punto con lo ordinario
da brillos de calidad literaria. Sin duda era Valle hombre de talento y de
oído. Este personaje, Basilio Soulinake, que fue persona conocida en la bohemia
madrileña de finales del XIX y que murió a comienzos de los años veinte, me
parece inmenso, como su diálogo con la señá Flora, la portera, es, como
parece que Rubén decía, “¡Admirable!”.
En fin… Una vez más disfruto de
esta obra que siempre me deja el sabor amargo de una España atorada, en
apariencia inmóvil, con problemas seculares. El año que viene hará un siglo de
su publicación y ahí están los diálogos con Zaratustra, con el Ministro, con
don Filiberto el periodista que siendo de ayer son de la España de hoy… Muchas
gracias don Ramón…
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