Vamos
a ver si logro esta vez hablar del libro y no de difuntos, de muertos,
cadáveres y sermones…, aunque hablar de Manrique y no hacer esto sería casi una
impiedad…
Como
todos los días son de aprender, recordaba el nombre de Martínez Esteruelas de
los telediarios de mi adolescencia,
mas ni le ponía rostro ni cargo. Debía ser me decía, en algún rincón de mi
memoria resonaba, “un político del tardofranquismo”; insisto: eso me decía. A
su vez, mientras leía, me decía también: “y qué hace un político hablando de
Manrique”. Internet es toda una bendición: miro y me empapo del autor. ¡En
absoluto pensé que quien fuera ministro último de educación en la época de
Franco fuera este señor, autor de esta obra! Pensé que el autor era hijo de ese
personaje que andorreaba por las buhardillas de mi pasado. No señor. El mismo
que vestía y calzaba. Por favor, no me pregunten por qué este caballero
escribió esta obra, que lo ignoro y no ando sobrado de tiempo para meterme en
entresijos… Veo que la fundación Tomás Moro tiene publicadas sus obras… y entre
ellas de la que hoy intento comentar algo y a este paso… no llego.
La
obra es un recorrido por la baja Edad Media española que se ve que el autor
transita con facilidad, por lo que leo -ha sido mucha la insistencia de la studiositas y no he podido resistirme-, pues le dedicó algunos estudios y muy
concretamente a Manrique en su circunstancia, título que dio a una conferencia
que pronunció en la Residencia de “San Juan de la Cruz”, en noviembre de 1989,
y que sirvió de precedente al libro que nos ocupa. “En ella destaca el contexto
en que se mueve el poeta y capitán al final de la Edad Media, que contempla,
además, el fin de una familia. Reflexiona sobre el tiempo, la vida y la muerte”.
Entiendo que esto es el definitiva Cualquiera
tiempo pasado.
Sin
querer, poco a poco, me voy sumergiendo en la búsqueda del origen del libro y
lo voy hallando en la Fundación Tomás Moro. Planeta encargó a una serie de
autores unas autobiografías para una colección, Memorias de la historia, que cada autor enfocó como pudo y quiso.
En este caso, en esta obra, Martínez Esteruelas, el autor, asume la primera
persona y escribe una carta, supuestamente redactada por Jorge Manrique cuando
ya está a punto de partir para su última batalla, su último viaje…, aunque él
no lo sepa.
Recorre
el autor la vida de Manrique en la carta-memorial en la que envía sus
recuerdos. Su infancia, lo que sabe, lo que ocurre en la política del momento,
en los reinos de España, las banderías y guerras entre familias en favor de
unos y otros. Los pactos, los enjuagues, las componendas, las bodas, las
escaramuzas, las desavenencias, ¡las bodas! que llevan a extrañas componendas.
Ignoraba yo que será don Rodrigo Manrique, padre de Jorge, su cuñado y así los
hijos de uno y otro primos… No, no resultó como se esperaba la boda de nuestro
poeta.
Si
se mira con detalle el índice, cosa que no hice (tampoco leí, contra mi costumbre
inveterada, la solapa ni la contraportada y así nos fue), se comprueba que el
autor ha dividido en múltiples epígrafes su obra. Va siguiendo temas que
Manrique abordó directa o indirectamente en sus Coplas y así va avanzando,
insisto, con una prosa que, con sus arcaísmos, me suena a falsa, a flor de
plástico.
No
hallé en esta obra lo que buscaba. Me sobró historia de España y me faltó vida
manriqueña, que era lo deseado por mí.
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